Uno de los mejores neumólogos de España te explica todo lo que sabemos (y lo que no) de la neumonía
Esta enfermedad afecta, al año, a más de 100.000 españoles. Dada su alta mortalidad, es importante saber qué es exactamente (lo que no es tan fácil de determinar como parece) y cómo ha de tratarse
Con la llegada del frío, la preocupación de muchos por su salud respiratoria se dispara. Tener que ir en un metro atestado (o por las calles de Madrid durante el puente de la Constitución, que es casi peor) se puede volver una película de terror si escuchamos a alguien toser. En muchos, el covid-19 ha dejado secuelas, no físicas, sino psicológicas, lo que al mismo tiempo es un gran problema, pues es un factor más que se suma a nuestras tensiones del día a día, y por otro es algo positivo, pues ha hecho que seamos más conscientes de los recursos de los que disponemos para proteger nuestra salud.
En este contexto, desde El Confidencial, nos hemos puesto en contacto con el doctor Máximo González, jefe de neumología de los hospitales universitarios HM Puerta del Sur y HM Rivas, para que nos dé todos los detalles de qué es, cómo se diagnostica, cuáles son los tratamientos y, sobre todo, cuáles son los puntos débiles de nuestro conocimiento de la neumonía, una de las enfermedades que más nos preocupan cada vez que las temperaturas se empiezan a desplomar.
PREGUNTA. ¿Qué es la neumonía?
RESPUESTA. Una neumonía es el hermano mayor de las enfermedades infecciosas respiratorias. Es decir, es la que afecta al parénquima pulmonar, dicho de otro modo, al tejido pulmonar. El pulmón se divide, mayormente, en el tejido pulmonar y los bronquios. Lo que pasa es que no existe una línea clara, dado que es un continuo, no existe una barrera. Los bronquios se van bifurcando una y otra vez hasta que llega un momento que en el otro lado es tejido pulmonar. Entonces, cuando hay afectación del tejido pulmonar, no tan bronquial o alta, estamos hablando ya de una neumonía. Pero para diagnosticarla como tal, se exige una prueba de imagen radiológica que puede ser por radiografía o por TAC. Es decir, no existe una neumonía si no hay una prueba radiológica de que hay una alteración en la radiación infiltrada, una condensación que es como llamamos. La mayor parte de las infecciones respiratorias son infecciones más leves y se quedan en la tráquea, o la bronquitis, la laringotraqueítis, etc. Estas son infecciones más altas, no neumonías. Cuando hablamos de neumonía, ya es un proceso mucho más serio.
"La decisión de hospitalizar o no a un paciente de neumonía es muy importante, dado que es lo que mayor gasto genera"
P. ¿Cómo se diagnostica?
R. En primer lugar, como es lógico, el paciente acude al médico con una serie de síntomas. Los más frecuentes son fiebre, tos, expectoración purulenta y, a lo mejor, dolor en el costado. A partir de ahí se hace una analítica, que normalmente enseña si hay leucocitosis y se tiene que hacer una radiografía. En esta prueba por imagen es donde puede apreciarse una alteración. Lo que pasa es que, clásicamente, se han dividido las neumonías en dos tipos, que son las neumonías típicas y las atípicas, y eso orienta también al tipo de germen que las causa. Esto es importante tenerlo en cuenta, dado que cada patógeno provoca diferentes síntomas. Las neumonías típicas (causadas por un neumococo) tienen los síntomas que acabo de mencionar, mientras que las neumonías atípicas, producidas por otros gérmenes, ya sean bacterias, virus e, incluso, hongos, tienen un cuadro clínico distinto, en el que pueden presentarse otros síntomas o existir neumonía sin expectoración purulenta (llamada tos no productiva). Por ejemplo, otras bacterias como la legionela causan síntomas más generales, no tan orientados al pulmón. Otros patógenos provocan síntomas digestivos o, incluso, alteraciones neurológicas.
El siguiente paso es determinar la gravedad de la neumonía en cuestión. Las neumonías pueden ser cuadros leves o cuadros muy graves. Es por esto que, después de un diagnóstico, siempre es obligatorio hacer lo que se denomina una "escala de gravedad". En la actualidad existen dos distintas. Una se llama la "escala de Fine", por el médico que la describió, y otra es una inglesa que se llama CURB, que es el acrónimo de distintos parámetros. Dependiendo de la nota resultante, lo que hacemos es dividir a los pacientes en cinco grupos con el objetivo de establecer si el enfermo se debe quedar ingresado o si le podemos dar el alta con un tratamiento antibiótico. Esa decisión de hospitalizar o no es muy importante, dado que es la que más gasto genera. El porcentaje de ingresos depende mucho del tipo de población que tengas. Si esta, como ocurre en España, es una población muy envejecida, tendrás obligatoriamente que ingresar a más pacientes. Por el contrario, si el paciente es joven y en la escala Fine la puntuación es baja, a lo mejor con un antibiótico ambulatorio lo puedes mandar para casa.
