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Cómo la OMS declaró a Coca-Cola la guerra del aspartamo y la perdió en un solo asalto
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HISTORIA DE UN FIASCO

Cómo la OMS declaró a Coca-Cola la guerra del aspartamo y la perdió en un solo asalto

En julio, la Organización Mundial de la Salud declaró el edulcorante "posiblemente cancerígeno". La industria logró rechazar el ataque, pero nuevos estudios podrían reavivarlo

Foto: El aspartamo está presente en refrescos edulcorados. (iStock)
El aspartamo está presente en refrescos edulcorados. (iStock)
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El pasado 14 de julio, la Organización Mundial de la Salud soltó la bomba, no por esperada menos ruidosa: el aspartamo, uno de los edulcorantes más utilizados del mundo, era "potencialmente cancerígeno", proclamó a través de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC). El aditivo fue clasificado en el nivel 2B, el tercero con mayor nivel de riesgo tras cancerígeno y probablemente cancerígeno, y donde podemos encontrar compuestos como la gasolina, el cobalto o el extracto de aloe vera.

En el pasado, este centro se ha visto envuelto en polémicas al no saber explicar realmente este tipo de decisiones, que suelen contener mucha letra pequeña, como le sucedió con la carne roja, igualmente clasificada hace unos años como probablemente cancerígena. Francesco Branca, director del Departamento de Seguridad Alimentaria de la OMS, matizó que no estaban tildando de cancerígeno el aspartamo, sino señalando que si se supera la barrera de 40 miligramos por kilo al día —equivalente a entre nueve y 14 latas de refresco—, el edulcorante deja de ser seguro.

"Las evaluaciones del aspartamo han indicado que, si bien la seguridad no es una preocupación importante con las dosis que se usan comúnmente, se han descrito efectos potenciales que necesitan ser investigados mediante más y mejores estudios", dijo Branca en rueda de prensa.

En un momento en que el azúcar es tildado de veneno blanco y se está viendo desplazada por edulcorantes no calóricos, ver en la misma frase que la palabra cáncer uno de los aditivos más usados por la industria alimentaria para sustituir al azúcar resultó un duro golpe, reputacional y estratégico.

placeholder Molécula de aspartamo. (EC)
Molécula de aspartamo. (EC)

Coca-Cola ha sido de las principales corporaciones afectadas por la medida. El aspartamo es un ingrediente imprescindible en las versiones Zero y Light de Coca-Cola, Sprite, Fanta o Nestea. Además, la empresa de Atlanta ha hecho un enorme esfuerzo en los últimos años por desterrar la noción de que sus refrescos carbonatados azucarados son la gasolina de los obesos. Con la clasificación del aspartamo como "posiblemente cancerígeno", la OMS estaba lanzando un torpedo al futuro de la industria de los refrescos.

Tras el anuncio, la respuesta de los grandes fabricantes no se hizo esperar. "No tenemos planes para cambiar nuestro portfolio de productos en relación con dónde estamos ahora mismo con el aspartamo", dijo a Reuters Hugh Johnson, CFO de PepsiCo, horas antes de que la OMS lanzara su advertencia. "De sobra, el peso de la evidencia científica sugiere que el aspartamo es seguro como ingrediente y obviamente tiene el beneficio de no tener calorías". La empresa, no obstante, tomó la decisión de retirarlo de sus productos en 2015 pero acabó volviendo a él. Minutos después del anuncio, Coca-Cola se sumó: "No estamos planeando cambiar nuestras recetas que contienen este ingrediente".

Los fabricantes de bebidas reaccionaron al anuncio tratando de calmar un posible pánico de los consumidores. Aquel día, muchos medios de comunicación escogieron la imagen de una Coca-Cola Light para ilustrar la noticia del golpe de la IARC, pero en realidad la advertencia no fue capaz de hacerle un rasguño a la multinacional de bebidas.

La industria no estaba sola en su defensa del edulcorante. Organizaciones prestigiosas como la FDA estadounidense, la EFSA europea o el Comité Mixto de Expertos en Aditivos Alimentarios de la FAO y la OMS habían refrendado en varias ocasiones la seguridad del aspartamo. Y sin embargo, hace unos días el Washington Post reveló que la American Beverage Association —una asociación sectorial liderada por Coca-Cola, Pepsi y Dr. Pepper— había pagado a algunos nutricionistas estadounidenses para que difundieran mensajes sobre la seguridad del aspartamo.

¿Se trataba solo de ganar la batalla por el relato o realmente estaban apareciendo grietas sobre la seguridad del popular edulcorante?

Crucial para la industria alimentaria

Las empresas de alimentación llevan décadas buscando el sustituto perfecto para el azúcar, que es, por supuesto el edulcorante perfecto. Sirve tanto para bebidas como para bollería (horneados) o golosinas, su sabor es armónico y gradual, un exceso no es particularmente pernicioso, al menos a corto plazo. Su gran problema son las calorías y los efectos a largo plazo sobre la salud cardiovascular o dental. Sin embargo, al intentar sustituirla por edulcorantes artificiales no calóricos empiezan los problemas: la sacarina, por ejemplo, no resiste bien ser horneada y su sabor puede distorsionarse y hacerse más amargo. Otros como el maltitol ofrecen más versatilidad, pero tienen efectos laxantes si uno ingiere un bombón o lata de más.

