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¿Están sobremedicados los adolescentes con dolor crónico? Cuando el catastrofismo entra en juego
  1. Bienestar
Importancia de actitudes y pensamientos

¿Están sobremedicados los adolescentes con dolor crónico? Cuando el catastrofismo entra en juego

Un estudio español ha identificado factores psicológicos que explican el exceso de medicación en estos pacientes. El análisis pone de manifiesto la necesidad de que las terapias no sean solo farmacológicas

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A sus 16 años, Mario sabe perfectamente lo que es el dolor. Hace unos 5 años, vivió el primer episodio de dolencias lumbares y cervicales que le acompañaron varios días. Este, piensan sus padres, fue el punto de partida. A partir de ahí, estas y otras molestias fueron apareciendo y desapareciendo por temporadas. Pero, desde hace un año y medio, el malestar le acompaña día y noche, consiguiendo dormir medicación mediante. Ahora los dolores son de varios tipos y no siempre están presentes con la misma intensidad. Los días que son más leves, puede tener una vida relativamente normal gracias a la medicación, “aunque a veces me deja un poco atontado”, cuenta a este periódico. Pero los días que los dolores aparecen más fuerte, “soy como un abuelo, tengo que estar metido en la cama y me tienen que ayudar si me quiero levantar. Y claro, si me quiero mover por casa, me tengo que apoyar en mi padre”.

Mario sufre dolor crónico, una enfermedad que padecen entre un 15 y un 30% de los niños y adolescentes españoles. Este diagnóstico –también presente en adultos– se da cuando una dolencia, sobre todo de carácter musculoesquelético, persiste más de tres meses después de haber cesado la causa desencadenante. A pesar de la alta incidencia de esta patología, que tiene una enorme repercusión en su vida emocional, social y educativa, los expertos consideran que está infradiagnosticada.

Aunque la intervención psicológica está presente en muchos casos, el tratamiento más común para el dolor crónico es farmacológico, con medicamentos como antiinflamatorios no esteroideos, paracetamol, antidepresivos e, incluso, opioides.

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En el caso de los adolescentes españoles con la patología, la mayoría de ellos recurren a alguno de estos medicamentos para paliar sus dolencias, según explica a El Confidencial Jordi Miró, director de la Cátedra de Dolor Infantil de la Universidad Rovira i Virgili y coordinador del grupo de investigación ALGOS. El investigador desconoce si existen estudios al respecto, pero considera que la mayoría recurre a ellos por dos razones fundamentales: “La primera es que en España la forma de tratamiento más habitual, casi única, de manejar el dolor crónico es con fármacos. Y la segunda, que cuando alguien experimenta dolor de forma recurrente o continuada, cabe esperar que utilice todos los recursos a su alcance para hacerlo desaparecer o, al menos, mitigarlo. Entonces, si la única forma, o casi única forma, que uno conoce para hacer frente al dolor crónico es utilizando fármacos, la probabilidad de que sea la alternativa escogida es extraordinariamente alta”.

El problema es que estos fármacos se podrían estar utilizando en exceso, como ha demostrado un nuevo estudio realizado por la cátedra que capitanea Miró, que ha identificado factores psicológicos que explican el exceso de medicación en adolescentes con dolor crónico. El análisis, publicado en la revista Pain Medicine, ha sido realizado a partir de encuestas a 320 adolescentes de 12 a 18 años de Reus que forman parte de un estudio epidemiológico longitudinal en escuelas e institutos iniciado hace cinco años por el grupo de investigación ALGOS, en que se recogen periódicamente datos diversos para tener la máxima información y así desarrollar programas que mejoren la prevención y el tratamiento del dolor crónico.

Más allá del dolor real

Miró explica que han concluido que los motivos por los que los adolescentes con dolor crónico toman medicación “para manejar su dolor van más allá de lo que cabría suponer”. “La intensidad y la severidad del dolor no son los únicos motivos por los que los adolescentes que han participado en el estudio toman medicación para el dolor; existen otros factores que explican esta conducta”, destaca el catedrático.

En este sentido, señala que “las actitudes y los pensamientos sobre el dolor y las expectativas sobre la capacidad para manejarlo son claves para entender cómo se adaptan las personas (los adolescentes en esta ocasión) a este problema y el proceso que utilizan para enfrentarse a él”.

