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Tuskegee y otras atrocidades experimentales de la historia de la medicina
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Tuskegee y otras atrocidades experimentales de la historia de la medicina

A lo largo de la historia de la ciencia se realizaron investigaciones que debieron ser consideradas torturas médicas. Se trata de experimentos hechos sin consentimiento y que obligaron a la creación de la bioética

Foto: Experimentos de Tuskegee.
Experimentos de Tuskegee.

Según la RAE, la bioética se define como el “estudio de los problemas éticos originados por la investigación biológica y sus aplicaciones, como en la ingeniería genética o la clonación”. Dicho con otras palabras, establece unas reglas básicas para que cualquier investigación se lleve a cabo respetando al sujeto sobre el que se está realizando un ensayo (sea este humano o animal). ¿Y eso por qué? Porque en el pasado se cometieron atrocidades en nombre de la ciencia y el bienestar social, como fueron los experimentos realizados por los nazis en los campos de concentración (y otros menos conocidos, pero que veremos a continuación).

La crueldad de los médicos nazis no tuvo límites. Para investigar de qué manera se podía inmunizar una persona contra la malaria, infectaban a los presos de sus campos de concentración (la mayoría judíos, pero también gitanos, rusos y alemanes discapacitados) mediante inyecciones de extractos de una glándula de mosquito femenino. Después de contraer la enfermedad se les trataba con varias drogas para probar su eficacia. Se calcula que más de mil personas fueron usadas en estos procedimientos y que, al menos, la mitad fallecieron por haber contraído la enfermedad. Otros experimentos valoraban la eficacia de algunos antibióticos, como las sulfamidas. Para ello, infectaban las heridas de los presos con bacterias como los Streptococcus, el Clostridium perfringens (que produce la llamada gangrena gaseosa) y el Clostridium tetani (que provoca tétanos), y luego observaban si el antibiótico había resultado eficaz.

"Los científicos que llevaron a cabo el estudio argumentaron que no hacían daño a nadie, puesto que solo se dedicaban a observar"

El experimento incluía la oclusión de los vasos sanguíneos que rodeaban la herida, donde también se introducían virutas de madera y vidrio. Se trataba de recrear las mismas condiciones de las heridas que los soldados sufren en las batallas. También realizaron experimentos relacionados con la hipotermia con fines militares (no en vano, sufrieron, por ese motivo, numerosas bajas en la campaña rusa).

Utilizaban prisioneros que sumergían en un tanque de agua helada durante tres horas, o los dejaban a la intemperie durante la noche, desnudos, con temperaturas bajo cero. Luego experimentaban diferentes maneras de volver a calentarlos con desastrosos resultados.

No todo lo que es científicamente posible en investigación debe ser éticamente aceptable. Menos aún si los sujetos sobre los que se realiza la experimentación no han dado su consentimiento para ello (como los prisioneros de los nazis, a los que tampoco se les informó de los riesgos, en un claro ejemplo de tortura médica).

placeholder Josef Mengele.
Josef Mengele.

La liberación de los campos de concentración a manos de los aliados destapó la barbarie. En los juicios de Núremberg de 1947 se acusó, por primera vez, de violar los derechos humanos, y se creó el Código de Núremberg, que, por primera vez en la historia, hacía referencia “a los principios éticos que deben prevalecer en las investigaciones biológicas”. Era el primer texto internacional que limitaba cualquier investigación a unas condiciones de respeto hacia todo ser humano. Los puntos fundamentales de este código eran: evitar el sufrimiento o daño innecesario del sujeto del estudio, que el riesgo que corra nunca supere el beneficio y que todo aquel incluido haya dado su consentimiento voluntario y pueda negarse cuando quiera.

En el llamado “juicio de los médicos de Núremberg”, presidido por el juez estadounidense Walter B. Beals, se acusó a veinte médicos nazis de llevar a cabo experimentos médicos sin el consentimiento de los afectados, tanto en pacientes hospitalizados como en prisioneros. Curiosamente, la sociedad americana, tan espantada con las noticias que llegaban del juicio, desconocía que en una pequeña población del sur de EEUU se estaba llevando a cabo un experimento de parecida crueldad a los realizados por los nazis.

Tuskegee es una pequeña población del estado de Alabama (EEUU), que ha pasado a la historia por ser el escenario de una de las investigaciones en humanos más vergonzosas de la historia de la humanidad. Pero pongámonos en antecedentes. A finales de los años veinte, la sífilis era una enfermedad sin un tratamiento que se hubiese demostrado eficaz. Preocupado por su progresión, en 1932 el Servicio de Salud Nacional tomó la determinación de plantear un estudio en Tuskegee, donde la incidencia de la enfermedad era elevada. Seleccionaron cuatrocientos varones afroamericanos infectados con sífilis y doscientos sanos que se consideraron como grupo control. El objetivo consistía en comparar la salud y longevidad de los sifilíticos no tratados respecto al grupo de sanos, y realizar un seguimiento de la evolución (todo esto a pesar de que ya se sabía que la enfermedad conducía al desarrollo de dolencias crónicas y que era potencialmente mortal).