El aspartamo no es perfecto, pero soluciona muchos problemas para la industria alimentaria. Por ello se ha impuesto en los últimos años a alternativas como la sacarina o el benzoato de sodio como el sustituto de facto para el azúcar en países desarrollados. Es un edulcorante de alta intensidad, 200 veces más dulce que el azúcar. Esto a una empresa como Coca-Cola le reporta múltiples ventajas: a escala logística, es más barato transportar y usar un kilogramo de aspartamo que 200 de azúcar, puede ofrecerlo a todo tipo de públicos —incluyendo niños, diabéticos o mujeres embarazadas— que pueden consumirlo más frecuentemente que un refresco normal.

Parecía el Santo Grial, pero desde su descubrimiento en Estados Unidos en 1974, su popularidad ha atravesado luces y sombras; en 1980 llegó a ser prohibido temporalmente hasta que otros estudios acabaron avalando su seguridad. Dos años más tarde, se lanzaba mundialmente la Coca-Cola Light, cuyo edulcorante clave era el aspartamo y a partir de ahí no hubo vuelta atrás. La industria comenzó a introducirlo en otras bebidas, en gelatinas o en galletas.

placeholder Los productos de Coca-Cola fueron la imagen de la crisis del aspartamo. (Reuters/S. Stapleton)
Los productos de Coca-Cola fueron la imagen de la crisis del aspartamo. (Reuters/S. Stapleton)

No es hasta 2005 cuando varios grupos europeos comenzaron a cuestionar la posibilidad de que un consumo elevado y a largo plazo de aspartamo pudiera acabar provocando problemas: se estudió el daño al ADN, el cáncer, el daño cerebral o su capacidad de afectar al desarrollo del feto y en ningún caso se encontraron resultados concluyentes.

El aspartamo está formado por dos aminoácidos que están presentes en nuestro organismo de forma natural: el ácido aspártico y la fenilalanina, a la que se añade un grupo metilo para provocar ese sabor dulce. Este hecho es importante, ya que cuando ingerimos un producto con aspartamo, este acaba siendo descompuesto por las enzimas del estómago sin dejar ningún otro rastro en el cuerpo. Esto da muchos puntos cuando un organismo científico como la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) decide sobre la seguridad de un compuesto.

Además, Europa logró hace cuatro años otro hito en relación al aspartamo: su propia fábrica. Llevábamos décadas dependiendo del aspartamo asiático (casi todo procedía de china o de la japonesa Ajinomoto) hasta que un fondo de inversión 100% europeo adquirió por completo en 2019 el centro de producción de Gravelines, al norte de Francia. Esto permitía a la UE disponer, por primera vez, de su propia fuente de este cotizado edulcorante. A partir de ahí, pudo permitirse desplegar nuevas leyes antidumping para combatir los bajos precios del aspartamo chino.

¿Por qué la OMS dio la voz de alarma?

La EFSA lleva muchos años examinando de cerca al edulcorante y, hasta ahora, siempre le ha dado luz verde en sus evaluaciones. Para el organismo, que la IARC haya dado este aviso no es incompatible con su labor. "La EFSA y esta agencia de las Naciones Unidas llevan a cabo tipos separados de evaluaciones, con diferentes alcances", explican a El Confidencial desde Parma, sede de la agencia europea. Básicamente, ellos realizan una evaluación completa de los riesgos de un aditivo para darle a los legisladores una lista de cuáles se pueden usar en alimentación y en qué proporción.

Por su parte, el IARC se dedica a identificar fuentes potenciales de carcinogenicidad, lo cual no quiere decir que algo genere cáncer sino que podría hacerlo si se consumiera de forma desaforada, en este caso, más de 40 miligramos por kilo de peso al día. "Actualmente, no hay indicios de que se supere el índice diario aceptable de 40 mg/kg de peso corporal por día en ninguno de los grupos de edad de la población", añaden desde la EFSA.

Sin embargo, algo sucedió para que los expertos en cáncer de la OMS dieran la voz de alarma. Ese algo fue el estudio francés NutriNet-Santé, publicado en 2022 por la revista PLoS Medicine. El trabajo consistía en el seguimiento durante varios años de una cohorte de 102.865 franceses y su conclusión fue clara: "Los edulcorantes artificiales (especialmente el aspartamo y el acesulfamo-K) que son usados por muchas marcas de bebida y comida en todo el mundo, están asociados con un incremento en el riesgo de cáncer".

El estudio francés resultó decisivo para que la OMS lanzara su advertencia en julio

No era un caso único. Un artículo muy reciente, publicado en el International Journal of Cancer por investigadores españoles, establece también una asociación "entre un alto consumo de aspartamo y otros edulcorantes artificiales y diferentes tipos de cáncer entre participantes con diabetes".