P. ¿A qué porcentaje de pacientes de neumonía se les considera "graves"?
R. La neumonía es un cuadro muy frecuente. Tiene una incidencia de tres casos por cada mil habitantes cada año. Eso quiere decir que, por ejemplo, en una ciudad de 200.000 habitantes, hay más de 600 casos cada año. Las estadísticas dependen mucho de la población, pero aproximadamente el 20% de los diagnosticados han de ser ingresados porque tienen criterios de gravedad. Y de estos, aproximadamente el 15% fallece. En la Comunidad de Madrid, al año, hay más de 30.000 ingresos por neumonía, y en toda España, más de 100.000 al año. Si aplicamos los datos de mortalidad, nos enfrentamos a más de 8.000 muertes anuales en todo el territorio, lo que deja claro que es un cuadro muy frecuente y de gran gravedad. A pesar de esto, debemos tener en cuenta que la mortalidad tiene que ver en muchas ocasiones con el tipo de paciente. Si nos fijamos en la relación entre la neumonía y edad, cuanto mayor es el paciente, más frecuente y mortal es la enfermedad.
P. ¿Cuáles son los factores de la enfermedad? ¿El frío puede causar neumonía?
R. No. El frío en sí no causa neumonía. Debemos tener en cuenta que se trata de una enfermedad infecciosa y las bajas temperaturas, por sí mismas, no provocan infecciones. El frío puede ayudar, de alguna manera, a disminuir un poquito el sistema inmunitario. Además, hace que las personas vivamos más pegadas. El contagio aéreo es una de las formas más comunes de transmisión. Evidentemente, si estamos mucho más pegados en sitios cerrados, las tasas serán mayores, pero no hay más tasa de neumonía en Noruega que en España.
P. ¿Cuáles son los tratamientos más comunes para la neumonía?
R. La neumonía se trata con antibióticos en todos los casos. En todos. El problema fundamental con respecto a los tratamientos son las, cada vez más comunes, bacterias multirresistentes, consecuencia del uso de antibióticos. España tenía el dudoso honor de ser, hasta el 2017, el tercer país de Europa con mayor prescripción de antibióticos por habitante. Dadas esas cifras, el Ministerio de Sanidad se puso un poco las pilas e hizo el Plan Nacional frente a la Resistencia a los Antibióticos (PRAN). A partir de ahí hemos ido reduciéndolos cada vez más y ahora ya somos el 7.º peor. Se calcula que el 50% de las de las infecciones respiratorias se tratan con antibióticos sin necesitarlos. ¿Por qué? Para empezar, porque muchas de esas infecciones son víricas, y los antibióticos son inútiles en estos casos; y luego, porque muchas infecciones son cuadros banales que no necesitarían antibiótico.
El problema fundamental con los procesos respiratorios es que no tenemos una técnica rápida de diagnóstico. Tenemos síntomas, podemos hacer una analítica, pero no sabemos a ciencia cierta si un paciente que tiene fiebre y tos tiene un cuadro bacteriano o tiene uno vírico; si se beneficia o no de un antibiótico, etc. Ante la duda, lo que suele hacer el médico de atención primaria (y no lo digo como una crítica, sino por ser conscientes de que no disponen de los medios necesarios, además de tener más pacientes y cada vez menos personal, con consultas atestadas) al ver que el paciente tose y tiene fiebre es prescribir un antibiótico, dado que se quedan más tranquilos, tanto el paciente como el médico. Y el problema es que son comunes los casos en los que esos antibióticos no son eficaces, pero generan igualmente bacterias resistentes a los mismos.
P. ¿Cuáles son nuestros puntos débiles con respecto a la neumonía? ¿En qué deberíamos mejorar?
R. El futuro no depende solo de las nuevas vacunas o procedimientos hospitalarios, sino que también está el tema de la reducción de contagios [una de las lecciones del covid-19]. Por ejemplo, las mascarillas han mostrado su valor durante la pandemia, dado que antes nos reíamos de otros países que las utilizaban en su día a día, como lo veíamos en televisión. Creo que debe quedarse, no como una obligación, sino como un recurso. Que su uso dependa de la situación en determinados momentos. Si, por ejemplo, se trata de una persona mayor, dado que la edad es un factor de riesgo, que va a subirse a un metro atestado, el uso de mascarilla es muy beneficioso. Del mismo modo, si alguien cree que tiene un catarro y está tosiendo, y también él va a acudir a un espacio lleno de gente, el uso de la mascarilla protege a los demás. Del mismo modo, los cambios de protocolo en los centros sanitarios (dado que la neumonía intrahospitalaria es muy común), sobre todo por parte del personal sanitario, que es el vector principal, también han mostrado su valor.
Con la llegada del frío, la preocupación de muchos por su salud respiratoria se dispara. Tener que ir en un metro atestado (o por las calles de Madrid durante el puente de la Constitución, que es casi peor) se puede volver una película de terror si escuchamos a alguien toser. En muchos, el covid-19 ha dejado secuelas, no físicas, sino psicológicas, lo que al mismo tiempo es un gran problema, pues es un factor más que se suma a nuestras tensiones del día a día, y por otro es algo positivo, pues ha hecho que seamos más conscientes de los recursos de los que disponemos para proteger nuestra salud.