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Hacia un futuro sin calvos: "Los hombres buscan la aprobación de otros hombres"
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LA ALOPECIA ES HOY EL TABÚ

Hacia un futuro sin calvos: "Los hombres buscan la aprobación de otros hombres"

Hoy todos conocemos a alguien que ha pasado por el quirófano para trasplantarse pelo. Hay razones, no solo económicas, para que el 'boom' se produzca ahora y no en otro momento

Foto: 'Por los pelos', una película de Nacho G. Velilla. (Atresmedia)
'Por los pelos', una película de Nacho G. Velilla. (Atresmedia)
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Seis meses después, Raúl M. vuelve a tener pelo, mucho más pelo que antes. El definitivo, el que se quedará en su cabeza durante las próximas décadas, esperemos que hasta el final de sus días. Es uno de esos hombres que durante años tuvo en la cabeza la posibilidad de hacerse un trasplante de pelo, pero no había terminado de dar el paso hasta 2023. "Los motivos: que no quieres quedarte calvo y que te ofrecen una solución que te va a dejar algo más o menos decente", explica.

La primera vez que se planteó pasar por el quirófano fue en 2015. Desde entonces, varios factores han retrasado su cita con el médico: el precio, una pandemia y las incomodidades ligadas con la operación. Es uno de los miles de varones españoles que durante los últimos años han pasado por el quirófano. Como suele ocurrir, en su caso ha influido tanto lo material, es decir, el precio (alrededor de 2.800 euros, cuando hace menos de una década podía rondar los 10.000), como, seguramente, lo cultural.

"Cuando te miras en el espejo y dices: 'Oh, no, me estoy quedando calvo', buscas soluciones y encuentras esto", explica. "Lo he tenido siempre ahí, pero nunca fue algo superurgente porque la caída no era muy agresiva, hasta que empecé a ver que me estaba quedando bastante calvo". Todos tenemos la sensación de que abundan los trasplantados y que la lucha contra la alopecia se ha recrudecido. Películas como Por los pelos. Una historia de autoestima, de Nacho G. Velilla, son la crónica de que algo está cambiando, pero no existen datos concluyentes sobre cuántas operaciones se realizan en España.

"No hay estadísticas fiables a este respecto", confirma a El Confidencial el doctor Sergio Vañó, director de la Unidad de Alopecia del Hospital Ramón y Cajal y secretario general de la Asociación Española de Dermatología. La mayor parte de datos, como los que aseguran que han aumentado en un 300%, son extrapolaciones realizadas por clínicas privadas que simplemente reflejan que el número de operaciones se ha disparado en los últimos años. Plataformas como Medihair datan en 3,4 millones el número de trasplantados en todo el mundo (1,05 millones de ellos en Turquía), con una edad media de 37 años.

España es el segundo país con más calvos del mundo, después de República Checa

El método más común es el FUE (extracción de unidades foliculares), el que ha utilizado Raúl, y que consiste en el implante de pelo extraído de otras partes de la cabeza. Pero la principal razón para este boom se encuentra en la letra pequeña: un 95,2% mostraban un impacto emocional muy o bastante positivo. Como recuerda Vañó, hay más operaciones entre hombres (pero también entre mujeres) porque ha dejado de ser un tabú.

Es la manifiesta calvicie lo que se ha convertido en anatema, lo que se refleja no solo en el aumento de los trasplantes, sino también en la abundancia de nuevos tratamientos o en el rapado, esa manera barata y eficiente de simular la calvicie. El abanico de edades que pasan por quirófano también se ha ampliado: "Cada vez operamos pacientes de más variados perfiles, tanto jóvenes (de 25 a 30) como a partir de los 60 años", explica el doctor.

