¿Cuál es el papel del ejercicio en el desarrollo de demencia?
Sabemos que el ejercicio es bueno para el cerebro y que la inactividad física tiene consecuencias para nuestra salud cognitiva. Nuevos datos indican que diez o más horas de inactividad se vinculan a un mayor riesgo
La actividad física diaria es sin duda una polipíldora que nos ayuda a prevenir la mayor parte de enfermedades asociadas a nuestro estilo de vida. Desde el año 2000, con el descubrimiento de la interleukina-6, sabemos que el simple hecho de la contracción muscular provoca la producción de cientos de sustancias denominadas exerquinas, con efectos beneficiosos para todo el organismo.
Esto incluye el cerebro, ya que sabemos que el ejercicio dispara la producción de una sustancia denominada factor neurotrófico derivado del cerebro (BDNF, por sus siglas en inglés). Esta sustancia es clave para la supervivencia de nuestras neuronas y ha demostrado que puede atenuar la disfunción cognitiva o mejorar la memoria a largo plazo.
A partir de 12 horas de comportamiento sedentario, este aumentaba a un 63%, siendo un 221% mayor con 15 horas de inactividad diaria
Un nuevo estudio lo ha demostrado a la inversa, cómo el sedentarismo o la falta de actividad física se asocia con un mayor riesgo de demencia senil. Esto se suma a otros como más probabilidad de enfermedad cardiovascular, diabetes, obesidad o depresión.
Un límite fácil de alcanzar
El estudio es ya conocido en este espacio; no es otro que los datos procedentes del Biobanco de Reino Unido, que reúne datos de salud de más de 50.000 participantes seguidos durante más de 7 años. Para medir su nivel de actividad física, se utilizaron acelerómetros en forma de pulsera durante una semana. Se midieron también los casos de demencia presentes en la muestra, para ver cuál era la relación entre el nivel de actividad física y el de la enfermedad. Los participantes no tenían demencia al inicio del estudio y su edad media fue de 67 años.
Los datos fueron muy claros: aquellos que eran sedentarios durante 10 horas al día tenían un 8% más de riesgo de demencia. A partir de 12 horas de comportamiento sedentario, este aumentaba a un 63%, siendo un 221% mayor con 15 horas de inactividad diaria. No hubo diferencias entre aquellos individuos cuyo sedentarismo se daba de forma continuada durante el día o bien de forma intermitente a lo largo de la jornada.
La mediana de tiempo sedentario en el estudio fue de 9,27 horas diarias, dato similar a la media en países como EEUU, que se sitúa en 9,5 horas diarias. Teniendo en cuenta el límite en el que aumenta el riesgo de demencia (unas 10 horas) y población en etapa laboral que trabaje principalmente sentada, vemos que es muy fácil alcanzar dicho límite. Algo preocupante.
Los hábitos, clave en la prevención
La demencia senil es una enfermedad asociada a la muerte neuronal, para la cual no hay un tratamiento farmacológico específico. Hay algunos fármacos que pueden ayudar a ralentizar el deterioro temporalmente, como algunos utilizados contra el alzhéimer. También se apoya el tratamiento con psicofármacos en el caso de aparecer cambios de comportamiento, algo común.
Nos encontramos una vez más con una enfermedad degenerativa para la que el tratamiento más efectivo es la prevención. Sabemos que hay factores de riesgo asociados a la demencia: obesidad, hipertensión, diabetes y la inflamación crónica.
Todos estos factores de riesgo de demencia son atacados positivamente por la actividad física. Al igual que se reducen con otros hábitos saludables como un buen descanso, alimentación saludable, evitar tóxicos como tabaco y alcohol, control de estrés y bienestar emocional o la estimulación cognitiva.
Como muestra un botón: un estudio encontró que caminar al menos 10.000 pasos diarios podría reducir el riesgo de demencia en un 50%.
Nuestra unidad de prevención cognitiva
En base a nuestra experiencia en la medicina preventiva para un envejecimiento saludable, hemos puesto en marcha la Unidad de Prevención Cognitiva en Clínica Dr. Durántez, liderada por la Dra. Sonia Tejada Solís.
La unidad está dirigida a toda la población sana con preocupación por evitar un deterioro cognitivo precoz o tardío, y especialmente aquellas con antecedentes familiares de alzhéimer o de demencia. El primer paso es efectuar una cognoscopia, que incluye un test neurológico específico y una analítica de sangre y orina. Dependiendo de los resultados, se añadirían otras pruebas tales como test genéticos (variantes APOE), una resonancia o un PET cerebral.
A partir de los resultados de la cognoscopia, planteamos el tratamiento con el protocolo ReCODE desarrollado por el Dr. Dale Bredesen. Este método ha demostrado en ensayo clínico ser efectivo no solo para detener el avance del deterioro cognitivo en pacientes de alzhéimer, sino también revertirlo.
El método ReCODE incluye el análisis de decenas de factores metabólicos, de hábitos y de exposición ambiental y que pueden tratarse mediante mejoras del estilo de vida, suplementación y tratamiento farmacológico en su caso. Dado que las enfermedades neurodegenerativas son de desarrollo lento, también hemos empezado a trabajar con el método PreReCODE, para pacientes con un riesgo alto según antecedentes o que quieran tomar medidas preventivas en cualquier etapa de su vida.
La actividad física diaria es sin duda una polipíldora que nos ayuda a prevenir la mayor parte de enfermedades asociadas a nuestro estilo de vida. Desde el año 2000, con el descubrimiento de la interleukina-6, sabemos que el simple hecho de la contracción muscular provoca la producción de cientos de sustancias denominadas exerquinas, con efectos beneficiosos para todo el organismo.