El primer piloto que cruzó el Atlántico y al que le debe mucho el éxito la cirugía cardiaca
La vida de Charles Lindbergh es de película: héroe de la aviación, desgracia familiar, simpatizante nazi y anticomunista. Primero aclamado y luego repudiado. Su alianza con Alexis Carrel abrió la puerta al sistema de circulación extracorpórea
Este año se celebra el 70 aniversario de la máquina de circulación extracorpórea (CEC), diseñada por John Gibbon en 1953. Gracias a ella se realizó la primera intervención en un corazón. La historia de esta máquina corazón-pulmón (que permite parar el corazón mientras se garantiza el riego al resto del organismo, incluyendo, por supuesto, el cerebro) no tiene parangón y es digna de ser contada. Aunque Gibbon ha quedado para la posteridad como el inventor, su trabajo no hubiera sido posible sin la contribución previa de otros cirujanos e ingenieros, algunos ya famosos por otras heroicidades.
Cuando vi la por primera vez la película El héroe solitario (Billy Wilder, 1957), me quedé prendado de la historia de Charles Lindbergh, el primer hombre en atravesar el Atlántico sin escalas y en solitario, a los mandos del avión El Espíritu de San Luis, en cuyo diseño Lindbergh también contribuyó (estudió ingeniería mecánica aunque no acabó sus estudios). La hazaña tuvo lugar en 1927, cuando el aviador despegó en Nueva York, aterrizando en París treinta y tres horas después. El protagonista de la película, James Stewart, está sublime en el papel y el paralelismo con el protagonista real no deja indiferente (ambos medían 1,91 cm, eran bien parecidos y tenían don de gentes).
Tras la gesta, Lindbergh se torna un héroe nacional, a la altura de las famosas estrellas de cine de la época (Charles Chaplin y Rodolfo Valentino), y realiza una gira homenaje por todos los estados del país, que lo acogen como un ídolo de masas. Dos años después, se casa con la filósofa, escritora y también aviadora Anne Spencer Morrow, con la que tiene doce hijos.
El 1 de marzo de 1932, un suceso conmociona la vida de la familia Lindbergh cuando Charles, el primogénito, de veinte meses, es secuestrado. Al tratarse del primer hijo varón de una de las familias más importantes de los Estados Unidos, la desgracia familiar se convierte en una tragedia nacional. Mediante un anónimo se solicita un rescate económico, y todo el país se moviliza sensibilizado por el suceso; desde el presidente Herbert Hoover hasta el mismísimo Al Capone, que ofrece ayuda económica desde su celda. El país se vuelca con los Lindbergh, pero desgraciadamente, dos meses después, un camionero encuentra el cuerpo del pequeño en una cuneta. Tras dos largos años de investigaciones, se declara como culpable a Bruno Richard Hauptmann, exmilitar alemán, carpintero y prófugo de la justicia. Es condenado a morir en la silla eléctrica y la sentencia se ejecuta el 3 de abril de 1936.
Vacaciones con parada en Santoña
La escritora Agatha Christie se encontraba por aquel entonces trabajando en su última novela de misterio cuando Hauptmann no había sido aún arrestado ni condenado. Sensibilizada con la tragedia de los Lindbergh, centra la trama en el asesinato de un malvado que ha secuestrado un bebé (tal y como había sucedido con el pequeño de los Lindbergh). Al igual que con el resto de sus obras, la escritora decide la genial solución que todos conocemos y que la encumbra como reina del misterio. La novela se llamaba Asesinato en el Orient Express.
Con el propósito de olvidar la desgracia, los Lindbergh se dedicaron a viajar por Europa. El 11 de noviembre de 1933, sobrevolando la costa cantábrica, y a causa de la niebla, se ven obligados a amerizar de urgencia en aguas de la localidad de Santoña. Los lugareños no dan crédito a lo que ven sus ojos: se trata del coronel Lindbergh y de su esposa. Al parecer, su destino inicial era Lisboa, pero el mal tiempo les ha hecho desviarse de la ruta.
[Los Lindbergh] despegaron, dejando abajo a todos los asombrados santoñeses, en una escena que bien pudiera parecerse a aquella mítica de 'Bienvenido, Mister Marshall'
El primer escollo lo constituye la barrera idiomática, ante una multitud que observa el aeroplano con asombro. Por suerte, alguien de la familia Albo (la misma que regenta la actual fábrica de conservas Albo) habla inglés, y le ofrece al famoso matrimonio pernoctar en la casa de los dueños de la conservera. Aquella noche, los Albo reciben llamadas telefónicas de periodistas de medio mundo. Al día siguiente, según las crónicas, la casa consistorial ofrece un ágape antes de la partida de los americanos, y resulta tan dispendioso que el municipio llegaría a tardar meses en recuperar las arcas públicas. Finalmente, despegaron, dejando abajo a todos los asombrados santoñeses, en una escena que bien pudiera parecerse a aquella mítica de Bienvenido, Mister Marshall.
