Menú
No hace falta irse a Galicia: hasta un cuarto de millón de microplásticos en una botellita de agua
  1. Bienestar
hasta 400.000 fragmentos

No hace falta irse a Galicia: hasta un cuarto de millón de microplásticos en una botellita de agua

Por culpa de las costas gallegas volvemos a hablar de estas sustancias que están mucho más cerca de nosotros de lo que creemos: en cada sorbo

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

El vertido al océano Atlántico de pellets de plástico que está plagando las costas gallegas y que ya se extiende hasta las playas de Asturias llena las portadas de los medios nacionales. Su impacto en el medioambiente, así como el cruce de acusaciones entre la Administración autonómica y la nacional, son lo que copa gran parte del interés del público. A pesar de ello, este desastre ha vuelto a poner sobre la mesa un tema recurrente: cómo nos afectan los microplásticos.

Claro está que no vamos a ir por las costas gallegas comiéndonos esos pellets a cucharadas, pero la presencia de microplásticos en nuestros alimentos (así como en la comida de nuestra comida) ha provocado grandes cantidades de investigación científica para conseguir determinar si suponen un peligro para nuestra salud o no, pero los resultados no son concluyentes.

Los que sabemos, concretamente, es que estamos expuestos a ellos y que estos se acumulan en nuestro organismo. Ejemplo de esto es un estudio del Departamento de Sanidad del Estado de Nueva York en EEUU, realizado en 1998, que determinó que en el 87% de los pulmones humanos que se estudiaron estaban presentes fibras de microplástico. Del mismo modo, tres años después se determinó en otro estudio que los microplásticos podían provocar que las células pulmonares produjesen compuestos inflamatorios, aunque estos resultados solo se obtuvieron in vitro.

"Estas informaciones no hacen más que asustar a los consumidores"

Otros trabajos científicos, esta vez realizados en ratones de laboratorio, también han propuesto que los microplásticos se acumulan en nuestro hígado, en los riñones y en el intestino, y que son capaces de producir estrés oxidativo, al menos hepático.

Por último, hay que hacer mención a otros microplásticos tóxicos (aunque, en este caso, el hecho de que sean micro no es tan importante, dado que aunque sean grandes son igualmente dañinos) como los ftalatos o el bisfenol, que sí suponen un riesgo para nuestra salud. Se trata de moléculas que algunos plásticos muy determinados contienen, y que la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) regula cada día con más ahínco.

En el fondo de una botella (de agua)

Y, como no puede ser de otra manera, habrá alguien que diga: "Qué pena que el Atlántico esté lleno de pellets de plástico, pero a mí me pilla muy lejos y no como ni marisco ni pescado, así que me da igual". Podría parecer que esta postura es lógica, que ese individuo, en efecto, está a salvo de todas esas micropartículas plásticas que plagan los mares del mundo, pero, como acaba de demostrar un grupo de científicos de la Universidad de Columbia en EEUU, la realidad es que no estamos a salvo.

Como pudieron evidenciar los investigadores, en Estados Unidos, una botella de agua tiene en su interior hasta 250.000 fragmentos de nanoplásticos. Sí, sabíamos que estaban presentes en muchos aspectos de nuestra vida cotidiana, pero por primera vez, gracias al uso de un nuevo microscopio de láseres duales, ha sido posible contabilizarlos en su totalidad.

Además, como se detalla en el estudio, no se trata de un problema de una marca en particular, sino de muchas. Los investigadores analizaron con su nuevo microscopio multitud de botellas de los 4 principales fabricantes de agua embotellada de EEUU. Los resultados variaron entre una y otra, con un rango comprendido entre las 100.000 y las 400.000 nanopartículas de plástico. Todas y cada una de las botellas contenían estos fragmentos, con la media situada en 240.000.

placeholder Foto: iStock.
Foto: iStock.

Todas tenían un tamaño menor a un micrón (la millonésima parte de un metro). Para que nos hagamos una idea, se trata de la centésima parte del ancho de un pelo de nuestra cabeza. Esto es muy relevante, dado que sabíamos que los microplásticos, diminutos aunque visibles, se encontraban en multitud de alimentos, pero estos nanoplásticos son completamente invisibles. No podemos detectarlos, pero ahora sabemos que están ahí.

La proporción entre esas partículas de diferente tamaño también es importante, dado que se encuentran entre 10 y 100 (dependiendo de la marca) más nanoplásticos que microplásticos en el agua embotellada. Su origen, aunque sigue siendo discutido, parece estar en la propia botella de plástico y en la membrana del filtro de osmosis inversa que se utiliza para mantener fuera los contaminantes durante el proceso de manufacturación.

Dada la ausencia de pruebas científicas concluyentes acerca de los efectos que estas sustancias tienen en la salud, se ha comenzado un cruce de acusaciones entre investigadores e industria. Por un lado, los autores del estudio, encabezados por la toxicóloga Phoebe Stapleton, han declarado que "se sigue investigando si estos nanoplásticos son negativos para la salud, pero no sabemos si lo son y, en caso afirmativo, cuánto. Sí sabemos que llegan a los tejidos de los mamíferos, incluyendo a los seres humanos, y los trabajos se centran en determinar su impacto en las células".

Foto: Microplásticos sobre un dedo. (iStock)

Por otro lado, el lobby de los embotelladores de agua de EEUU ha afirmado que "en la actualidad hay una falta tanto de métodos de medición estandarizados como de consenso sobre los potenciales impactos en la salud de los nano y los microplásticos. Por lo tanto, las informaciones de la prensa acerca de la presencia de estas partículas en el agua embotellada no hacen más que asustar a los consumidores" (que, por otra parte, creen que beben agua, no agua y nanoplásticos, pero bueno).

Del mismo modo, las perspectivas de futuro no son buenas. En el extraño caso de que resultase que los plásticos insertados en nuestro organismo fuesen completamente inocuos, no supondría un gran problema para nuestra salud, pero, en caso opuesto, no sabemos cómo hacerle frente, dado que el origen de los mismos no son exclusivamente las botellas, sino multitud de factores de los procesos de manufacturación, así como la presencia de estas sustancias en las materias primas.

Tal vez la investigación, al menos parte de ella, debería empezar a centrarse en descubrir formas efectivas de conseguir eliminar estas escurridizas sustancias de nuestra comida y nuestra bebida.

El vertido al océano Atlántico de pellets de plástico que está plagando las costas gallegas y que ya se extiende hasta las playas de Asturias llena las portadas de los medios nacionales. