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¿Qué es la hipertensión renal y qué relación tiene con la hipertensión arterial?
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UNA AFECTA A LA OTRA

¿Qué es la hipertensión renal y qué relación tiene con la hipertensión arterial?

El correcto funcionamiento de los riñones depende, entre otras cosas, de contar con una tensión arterial adecuada. De no ser así, las consecuencias pueden ser importantes

Foto: La hipertensión renal es una causa de hipertensión producida por una disminución del flujo sanguíneo al riñón. (iStock)
La hipertensión renal es una causa de hipertensión producida por una disminución del flujo sanguíneo al riñón. (iStock)

Cuando la presión arterial alta se niega a ser controlada a pesar de estar bajo tratamiento con varios fármacos, probablemente estemos ante un motivo de suficiente peso como para sospechar que padecemos hipertensión renal o renovascular. A partir de ahí, llegar a concretar el diagnóstico no es sencillo. De hecho, según la doctora Isabel Jiménez Martínez, del Servicio de Medicina Interna en el Hospital Universitario HM Rivas, la hipertensión arterial y la renal son dos patologías "que están estrechamente relacionadas y habitualmente resulta indistinguible una de otra".

Afecciones interconectadas

A pesar de la vinculación que hay entre ambas, la experta señala las diferencias más relevantes que mantienen. Por un lado, nos recuerda que "la hipertensión renal es una forma secundaria de hipertensión arterial, debiendo tener un alto índice de sospecha para diagnosticarla". Y por otro, recalca que "la diferencia entre ambas radica en que la hipertensión renal se origina a nivel renal, por obstrucción de los vasos que llevan el flujo de sangre a nuestros riñones, mientras que la hipertensión arterial, de la que normalmente hablamos, denominada esencial, puede acabar afectando al riñón entre otros órganos importantes, así como al corazón, el cerebro o la vista".

La hipertensión arterial y la renal están relacionadas y, habitualmente, resultan indistinguibles

Además, "la hipertensión renal puede causar o empeorar la hipertensión arterial, ya que la obstrucción en las arterias renales reduce el flujo sanguíneo a los riñones, lo que hace que estos liberen más renina, una enzima que activa el sistema renina-angiotensina-aldosterona, que es un mecanismo que aumenta la presión arterial al contraer los vasos sanguíneos y retener sal y agua en el cuerpo", resume la experta. En definitiva, "están intrínsecamente relacionadas y el mal control de una puede afectar a la otra".

Causas comunes y otras más raras

El 90% de los casos de hipertensión renovascular está relacionado con la formación de placas de ateroma que obstruyen la luz sanguínea al riñón. Cuando esto ocurre, "suele afectar a ambos riñones, provocando, por un lado, un deterioro de la función de nuestros riñones, y por otro, un agravamiento de la hipertensión arterial al estimular la secreción hormonal de renina que produce la retención de agua y sodio", aclara la experta.

placeholder La causa más frecuente de hipertensión renal se relaciona con la arteriosclerosis de las arterias renales. (iStock)
La causa más frecuente de hipertensión renal se relaciona con la arteriosclerosis de las arterias renales. (iStock)

Ahora bien, ¿qué pasa con el 10% restante de la casuística de la hipertensión renovascular? Hay varias situaciones desencadenantes, entre ellas "la más frecuente es aquella que se relaciona con la arteriosclerosis de las arterias renales inducida por la diabetes, el colesterol y el tabaquismo como factores más importantes, sobre todo en personas mayores de 50 años", apunta la doctora.

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Sin embargo, no es posible limitar el perfil de las personas afectadas por hipertensión renal a aquellas que superan la cincuentena, ya que "también podemos ver la aparición de este problema en individuos más jóvenes. Estos casos -señala Jiménez- suelen estar relacionados con causas más raras como la displasia fibromuscular, enfermedad que se da sobre todo en mujeres jóvenes y que por un crecimiento exagerado de las células musculares de la pared arterial produce obstrucción del flujo al riñón".

Hay otros motivos menos frecuentes como "aortitis, trombosis, anomalías congénitas, fibrosis posradioterapia o compresiones extrínsecas de la arteria renal", añade la experta, quien considera que en este "saco" podemos meter "cualquier causa que reduzca la perfusión de sangre a nuestros riñones".

Sospechas con fundamento

Una de las señales más fiables que podrían ser el síntoma de hipertensión renovascular, y por la que se debería consultar al médico, es "una presión arterial alta que no logramos controlar a pesar de tomar tratamiento con varios fármacos", alerta la experta, a la que añade "el deterioro progresivo de la función de nuestros riñones que se refleja con la determinación de la creatinina en una analítica".

