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Las 'fake' sanitarias: un termómetro de lo que nos inquieta
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'BAJO EL MICROSCOPIO'

Las 'fake' sanitarias: un termómetro de lo que nos inquieta

Estos bulos o noticias falsas suelen centrarse en asuntos de actualidad aún poco conocidos por su novedad y/o que plantean tantas incógnitas que son caldo de cultivo para generar mitos y falsas creencias

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Foto: iStock.

La historia de la medicina representa la convivencia entre unos conocimientos científicos, enormes ahora, pero muy limitados hasta hace pocos siglos, con una gran cantidad de mitos y creencias falsas, fruto del desconocimiento, o en ocasiones de manipulaciones interesadas. Teorías que hoy suenan disparatadas sobre las pestes medievales y las formas de combatirlas son un buen ejemplo de lo que comentamos y ponen de manifiesto un gran miedo a lo desconocido y un intento desesperado de vencerlo con recetas esotéricas a falta de un enfoque más racional.

En general, estos bulos o noticias falsas, que hoy hemos dado en llamar “fake”, suelen centrarse en asuntos de actualidad aún poco conocidos por su novedad y/o que plantean tantas incógnitas que son caldo de cultivo para generar mitos y falsas creencias. La pandemia por covid-19 nació con el pecado original del ocultismo chino que aún perdura, acrecentado por el lógico desconocimiento inicial ante algo nuevo y desconocido. Pocas veces en la historia de la humanidad se ha dado por parte de la ciencia y la industria una respuesta tan espectacular y en tan poco tiempo como fue el desarrollo de las vacunas ARNm y su producción masiva hasta controlar la pandemia. Sin embargo, los bulos más o menos disparatados sobre el virus o las propias vacunas prendieron en mucha gente, a veces rostros conocidos, que añadieron en muchos países un halo de locura colectiva a la tragedia generada por el covid, e hicieron que mucha gente dejara de vacunarse poniendo en riesgo su vida y la de los demás.

Foto: Fuente: Redes sociales.

Pero el papel reciente del covid como generador de bulos lo representaron durante años los trasplantes, cuando eran aún novedades médicas poco conocidas y, por tanto, llamaban mucho la atención y eran terreno abonado para todo tipo de conjeturas. Lo grave es que estos “fake sanitarios” nunca salen gratis y siempre tienen efectos colaterales indeseables. En el caso de las vacunas pueden llevar a la negativa a recibirlas de una parte de la población, pero en el caso de los trasplantes, totalmente dependientes de las donaciones altruistas de las personas cuando fallecen, los bulos minan la confianza de la gente, aumentan las negativas y, por tanto, se traducen en la imposibilidad de trasplantar a enfermos que de esta forma van a morir. Es un ejemplo típico de cómo los bulos pueden costar vidas.

Un ejemplo paradigmático y no muy conocido de “fake news” en el contexto de la guerra fría entre USA y la URSS durante los años ochenta fue el secuestro y descuartizamiento de bebés para trasplantar sus órganos. El asunto surge en 1987, casi simultáneamente en Honduras y Guatemala, cuando dos periodistas de reputación más que dudosa publican, sin prueba alguna, sendos reportajes en los que describen en sus respectivos países unas “granjas de engorde” de bebés donde de vez en cuando acuden misteriosos traficantes que se llevan unos cuantos niños para que sus órganos sean trasplantados aparentemente en Estados Unidos. Ni el Gobierno hondureño ni el guatemalteco (ni, por supuesto, los norteamericanos) encontraron indicios de tal atrocidad.