La mayor parte de los sujetos seleccionados en Tuskegee eran analfabetos. Se les ofreció algunas ventajas materiales, como transporte gratuito, comidas y un seguro de sepelio en el caso de fallecimiento, y se les engañó diciendo que “tenían mala sangre”, pero nunca se les comunicó que tenían sífilis. A pesar de que estaban enfermos, nunca se les proporcionó tratamiento alguno. Además, nunca se les informó sobre la gravedad de su enfermedad, ni de su alta capacidad de contagio, ni, por supuesto, dieron su consentimiento a participar en tal estudio. Unos diez años después de haberse iniciado el estudio en aquel pueblo de Alabama, comenzó a usarse la penicilina en todos los hospitales del mundo como tratamiento eficaz de la sífilis, con resultados más que prometedores. En todos, excepto en la clínica de Tuskegee, donde el desalmado estudio seguía su curso a pesar de las evidencias.

placeholder Niños gitanos en Auschwitz.
Niños gitanos en Auschwitz.

La atrocidad del Servicio Nacional de Salud de EEUU fue aún más allá si cabe. Entre los años 1946 y 1948, bajo la administración de Harry Truman (cuya humanidad quedó patente cuando autorizó el bombardeo atómico sobre civiles en Hiroshima y Nagasaki) y dirigido por el médico John Charles Cutler, se llevaron a cabo, en Guatemala, experimentos igualmente sádicos. Sin ningún tipo de consentimiento ni información previa, se inocularon la sífilis y la gonorrea a soldados guatemaltecos, presos, enfermos psiquiátricos, prostitutas e, incluso, huérfanos, para comprobar la efectividad de la penicilina y para idear diferentes tratamientos preventivos ante tales enfermedades.

Si bien en el momento en el que comenzó la investigación de Tuskegee no existían normativas que regularan la experimentación con seres humanos, ¿no leían los periódicos sus investigadores? ¿No se sintieron identificados en 1947 con las noticias provenientes del juicio contra el nacionalsocialismo? ¿No tuvieron constancia de la creación del Código de Núremberg? O peor, ¿no tuvieron tiempo de suspenderlo hasta el año 1972? Por otro lado: ¿cómo la administración de Truman fue capaz de llevar a cabo aquellos experimentos en Guatemala, al mismo tiempo que el juez estadounidense Robert H. Jackson juzgaba a los acólitos de Mengele? La nación que se jactaba de liberar al mundo del nazismo y sus crímenes contra la humanidad desconocía, o ignoraba, que no se puede hacer daño en nombre de la ciencia, ni se puede someter a experimentación a nadie que no ha expresado su consentimiento para ello.

En 1972 los hechos de Tuskegee salieron a la luz pública. Los científicos que llevaron a cabo el estudio argumentaron que no hacían daño a nadie, puesto que solo se dedicaban a observar el curso natural de la enfermedad. Llegaron a publicar hasta trece estudios en diferentes revistas médicas de la época [uno de los más representativos puede consultarse online: The Tuskegee Study of Untreated Syphilis: The 30th Year of Observation]. La polémica motivó la redacción en 1978 del Informe Belmont, que es una guía de referencia en bioética para abordar los conflictos éticos de los experimentos con seres humanos y que sigue en vigor en la actualidad.

Foto: Víctimas del Holocausto.

Basado en el Informe Belmont, Tom L. Beauchamp y James F. Childress propusieron en 1979 cuatro principios de la bioética que siguen en vigor: no maleficencia (no hacer daño), beneficencia (hacer el bien), justicia (ser equitativo) y autonomía (el sujeto decide). Si bien en Tuskegee no se produjo un daño real, puesto que ya estaban infectados, tanto los experimentos de los nazis como los de los “aliados” en Guatemala incumplieron todos los principios básicos de la bioética. Cuando menos, curioso.

Como suele decir el Dr. Frederic Larsan, “la hipocresía es una enfermedad endémica e inherente al ser humano de la que hace gala, sobre todo, en cuanto alcanza puestos de responsabilidad o poder”. Hoy en día las investigaciones científicas en humanos se realizan siempre y cuando han tenido el visto bueno del comité de ética de los hospitales donde se llevan a cabo. Podemos decir que, por lo menos, hemos avanzado mucho en este tema, aunque aún nos falta camino por recorrer en cuestiones de bioética.

Un consejo para terminar: si alguna vez tienen que operarse, o les proponen entrar en un estudio científico o experimental, exijan información, soliciten el consentimiento, léanlo y, después de tomada la decisión, acepten. Pero nunca antes.

Y eso es todo. Que se mejoren.

[PS: para Miriam, mi ética y mi amor, en el día de su cumpleaños]

Según la RAE, la bioética se define como el “estudio de los problemas éticos originados por la investigación biológica y sus aplicaciones, como en la ingeniería genética o la clonación”. Dicho con otras palabras, establece unas reglas básicas para que cualquier investigación se lleve a cabo respetando al sujeto sobre el que se está realizando un ensayo (sea este humano o animal). ¿Y eso por qué? Porque en el pasado se cometieron atrocidades en nombre de la ciencia y el bienestar social, como fueron los experimentos realizados por los nazis en los campos de concentración (y otros menos conocidos, pero que veremos a continuación).

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