Una historia de los trasplantes en España

Emilio López se autodefine como "uno de los primeros operados de pelo en España". En 2008 fue uno de los primeros en experimentar el FUE, la técnica más empleada hoy en día, de manos del doctor José Lorenzo. Actualmente, trabaja en una clínica. Ha visto todos los cambios en primera persona. "Ni se lo conté a mi familia, porque me dio mucho reparo, era mucho dinero y no sabía si iba a quedar bien", recuerda. El tabú hoy ha desaparecido. "Antes, los clientes que se operaban se pedían un mes de vacaciones, ahora a los dos días ya están en el trabajo".

placeholder Otro pionero español. (EFE/Andreu Dalmau)
Otro pionero español. (EFE/Andreu Dalmau)

A López le ocurrió como a la mayoría de los que terminan pasando por quirófano. "Cuando pierdes el primer tercio frontal, ya no te reconoces y te ves muy mayor", explica. Es la frontera que lleva a la mayoría a plantearse la posibilidad de la operación, algo que se ha acentuado a lo largo de los años. No es solo la mirada en el espejo, sino la de los demás en un mundo donde la apariencia ha ganado importancia. "Los hombres quizás ahora se sienten más presionados porque la mujer se ha vuelto más exigente, y el hombre es también más exigente con la mujer".

Todo cambió con la irrupción de las operaciones en Turquía, alrededor de 2015, que no solo facilitó el acceso a un tratamiento que antes era caro, sino que también se dio a conocer porque los turcos se publicitaron sin miedo. "No tienen escrúpulos a la hora de promocionarse, abren una clínica y dicen que tienen 30 años de experiencia", explica López. "Detectaron bien el nicho de negocio, ingresaron en un programa nacional de turismo y brotaron las clínicas como setas". Una estadística señala que España es el segundo país con más calvos del mundo (después de República Checa), pero el primero en interés por operarse.

"Vienen gremios enteros: comisarías de policía, parques de bomberos..."

La demanda es tal que hoy algunas de las mejores clínicas pueden llegar a tener dos o tres años de lista de espera. Muchas de estas operaciones son reparaciones, explica el experto: "Ahora hay mujeres que se ponen un pecho muy grande porque han entendido que lo desproporcionado es lo correcto, y con los hombres ocurre parecido: te piden esta primera línea antinatural, tienen pelo hasta en la frente", explica. "Se ha llevado hasta el extremo, pero sobre todo a los más jóvenes les suele gustar".

El trasplante de pelo es un procedimiento que genera efecto contagio. De hecho, las clínicas suelen hacer ofertas en caso de que el operado traiga a sus compañeros o a más amigos, animados por los buenos resultados: "Tenemos un montón de gremios: comisarías enteras de policía, profesores del mismo colegio, parques de bomberos...", explica. "Lo que en un principio era un deseo de mejorar tu imagen se ha convertido en una locura de operar, llamados por el precio y la publicidad de los procedimientos low cost", lamenta. Lo mejor, pensárselo bien e informarse.

La mirada femenina

Otro dato. Entre las principales razones para el trasplante, se encuentran las sociales y románticas (un 37%) y las profesionales (34,7%). "Mejora la autoestima y la confianza del propio paciente", zanja Varó. Fernando Herranz Velázquez, experto en masculinidades de la Universidad de Alicante, desarrolla: "El cuerpo sexuado es una parte fundamental en la performance del género", explica. "El pelo no había sido importante en la construcción del cuerpo masculino como hombre".

placeholder Con él empezó todo (con Beckham, no con Mandela). (Reuters/Juda Ngwenya)
Con él empezó todo (con Beckham, no con Mandela). (Reuters/Juda Ngwenya)

Algo cambió entre finales de los años 90 y principios de los 2000. El momento en el que los calvos (con bigote) comienzan a desaparecer de los campos de fútbol e irrumpen figuras como David Beckham, al principio discutidas, como ocurrió con los petimetres del siglo XVII: "El que se cuidaba demasiado perdía la masculinidad", recuerda Herranz. Fue la semilla de un cambio de perspectiva sobre la construcción del hombre que también se refleja en la preocupación por el cabello, y que se concretó en personajes como Rafael Nadal o Hilario Pino injertándose cabello.

Esta evolución podría sugerir que los hombres empiezan a sentirse cada vez más sujetos a la mirada femenina, como ha ocurrido tradicionalmente a la inversa. Sin embargo, el autor de la tesis Aprendiendo a ser hombre. La construcción de la masculinidad hegemónica en la Modernidad sugiere que, en realidad, los varones se operan no tanto para resultar atractivos ante las mujeres, sino para ganar la aprobación de otros varones.

