Menú
La conexión intestino-cerebro es la nueva estrategia contra el sobrepeso
  1. Bienestar
Flora intestinal diversa

La conexión intestino-cerebro es la nueva estrategia contra el sobrepeso

Una nueva investigación ha probado que la alteración de las bacterias que viven en nuestro intestino que provocan los prebióticos puede tener un serio impacto en nuestro peso

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

El cuerpo humano sigue lleno de misterios. Cierto es que cada día sabemos un poquito más, pero todavía hay incógnitas que no tienen respuesta. Una de las principales, que más llaman la atención de los científicos y que, en el futuro cercano, podría resultar absolutamente vital, es la relación entre el intestino y el cerebro.

Por ejemplo, sabemos que nuestro "segundo cerebro" es un cúmulo de terminaciones nerviosas autóctonas situadas en nuestras tripas. Su nombre científico es sistema nervioso entérico (SNE). Está compuesto por más de 100 millones de células nerviosas, desde el esófago al recto (pero situadas principalmente en el intestino).

"Desde hace décadas, los investigadores creían que la ansiedad y la depresión contribuían directamente a los problemas gastrointestinales"

Así lo describe el doctor Jay Pasricha, director del Centro Johns Hopkins de Neurogastroenterología, en Estados Unidos: "Su función es gestionar la digestión, desde la deglución hasta la liberación de enzimas que descomponen los nutrientes, pasando por el control del riego sanguíneo, necesario para que las moléculas esenciales se absorban y lleguen a todo nuestro organismo". Pero, aunque se trate de un "segundo cerebro", el doctor indica que no es capaz de pensar (en el sentido más tradicional de la palabra). Lo que sí hace es "comunicarse continuamente con nuestro primer cerebro, lo que tiene importantes consecuencias", matiza.

La comunidad científica, hoy por hoy, tiene la creencia de que esta conexión es la responsable directa de que nuestro estado de humor tenga una repercusión tan severa en cómo de bien funciona nuestro tracto digestivo. El mayor ejemplo de esto son los pacientes que sufren el síndrome del intestino irritable (IBS, por sus siglas en inglés), que provoca problemas como diarrea, estreñimiento, inflamación o dolor estomacal. Como dice el doctor Pasricha, "desde hace décadas los investigadores y los médicos creyeron que la ansiedad y la depresión contribuían directamente a estos problemas. Pero nuestro estudio (entre otros) muestra que puede ser al revés". Lo que sugiere el doctor es que nuestro tránsito y salud intestinal pueden tener un efecto en nuestro estado de ánimo y nosotros podemos no comprender por qué nos sentimos así. "Esto explicaría por qué un porcentaje mayor de lo normal de gente con IBS desarrolla ansiedad y depresión", apunta el investigador. Y concluye: "Esto es algo muy importante dado que entre el 30% y el 40% de la población tiene problemas de intestino disfuncional en algún momento de sus vidas".

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Ahora, un nuevo descubrimiento ha abierto una novedosa vía de investigación: ¿pueden determinadas dietas, con una gran repercusión en la cantidad y diversidad de nuestra flora intestinal, alterar la función cerebral? Así lo cree un grupo de científicos de la Universidad de Leipzig. En concreto, se han centrado en cómo la fibra alimentaria puede tener una gran influencia, no solo en la composición de la flora intestinal, sino también en las señales de recompensa que llegan al cerebro y que actúan sobre el sistema de toma de decisiones (al menos en el relacionado con la comida).

La fibra alimentaria, como hemos explicado antes en Alimente, es lo que se denomina un prebiótico. Estas sustancias (o conjunto de varias) no contienen bacterias por sí mismas (esos son los probióticos, como el yogur), sino que su mecanismo de acción es el de proporcionar el alimento que necesitan esos microorganismos que viven en nuestro intestino y que prosperen. La fibra, en efecto, es el más esencial de esos nutrientes.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

El gran descubrimiento que han hecho los investigadores de la Universidad de Leipzig tiene una gran importancia para todas aquellas personas que padecen sobrepeso, pues se ha desvelado que el consumo de altas dosis de prebióticos dietéticos conlleva la reducción de la actividad cerebral de recompensa, que se activa con los estímulos alimentarios en respuesta a la ingesta de comidas muy calóricas. De hecho, como comenta uno de los autores del estudio, "los resultados sugieren una correlación entre nuestra salud gastrointestinal y la función cerebral, esta vez acerca de la toma de decisiones relacionadas con la comida".

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores reclutaron a 59 voluntarios, con sobrepeso y que seguían una dieta omnívora. A cada uno de esos sujetos de estudio, se les administró, de forma diaria, 30 gramos de inulina (una fibra alimentaria basada en cadenas muy largas de glucosa, sacada de la escarola) durante un periodo de 14 días. Durante el estudio, a los participantes se les realizaron resonancias magnéticas funcionales durante las cuales se les enseñaban imágenes de comida y se les preguntaba de 1 a 10 cuánto deseaban comerse esos alimentos. Tras salir de la resonancia, se les daba el plato al que más puntuación le habían dado.

Foto: Foto: iStock.

Estas resonancias se realizaron hasta en cuatro ocasiones, antes y después de la administración del prebiótico, y también antes y después de la administración del placebo. Como muestran los resultados, cuando los participantes valoraban las comidas altamente calóricas, existía (comparativamente hablando) una activación mucho menor de las áreas del cerebro encargadas de los mecanismos de recompensa tras haber ingerido los prebióticos (pero no el placebo).

Por si esto fuera poco, este cambio estaba siempre acompañado de una variación (positiva) de su flora intestinal.

Como señalan los investigadores, "es necesario que los estudios futuros investiguen si los tratamientos que alteran el microbioma pueden servir para diseñar nuevas vías para tratar la obesidad (o prevenirla) de forma menos invasiva". Todavía (como bien podemos deducir gracias a los cientos de estadísticas que existen al respecto) seguimos muy lejos de solucionar el problema de la obesidad, no solo en el mundo en conjunto, sino específicamente en España. Investigaciones como esta pueden tener una especial relevancia.

El cuerpo humano sigue lleno de misterios. Cierto es que cada día sabemos un poquito más, pero todavía hay incógnitas que no tienen respuesta. Una de las principales, que más llaman la atención de los científicos y que, en el futuro cercano, podría resultar absolutamente vital, es la relación entre el intestino y el cerebro.

Salud
El redactor recomienda