Anna Palomar, investigadora en el ISGlobal de Barcelona y una de las autoras del estudio, explica a El Confidencial que estos resultados, o el aviso del IARC, "no quiere decir que haya que dejar de consumir productos light, pero hay que ser consciente de que un alto consumo a largo plazo puede tener consecuencias negativas para la salud, y no solo sobre el riesgo de cáncer, sino de diabetes o de enfermedad cardiovascular".

Los defensores del aspartamo pueden mostrar docenas de estudios realizados durante décadas (la mayoría de los años setenta, cuando se descubrió) que avalan su seguridad, pero esta rotundidad palidece cuanto más nos acercamos al presente. Los estudios más recientes no son tan asertivos, y aparte, no solo se preguntan por la molécula en sí, sino por su consumo acumulado durante años y en combinación con otros aditivos.

Menos aspartamo, más edulcorantes

Como suele suceder en todos los thrillers, la puñalada de la OMS al rey de los edulcorantes ha sucedido cuando este ya se estaba batiendo en retirada. Un estudio español ha analizado las tendencias en el uso de estos aditivos. El resumen es que cada año hay una gama más amplia de productos que tienen edulcorantes no calóricos como ingrediente principal. Ojo, no solo aquellos etiquetados como sin azúcar, light o zero. También han encontrado casos en los que el azúcar convencional se ha reducido en las formulaciones para hacer hueco a la sucralosa, el sorbitol, el ciclamato o la sacarina.

En total hay 19 compuestos aprobados por la Unión Europea para realizar estas funciones y, poco a poco, la dictadura del aspartamo está pasando a ser una coalición de edulcorantes. Datos de 2007 le daban al aspartamo una cuota de mercado de más del 60% dentro de su segmento, edulcorantes de alta intensidad. Poco después, un estudio realizado en Bélgica (2010) seguía señalando al aspartamo —solo o en combinación con acesulfamo-K, su nuevo mejor amigo— como el edulcorante más utilizado, pero ya con un 34% de prevalencia. El estudio español, que recoge datos de hasta 2019, sitúa ya al sorbitol, manitol y sucralosa por delante. El aspartamo no desaparece en ningún caso, pero ya es solo una parte del mix.

Por ahí van los esfuerzos del presente y futuro en la EFSA: detectar los efectos para el organismo que puede tener un consumo cada vez más alto de edulcorantes, pero donde el "sospechoso" aspartamo tiene cada vez menos importancia.

"Estamos revisando la evaluación de dos edulcorantes relacionados, la sal de aspartamo-acesulfamo (E 962) y el neotamo (E 961)", explican a El Confidencial desde la agencia. "Actualizaremos nuestra evaluación de la exposición dietética al aspartamo para tener en cuenta posibles cambios en los usos, los niveles de uso y los patrones de consumo dietético desde nuestra reevaluación del aspartamo en 2013".

Con todo, parece improbable que la situación cambie en Europa. En el precedente más inmediato que tenemos, el comité de expertos en aditivos alimentarios de la OMS (JECFA) acaba de contraprogramar a sus expertos en cáncer y reconfirmar que el límite de 40 miligramos de aspartamo por kilo de peso al día sigue siendo aceptable.

placeholder Una cucharada de aspartamo en una taza de té. (EC)
Una cucharada de aspartamo en una taza de té. (EC)

En realidad, el mayor golpe lanzado desde la OMS fue el que pasó más desapercibido. Sucedió un par de meses antes, en mayo, cuando Branca volvió a subir al atril y dijo a los cuatro vientos: "Reemplazar el azúcar con edulcorantes no ayuda a bajar de peso a largo plazo". Es más, resulta contraproducente. Por ahí es por donde empieza a asomar la verdadera cara del aspartamo. En sí mismo no es cancerígeno, pero quienes lo consumen más a menudo tienen de forma natural un mayor riesgo de cáncer.

"Correcto, las personas con obesidad y con diabetes tienden a consumir más productos light y, además, tanto la obesidad como la diabetes son un factor de riesgo establecido de algunos tipos de cáncer", indica Camille Lassale, investigadora en epidemiología nutricional y enfermedad cardiovascular en ISGlobal y, como Palomar, coautora del estudio español sobre el edulcorante.

La industria de las bebidas cree haber ganado esta guerra a la OMS con la evidencia de los estudios científicos, pero quizá solo haya sido una batalla y pronto tenga que enfrentarse a la verdad más incómoda: el aspartamo no genera enfermos, sino que los señaliza.

El pasado 14 de julio, la Organización Mundial de la Salud soltó la bomba, no por esperada menos ruidosa: el aspartamo, uno de los edulcorantes más utilizados del mundo, era "potencialmente cancerígeno", proclamó a través de la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer (IARC). El aditivo fue clasificado en el nivel 2B, el tercero con mayor nivel de riesgo tras cancerígeno y probablemente cancerígeno, y donde podemos encontrar compuestos como la gasolina, el cobalto o el extracto de aloe vera.

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