La faena se complementa meses después en los dos medios emblemáticos de propaganda soviética: el diario moscovita Pravda y la agencia TASS, donde se afirma que miles de niños hondureños son trasladados a los Estados Unidos y allí utilizados como fuentes de órganos para trasplantes. Como no podía ser menos L’Humanité, el periódico del Partido Comunista francés se hace eco de la historia en un corta y pega predigital y la bola va creciendo sin que nadie encuentre la más mínima prueba de nada pese a que mucha gente las buscó y otros nos dedicamos a argumentar técnicamente lo disparatado de las noticias que, no obstante, muchos creían sin pestañear. Algún efecto colateral sí hubo como el linchamiento hasta la muerte de varios turistas en Guatemala ante los rumores de que estaban allí para llevarse a sus niños. El Gobierno USA ya comienza a sostener entonces la tesis de que la KGB soviética está detrás de estos bulos.

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Foto: iStock.

El fenómeno se atempera con la caída del muro de Berlín y el derrumbe de la URSS en 1989, pero ya ha adquirido vida propia y se alimenta con nuevos bulos. Un religioso, cansado de que los niños de la calle desaparezcan en varios países de América Latina sin que a nadie parezca importarle lo más mínimo, y con la más que probable intervención de bandas paramilitares sostenidas por los gobiernos de entonces, se inventa que en realidad los raptan para usar sus órganos para trasplante, con lo que consigue la atención del mundo entero. Lo propio hace la policía de Río de Janeiro para unos meses después demostrarse que son ellos mismos quienes se encargan de liquidar los “meninos da rua”.

Mucha gente saca partido de la hipótesis de los trasplantes, no menos tontos útiles les jalean, algunos desde el Parlamento Europeo con una delirante declaración presentada por el oncólogo francés Léon Schwartzenberg, que dio por probada la importación a Europa de 3.000 niños brasileños para trasplantar sus órganos sin que obviamente nadie viera jamás ninguno de ellos, con lo que cualquiera que conozca mínimamente el tema puede imaginar que de repente aparezcan miles de enfermos trasplantados, sin que nadie sepa cómo ni dónde y que hay que seguir clínicamente de por vida.

Foto: Médicos del Hospital NYU Langone Health trasplantan un riñón de cerdo a un humano. (EFE/Joe Carrotta)

En 1996, la polémica llega a España de la mano de la insólita concesión del Premio Juan Carlos I de periodismo a la periodista brasileña Beatriz Magno por unas historias inventadas sobre el rapto de niños en América Latina que provocó un incidente diplomático con Estados Unidos y un choque frontal con la ONT que acabó con la demostración de la falsedad de los escritos premiados, el bochorno del insigne jurado que lo concedió, con secretarios de Estado y embajadores extranjeros y la satisfacción de la embajada USA. Por desgracia, el daño estaba ya hecho, y la gran polémica desatada, sin precedentes en toda la historia de la ONT, se tradujo en una caída temporal de las donaciones en España que hasta publicamos en Transplantation, una revista médica de alto impacto.

Hoy todo esto es historia. Los rusos se dedican a lanzar otras invenciones probablemente mucho más tóxicas, el tráfico de órganos es una triste realidad, pero con otras formas que nada tienen que ver con aquellas monstruosidades inventadas, pero su huella ha quedado en el subconsciente colectivo porque conecta con mitos y terrores ancestrales que han existido en todas las culturas como las leyendas de ogros, el hombre del saco o el secuestro de niños para brujerías. No es de extrañar, por tanto, que vuelvan de vez en cuando en forma de tragedia como ocurrió hace un par de años en Huaycán, un pueblo cerca de Lima, donde los falsos rumores de extranjeros en busca de niños para trasplantes provocaron grandes disturbios con saqueos masivos y hasta un muerto. Las malas siembras acaban dando frutos podridos muchos años después.

La historia de la medicina representa la convivencia entre unos conocimientos científicos, enormes ahora, pero muy limitados hasta hace pocos siglos, con una gran cantidad de mitos y creencias falsas, fruto del desconocimiento, o en ocasiones de manipulaciones interesadas. Teorías que hoy suenan disparatadas sobre las pestes medievales y las formas de combatirlas son un buen ejemplo de lo que comentamos y ponen de manifiesto un gran miedo a lo desconocido y un intento desesperado de vencerlo con recetas esotéricas a falta de un enfoque más racional.

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