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La artesanía de la personalidad
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'TENER PERSPECTIVA'

La artesanía de la personalidad

Las dulzuras y asperezas del comportamiento que marca nuestra existencia son las que dan forma a nuestra personalidad. Unos tienen más y otros menos, pero adaptarla es esencial

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La personalidad es un tema que a todos nos atañe. Con bastante frecuencia se dice que este o aquel individuo tiene mucha personalidad. ¿Qué se quiere decir con ello? En tales casos se hace referencia a que los ingredientes de su psicología muestran un sello muy firme, muy particular y preciso; a que sus rasgos son acusados, específicos, delimitados. En conclusión, tal sujeto presenta un perfil psicológico bien delimitado.

Cuando alguien tiene mucha personalidad, se contrapone al llamado hombre masa: hombre impersonal, anónimo y cargado de tópicos, aquel que no destaca por nada, ni por su vitalidad –una especie de dinamismo arrollador gracias al cual despliega una gran actividad, que va desde el terreno profesional a la vida familiar, pasando por su descanso o sus aficiones–, ni por su serenidad, que le vuelve a una persona tranquila, sosegada, llena de calma, que transmite una especie de paz y que es un remanso de equilibrio, entereza e imperturbabilidad. Otras personas destacan por su discreción, esto es, la capacidad para escuchar atentamente, que es una mezcla que oscila entre hablar poco y saber medir las palabras, llegándose así a una rara ecuación psicológica que da lugar a un estilo propio, peculiar y muy característico.

"Tener una personalidad madura es el resultado de un trabajo de orfebrería que significa tallar, pulir, limar, acrisolar la geografía particular"

Cuando se tiene una personalidad muy marcada, uno se siente identificado con ella. Esto quiere decir que uno se encuentra a gusto siendo de ese modo. Una de las principales notas de eso que llamamos “tener mucha personalidad” es la seguridad, un sentimiento interior, estable, fuerte, asentado, natural.

Los dos ingredientes más propiamente característicos son el cuerpo y la personalidad. El primero sirve de vehículo para llevarnos de aquí para allá, nos representa, es la tarjeta de visita en el contacto con el mundo exterior; el segundo es la marca de la casa. Uno y otra se ensamblan formando un binomio singular, y de la buena relación entre ambos va a salir la resultante de la geometría del comportamiento. Ello concluye en un cierto equilibrio de fuerzas contrapuestas que dan un paisaje exterior e interior bien proporcionado.

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Tener una personalidad madura es el resultado de un trabajo de orfebrería que significa tallar, pulir, limar, acrisolar la geografía particular, recortándola, por un lado, y dándole salida por otro. Cuando uno se toma en serio este trabajo, a medio o largo plazo, obtiene resultados. Es preciso tener delante ciertos modelos de identidad para situar, a grandes rasgos, las coordenadas por donde uno quiere circular. Hoy esto no es tan fácil como hace unos años, dado que hemos avanzado mucho en la técnica y en la ciencia, pero en los planos humanísticos estamos en retroceso. Nunca el hombre ha sabido tanto de sí mismo, y al mismo tiempo, nunca ha habido tanta gente perdida, que no sabe a qué atenerse en las cuestiones clave de la vida. Uno puede estar desorientado en temas secundarios, accesorios, periféricos, pero no en asuntos gordianos. Y el primero de todos es uno mismo.

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El modelo de identidad es, pues, un referente al que uno quisiera parecerse e imitar. Muchas veces es menester espigar esto buscando ejemplos de aquí y allá, cogiendo y seleccionando de unos y de otros. Los padres podemos ser en principio un buen ejemplo, por eso es tan importante luchar por ser coherentes y dar lo mejor de nosotros mismos. Cuando nos abandonamos y caemos en la dejadez o en la desidia, todo se desliza hacia una mediocridad familiar que antes o después tendrá efectos negativos. Cuando yo era estudiante en la universidad tenía 5 o 6 personas a las que me gustaría parecerme.

En la geografía de la personalidad hay dos zonas separadas y a la vez implicadas: el carácter y el temperamento. El primero se forma a través de muchas experiencias: la familia, el entorno, los estudios, el tipo de amistades, la cultura que hemos sido capaces de meter en el ordenador de nuestra mente: todo es lo adquirido. El temperamento, por el contrario, es heredado, y lo hace mediante patrones de comportamiento recibidos de forma genética: “Tiene el mismo temperamento que su padre”, decimos con expresión firme, dando a entender que ciertas formas de reaccionar recuerdan a su propio progenitor.

Dice el Eclesiastés: “Ama tu oficio y envejece en él”. Yo terminaría así: lo mejor es orquestar con maestría una buena sonoridad de la sinfonía personal.

La personalidad es un tema que a todos nos atañe. Con bastante frecuencia se dice que este o aquel individuo tiene mucha personalidad. ¿Qué se quiere decir con ello? En tales casos se hace referencia a que los ingredientes de su psicología muestran un sello muy firme, muy particular y preciso; a que sus rasgos son acusados, específicos, delimitados. En conclusión, tal sujeto presenta un perfil psicológico bien delimitado.

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