"El sentimiento femenino siempre ha ido ligado al beneplácito masculino, pero los hombres no: se construyen por y para otros hombres", recuerda. La legendaria frase de Margaret Atwood dice que "eres una mujer con un hombre dentro observando a una mujer", pero los hombres no llevan a una mujer dentro sino, tal vez, a otro hombre. "Son distintas dinámicas de relación y poder: la autopercepción de las mujeres ha venido determinada por la mirada masculina, pero la de los hombres depende de ser reconocidos por otros hombres". El novio de Marta T., por ejemplo, está pensando en operarse, pero ella no lo entiende, porque lo ve guapo tal y como está. "No entiendo la obsesión, creo que no le hace falta y que es innecesario", explica.

"Ahora hay que tener un cuerpo escultural, pelo, músculos o abdominales perfectos"

De ahí que, por ejemplo, los implantes de pelo abunden entre los personajes públicos ligados al poder, como los políticos. "Antes, las mujeres que se ponían pecho lo hacían para sentirse más atractivas por y para sus parejas, hoy en día los hombres lo hacen para ser reconocidos como hombres dentro de la fratría", explica Herranz.

Esa aceptación ha pasado por la integración de los principios de la metrosexualidad en el patriarcado, después del rechazo inicial. "Ahora tienes que tener un cuerpo escultural, pelo, músculos marcados o abdominales perfectos", recuerda el investigador. Hace apenas unas décadas, el canon masculino aceptado era el del empresario al que le bastaba con "ir de traje y no estar gordo". Hoy, el cuerpo masculino se percibe cada vez más como cuerpo sexuado.

Un factor importante es la vinculación de la calvicie con el envejecimiento. "Creo que tiene que ver con la edad", valora Marta. Va aparejado a otras cosas, como teñirse las canas o echarse cremas antiarrugas: "Hay una obsesión con no envejecer". Su pareja aún no le ha dicho a muchos amigos que se va a operar, porque hay "una parte un poco cómica o un poco humillante". "Las mujeres se ponen tetas sin problema, se pinchan los labios, se hacen 40.000 operaciones estéticas, creo que no nos van a juzgar tanto", añade.

Hablemos de fútbol

El campo donde mejor se reflejan estos cambios es el deporte. Cuentas como Odio eterno al fútbol moderno suelen publicar imágenes de jugadores de los años 80 y 90 que aparentaban mucho más de su edad, como el Tato Abadía. No es casualidad que presentasen dos de los rasgos de belleza que en el pasado solían identificarse con la masculinidad: el bigote y las pronunciadas entradas (en un pelo sin afeitar), que hoy son vistos como señales de envejecimiento o propios de la estética desfasada del macho ibérico.

Chiqui Esteban, director gráfico de The Washington Post, dedicó una de las últimas entradas de Fútbol innecesario, su blog sobre el fútbol, a la cuestión capilar de los deportistas. "Los calvos jóvenes están en peligro de extinción, y lo que pasa en la sociedad afecta también al fútbol", explicaba. El ejemplo que proporcionaba era el de Carmelo Navarro, exdefensa del Cádiz con un look parecido al del Tato Abadía.

No es que estos jugadores contribuyesen a hacer más aceptable la calvicie entre su generación, valora Esteban. Tal vez ellos también se habrían operado de haber podido hacerlo. Pero, como no era posible, lo aceptaban. "Había mucha broma siempre con Abadía, Rafa Paz, Carmelo... Incluso a Letchkov, que era un jugadorazo de clase mundial, se le recordaba más por calvo que por bueno", explica. "Al final, en vez de glorificar al calvo bueno, se le hacía de menos porque parecía un señor. Y creo que eso al final ha influido tanto en los futbolistas jóvenes, que no quieren parecer mayores, como al ciudadano medio".

Hay que buscar mucho para encontrar hoy en día un futbolista que haga gala de una visible alopecia. Él mismo explica en el artículo que no lleva mal ser calvo a sus 42 años, porque, cuando aparecieron las primeras operaciones de pelo en Turquía, lo suyo era "irremediable". ¿Se habría operado de tener 25 años ahora? "Pues no estoy seguro", responde. “Yo, con los 18-20 años, que fue cuando empezaba a perder pelo, me daba minoxidil por consejo de mis padres. Pero tampoco seguí mucho, a los 21 me rapé ya aceptando la calvicie y dejé de dármelo. No te voy a decir que seguro que no, pero mis amigos siempre se han cachondeado mucho de mí por la calvicie (el loncha, me llaman) y a mí me ha dado siempre igual".