El catastrofismo, un factor determinante

El estudio muestra que, más allá de la intensidad y la interferencia del dolor, los pensamientos negativos que tienen relación con el dolor explican significativamente el uso de medicamentos para mitigarlo. Dicho de otro modo, que el paciente haga una montaña de lo que le está sucediendo, que piense en posibles repercusiones futuras o que muestre desconfianza en la capacidad propia para hacerle frente, es lo que hace que se perciba el dolor como más intenso y que se haga un abuso de la medicación. En este sentido, Miró apostilla que son los adolescentes con estos pensamientos más negativos los que toman medicamentos con más asiduidad.

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Al preguntar sobre factores psicológicos más concretos que lleven a este exceso, apunta que “sabemos que la ansiedad y la depresión están relacionados, pero cuando examinas su poder predictivo, este se diluye”. “El único factor, entre los que nosotros hemos estudiado y que sí demuestra explicar este consumo, es el catastrofismo”; esto es, “los pensamientos negativos acerca de la experiencia y de la capacidad para hacerle frente”.

Aclara que “no hay más datos al respecto, pues se trata del primer estudio de estas características que existe en el mundo, al menos que se haya publicado". No obstante, "si entramos a barajar hipótesis", otros de los factores sospechosos "con visos de confirmarse son las actitudes ante el dolor y, en particular, las actitudes relacionadas con su manejo".

Sobremedicación: riesgos y cómo evitarla

Además de por los datos obtenidos del estudio, también se puede afirmar que existe una sobremedicación entre estos pacientes, teniendo en cuenta varios motivos: "Que el tratamiento de elección para este tipo de problema, en base a los datos disponibles, es el tratamiento interdisciplinar de base cognitivo-conductual"; "que este tipo de tratamiento raramente está disponible"; "la alta prevalencia del problema y la necesidad que las personas tienen de buscar una solución"… "Las cuentas parecen claras”, señala.

El catedrático explica que este exceso de fármacos puede afectar a la salud “a múltiples niveles, pero dependerá del tipo de medicación que se utilice”. Y aclara que es “imposible generalizar”.

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Para evitar el exceso de medicación considera que “la educación y formación de los profesionales, y de la propia sociedad, es fundamental”. Pero “aquí nos encontramos con un problema: la escasa formación de los profesionales sanitarios en relación con el tratamiento del dolor crónico. Hemos publicado estudios sobre este asunto que así lo muestran. Aunque no es un problema específico de lo que sucede en España, pues es generalizado a nivel internacional, sí queda (muy) claro que en España tenemos un problema por la escasa formación que reciben los profesionales”.

“Por eso, campañas de educación y sensibilización como la que impulsamos bajo el lema Borremos el dolor infantil son tan importantes”, añade.

El tratamiento no puede ser solo farmacológico

Una de las grandes conclusiones que extrae el catedrático del estudio es que el tratamiento del dolor crónico en adolescentes no puede ser solo farmacológico”.

El estudio evidencia que para mejorar el tratamiento y la gestión del dolor crónico hay que tener en cuenta estos factores psicológicos, como por ejemplo la ansiedad y, sobre todo, los pensamientos negativos que acostumbran a tener las personas con dolores persistentes.

Miró concluye que si estos datos se confirman en futuras investigaciones, "los programas de tratamiento tendrán que tener muy en cuenta los pensamientos de los pacientes, puesto que si se consigue modificarlos, hacer que tengan una actitud menos negativa, se podrá ayudar a gestionar mejor el dolor y a utilizar la medicación de una manera más adecuada".

A sus 16 años, Mario sabe perfectamente lo que es el dolor. Hace unos 5 años, vivió el primer episodio de dolencias lumbares y cervicales que le acompañaron varios días. Este, piensan sus padres, fue el punto de partida. A partir de ahí, estas y otras molestias fueron apareciendo y desapareciendo por temporadas. Pero, desde hace un año y medio, el malestar le acompaña día y noche, consiguiendo dormir medicación mediante. Ahora los dolores son de varios tipos y no siempre están presentes con la misma intensidad. Los días que son más leves, puede tener una vida relativamente normal gracias a la medicación, “aunque a veces me deja un poco atontado”, cuenta a este periódico. Pero los días que los dolores aparecen más fuerte, “soy como un abuelo, tengo que estar metido en la cama y me tienen que ayudar si me quiero levantar. Y claro, si me quiero mover por casa, me tengo que apoyar en mi padre”.

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