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La constancia, uno de los grandes pilares de la personalidad madura
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'TENER PERSPECTIVA'

La constancia, uno de los grandes pilares de la personalidad madura

El que es constante consigue ser estable y no se detiene en el cortoplacismo, sino que mira hacia la lejanía, por elevación, acostumbrado a vencerse aquí y allá

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La constancia es tenacidad sin desaliento o, dicho de otra forma, constancia es firmeza y perseverancia en los objetivos que uno se ha puesto. Es uno de los grandes pilares de la personalidad madura. Habiendo tomado una determinación concreta, constancia es no darse por vencido, crecerse ante las dificultades que surjan. Así se edifica un ser humano fuerte, firme, consistente, rocoso, de una pieza.

Todo hábito es continuidad en el esfuerzo: saber esperar y saber continuar. Es una forma de valentía contra la fatiga y la renuncia. Dice Unamuno en su Diario íntimo: “No darse por vencido, ni aun vencido; no darse por esclavo, ni aun esclavo”. La persona constante se ha ido haciendo a base de pequeñas renuncias, ganando batallas menudas hasta llegar a ser hercúleo, de piedra, difícil de derribar. Leí el libro La vida oculta de Fidel Castro, escrito por Juan Reinaldo Sánchez, que fue durante 17 años su guardaespaldas. En un momento determinado se dio cuenta del tráfico de drogas gestionado por Castro y su gente. Quiso dimitir de su cargo y fue a la cárcel, en donde recibió el trato habitual que se da en las cárceles cubanas. Al salir de prisión tuvo que reunir diez mil dólares, el dinero necesario para pagar a la red de pasadores y escapar de la isla. Su lucha fue titánica, sin desmayo, contra toda esperanza, pero al final consiguió escapar y llegar a México. Fueron años duros, terribles, propios del comunismo más atroz, pero roto y deshecho, Sánchez se creció ante las dificultades y fue capaz de contar lo vivido en un libro: había perseguido este objetivo.

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El que es constante consigue ser estable y no se detiene en el cortoplacismo, sino que mira hacia la lejanía, por elevación, acostumbrado a vencerse aquí y allá. El orden y la constancia tienen como fruto inmediato objetivos concretos, medibles, bien delimitados. El fruto mediato es la alegría, que es estar contento, intentando sacar lo mejor que llevamos dentro, venciendo presiones y resistiendo infortunios. De ese modo se va ganando en fortaleza y es uno cada vez más libre.

La vida diaria sigue siendo la gran cuestión. El secreto del éxito de muchas vidas descansa en haber trabajado bien estos dos pilares: bravura intrépida escondida en el remanso de muchos días sencillos y normales, y la grandeza de hacer bien lo ordinario y saber llevar los momentos malos. Así todo se desliza hacia una vida lograda, que no es otra cosa que autorrealización. La inteligencia tiene en la constancia un soporte decisivo; los dos mejores amigos de la inteligencia son el orden y la constancia. Un binomio inseparable.

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La constancia presupone que somos vulnerables, pues hay un sinfín de ocasiones que nos hacen pensar en abandonar lo comenzado. Cuando nos tienta la inconstancia asoman muchos factores a la vez: desánimo, cansancio por los contratiempos, ausencia de resultados cercanos… La imaginación inventa objetivos que parece que se pueden conseguir sin esfuerzo o, lo que es muy frecuente, establece comparaciones con otras vidas más simples y positivas. El que es constante mira hacia delante con la tenacidad de alcanzar la cima deseada, y por eso se mantiene firme, inalterable. De ahí la enorme importancia de la motivación, que es la que tira de ese esfuerzo hacia delante. Hay un hilo conductor entre ambas: si la motivación es fuerte, perseverar es más fácil. Se anticipa la meta, al menos en la imaginación del luchador.

Un signo de madurez de la personalidad es la visión de futuro. Quien la posee tiene mucho terreno ganado, porque sabe quitarles importancia a las contingencias que van apareciendo. Cuenta con ellas, las relativiza y continúa en su empeño. Va consiguiendo que los avatares negativos no le saquen de la línea emprendida. Vencer adversidades, dificultades, problemas de fuera y de dentro, es la mejor manera de que uno se demuestre a sí mismo que puede, que ese atrevimiento tiene sentido y que no abandonar los objetivos le hace a uno cada vez más fuerte. Esas pequeñas victorias, ese crecerse ante los obstáculos, son un gran entrenamiento. Muchas veces buscamos una seguridad o una demostración de que aquello a lo que aspiramos lo alcanzaremos. La duda, la dificultad, la inseguridad de si se conseguirá o no son parte de la vida misma. Vuelve aquí la importancia de tener los objetivos claros.

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Para entrenar bien la constancia hay que saber lo que queremos. Querer es activar la perseverancia sobre aquello a lo que uno aspira y que se ha fijado como propósito. Por eso la falta de claridad, la dispersión de los objetivos, la falta de exactitud en las pretensiones… son cosas que no ayudan.

La constancia es tenacidad sin desaliento o, dicho de otra forma, constancia es firmeza y perseverancia en los objetivos que uno se ha puesto. Es uno de los grandes pilares de la personalidad madura. Habiendo tomado una determinación concreta, constancia es no darse por vencido, crecerse ante las dificultades que surjan. Así se edifica un ser humano fuerte, firme, consistente, rocoso, de una pieza.

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