Una hermana cardiópata
En 1935, Lindbergh y su familia aún no se habían recuperado emocionalmente, y la presión mediática era asfixiante, así que decidieron trasladar su residencia a Europa de manera definitiva. Charles era un hombre intrépido, visionario y amante de la ciencia, y desde siempre había quedado muy afectado por la enfermedad cardiaca que padeció su hermana, la cual le había provocado una parada cardiaca como consecuencia de una valvulopatía.
Desde su nueva ubicación en una pequeña isla del noroeste de Francia, Lindbergh tuvo la oportunidad de conocer al Dr. Alexis Carrel, una eminencia en estudios científicos sobre suturas vasculares, cultivos de tejidos y trasplantes de órganos, trabajos por los que había sido premiado con el Nobel en 1912.
El Dr. Carrel, de inmediato, decide trabajar con aquel americano espigado y famoso, tan interesado en la circulación sanguínea y en el funcionamiento del corazón como bomba. Un flechazo a primera vista. Como objetivo: aunar el conocimiento de ambos, cada uno en su disciplina, y mejorar las posibilidades de éxito en el tratamiento de las enfermedades cardiovasculares.
Entre los años 1935 y 1939, realizan experimentos sobre perfusión [paso de sangre a través del torrente circulatorio hacia un órgano o tejido] de órganos con una bomba mecánica que ha diseñado el aviador, y que llaman la Lindbergh-RIMR perfusion pump. En otras palabras: esta bomba de perfusión mantiene vivos los órganos fuera del cuerpo y es una precursora de la bomba de CEC que inventará Gibbon años después, así como de las asistencias circulatorias que se implantan hoy en día.
Las contribuciones de Carrel y Lindbergh han de ser consideradas, sin duda, como los cimientos sobre los que se ha ido construyendo la historia de los corazones artificiales
El Dr. Carrel (que años atrás había trasplantado un corazón de un perro a otro) pasa a trabajar en esta área a raíz de las colaboraciones con Lindbergh, y consigue perfundir corazones de gato fuera del cuerpo del felino durante más de doce horas. Fueron muchos otros los experimentos que la pareja realizó y que quedaron para la posteridad en un libro publicado en 1938 titulado The Culture of Organs. Sus contribuciones han de ser consideradas, sin duda, como los cimientos sobre los que se ha ido construyendo la historia de los corazones artificiales.
Simpatía con el nazismo
En aquellos años, durante una visita a Alemania, Lindbergh fue requerido como consultor del potencial armamentístico de la Luftwaffe. Allí, vivió en primera persona el surgimiento del nazismo y llegó a ser condecorado por el mismísimo Hermann Göring, quien le concedió la Cruz de la Orden del Águila. A su regreso a los Estados Unidos, la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de estallar y se convirtió en uno de los líderes del movimiento que pretendía que, bajo ninguna circunstancia, Estados Unidos entrara en el conflicto bélico. Lindbergh estaba seguro de que Hitler iba a ganar la guerra y se dice que compartía su filosofía nacionalsocialista.
Aunque durante el conflicto con Japón participó en acciones de combate contra aviones nipones en el Pacífico, llegó a convertirse en persona non grata. El héroe del país se había tornado un villano antisemita. Lindbergh pasó al ostracismo mediático y se dedicó a la arqueología realizando extraordinarios descubrimientos. Falleció el 26 de agosto de 1974.
En 'La conjura de América', de Philip Roth, el aviador, ahora presidente de Estados Unidos, culpa públicamente a los judíos de empujar al país hacia una guerra absurda con la Alemania nazi y, tras acceder al cargo, negocia un acuerdo cordial con Hitler
Lindbergh realizó públicamente declaraciones anticomunistas y antisemitas, que generaron gran controversia y mucha alarma social entre los judíos americanos. El libro La conjura contra América, del escritor Philip Roth, publicada en 2004, plantea una distopía en la que Franklin Roosevelt es derrotado en las elecciones presidenciales por Lindbergh. El aviador, ahora presidente de Estados Unidos, no solo culpa públicamente a los judíos de empujar al país hacia una guerra absurda con la Alemania nazi, sino que, tras acceder al cargo, negocia un acuerdo cordial con Adolf Hitler.
En definitiva, el personaje real que protagonizó James Stewart no nos deja indiferente. Una vida de película, con todos los tópicos clásicos: aventura, heroísmo, misterio, ciencia y caída en desgracia. Como se dice al final de otra obra maestra de Billy Wilder, “nadie es perfecto” (Con faldas y a lo loco, 1959).
Que se mejoren.
Este año se celebra el 70 aniversario de la máquina de circulación extracorpórea (CEC), diseñada por John Gibbon en 1953. Gracias a ella se realizó la primera intervención en un corazón. La historia de esta máquina corazón-pulmón (que permite parar el corazón mientras se garantiza el riego al resto del organismo, incluyendo, por supuesto, el cerebro) no tiene parangón y es digna de ser contada. Aunque Gibbon ha quedado para la posteridad como el inventor, su trabajo no hubiera sido posible sin la contribución previa de otros cirujanos e ingenieros, algunos ya famosos por otras heroicidades.
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