"En cuanto consigan clonar un pelo, se acabaron los calvos"

Esteban recuerda que, aunque tuvo la opción, tampoco se ha operado de la vista. Sin embargo, hay una diferencia sustancial en el caso del pelo, que tiene un papel más estético y menos funcional. El pelo también es una señal de poder y son muchos los entrenadores que llevan injertos: Simeone, Antonio Conte, Frank de Boer o Jürgen Klopp, que reconoció abiertamente ante los medios que lo había hecho: "Mola, ¿eh?".

Hacia un país sin calvos

La iconografía del macho ibérico, estereotipo de la masculinidad española, solía estar coronada por una calva con rodapié, la de José Luis López Vázquez. Hoy resulta mucho más raro de ver: el descenso de los precios ha democratizado el tupé en unos años. ¿Estamos abocados a un futuro como el de Gattaca, en el que todos los niños son concebidos in vitro, por lo que no tienen ningún defecto físico ni sufren ninguna en enfermedad y, por lo tanto, no hay calvos?

Una respuesta desde la medicina: no, no habrá un país de trasplantados "porque cada vez los tratamientos médicos son más efectivos y, si se trata un paciente a tiempo, no tendrá que llegar a trasplantarse", explica Varó. Durante los últimos años, han aparecido nuevos medicamentos que permiten combatir, por ejemplo, la alopecia areata, como el baricitinib. Uno de los más usados hoy es la finasterida, a pesar de sus contrapartidas, como el descenso de la libido.

placeholder José Luis López Vázquez en 'La cabina', un clásico capilar.
José Luis López Vázquez en 'La cabina', un clásico capilar.

En contra de un mundo sin calvos, juega el hecho de que cada vez la alopecia tenga mayor prevalencia, como recuerda López. "Como es un problema genético, va a más, y lo estamos viendo en los jóvenes: tenemos muchos pacientes con 20 años", explica. "El cruce de genes está haciendo que la enfermedad sea más común y no hay un remedio a corto plazo, porque no hay enfermedades genéticas que se puedan curar del todo". Además, no todo el mundo es apto: según sus cálculos, de cada 10 personas que se presentan en la clínica, solo cuatro lo son.

Una respuesta cultural: "Está muy ligado a la presión estética del canon", añade Herranz. "Dependiendo de cómo vaya evolucionando, y cómo vayamos educando y socializando a las generaciones siguientes, quizá nos dará un poco más igual el asunto". Hoy lo visual y la apariencia son muy importantes, pero la pregunta ya no es si se acabará la calvicie, sino si nos dará igual (de nuevo). "Lo suyo sería que la gente no tuviera que someterse a ningún tipo de presión estética y recurrir a operaciones o elementos externos para intentar encuadrarse dentro de una autopercepción concreta. Ir caminando no hacia la erradicación de la alopecia, sino del canon".

Mientras tanto, Raúl desliza cuál puede ser la próxima (y última frontera) en la lucha contra la alopecia: la clonación del pelo. Hoy, el principal impedimento para que muchas personas se operen se encuentra en la cantidad de pelo disponible. Es decir, de donde no hay, no se puede sacar, y, si ha avanzado mucho la alopecia, es imposible obtener todo el material necesario para la reconstrucción. "En cuanto consigan clonar un pelo, y que con uno te saquen los que haga falta, se acabaron los calvos", concluye. "No sé si nos pillará muy mayores, pero creo que lo veremos". ¿Gattaca y el pelazo de Jude Law y Ethan Hawke están cada día más cerca? Pero López no está tan seguro: "Llevo oyendo hablar de ello desde hace 15 años y no lo termino de ver".

Seis meses después, Raúl M. vuelve a tener pelo, mucho más pelo que antes. El definitivo, el que se quedará en su cabeza durante las próximas décadas, esperemos que hasta el final de sus días. Es uno de esos hombres que durante años tuvo en la cabeza la posibilidad de hacerse un trasplante de pelo, pero no había terminado de dar el paso hasta 2023. "Los motivos: que no quieres quedarte calvo y que te ofrecen una solución que te va a dejar algo más o menos decente", explica.

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