A la larga, el deterioro de la funcionalidad renal puede llevar a diálisis o un trasplante renal

Existe otro colectivo que también debería acudir a la consulta del especialista, el de "aquellos pacientes que al inicio de un tratamiento antihipertensivo con un inhibidor de la enzima convertidora de angiotensina o antagonistas de los receptores de la angiotensina II, tipo enalapril, ramipril, losartan…, presenten en la analítica un empeoramiento de la función renal o tengan una respuesta exagerada y les baje mucho la presión arterial", agrega.

Por tanto, la hipertensión arterial es clave en el diagnóstico y tratamiento de la renal. Por esta razón, las personas más propensas a sufrir esta dolencia son aquellas que también padecen tensión alta arterial. Es decir, "los individuos con más carga arterosclerótica, que son los pacientes fumadores, diabéticos y que tienen el colesterol alto".

Además, la experta señala la importancia del tabaquismo en la afectación arterial de forma generalizada, "aunque también el consumo de otros tóxicos como el alcohol y la cocaína puede llevar por diferentes mecanismos a la hipertensión renovascular".

En el peor de los casos, diálisis o trasplante renal

La hipertensión renal es una condición que puede tener graves consecuencias a largo plazo si no se trata adecuadamente. Una de las más serias se refiere al deterioro de la funcionalidad renal, lo cual conlleva "que no podamos filtrar bien las toxinas de nuestro cuerpo y que, a la larga, sea necesario un tratamiento en diálisis o un trasplante renal", advierte la doctora.

placeholder La hipertensión renal puede causar o empeorar la hipertensión arterial. (iStock)
La hipertensión renal puede causar o empeorar la hipertensión arterial. (iStock)

También la hipertensión renovascular puede aumentar el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, que se manifiestan en forma de angina de pecho, infarto de miocardio o ictus. Además, "acelera en muchas ocasiones la hipertensión preexistente y puede amenazar la función de nuestros riñones, así como empeorar la patología cardiaca que pueda tener ya el paciente", apostilla.

Estrategias terapéuticas

Con el diagnóstico en la mano, el objetivo del tratamiento es conseguir un adecuado control de la tensión e intentar preservar la función renal. "Actualmente, el bloqueo del sistema renina-angiotensina es un elemento importante para conseguir el control tensional que se logra con los fármacos pertenecientes al grupo de los inhibidores de la ECA o ARAII, aunque muchas veces precisa de la asociación de tratamiento con diuréticos para conseguir un adecuado control de la tensión", sostiene Jiménez.

Ahora bien, "dado que es cierto que gran parte de la hipertensión renovascular se desarrolla en el contexto de un paciente con un riesgo cardiovascular preexistente, es decir, aquel que ya está diagnosticado de hipertensión arterial, hipercolesterolemia, diabetes o que es fumador, gran parte del esfuerzo terapéutico debe ir dirigido a reducir el riesgo de estos pacientes en desarrollar hipertensión renovascular".

Por otro lado, cuando la hipertensión renal está establecida y hay un claro daño renal, "se puede optar por combinar tratamiento médico asociado a revascularización mediante dilatación y colocación de stents endovasculares e incluso cirugía", añade.

Dieta baja en sal, grasas saturadas y rica en fibra

Una de las herramientas de apoyo que forman parte del tratamiento para controlar la hipertensión renovascular es la alimentación, y sobre todo, el hecho de mantener un peso saludable. "Una dieta adecuada sería aquella que es baja en sal y rica en fibra. Además, es importantes limitar el consumo de grasas saturadas y trans, ya que aumentan el colesterol y el riesgo de arteriosclerosis. También es recomendable aumentar el consumo de grasas insaturadas que se encuentran en el aceite de oliva, el aguacate, pescado azul, y moderar también el consumo de alcohol y cafeína", aconseja la doctora, quien recomienda "llevar una dieta mediterránea, hacer ejercicio regularmente y evitar el tabaco y alcohol".

¿Se puede revertir el problema?

Sabemos que la hipertensión renovascular es una forma de hipertensión secundaria. Esto quiere decir que "hay una causa identificable y que, por lo tanto, podemos actuar sobre ella. Si se trata de una forma precoz, podemos llegar a controlarla y retrasar la progresión de la enfermedad renal y prevenir las complicaciones cardiovasculares". Pero "si la hipertensión ha actuado sobre el riñón de forma prolongada -advierte la doctora-, ese daño puede ser irreparable, y en ese caso podríamos requerir de diálisis o trasplante renal".

Cuando la presión arterial alta se niega a ser controlada a pesar de estar bajo tratamiento con varios fármacos, probablemente estemos ante un motivo de suficiente peso como para sospechar que padecemos hipertensión renal o renovascular. A partir de ahí, llegar a concretar el diagnóstico no es sencillo. De hecho, según la doctora Isabel Jiménez Martínez, del Servicio de Medicina Interna en el Hospital Universitario HM Rivas, la hipertensión arterial y la renal son dos patologías "que están estrechamente relacionadas y habitualmente resulta indistinguible una de otra".

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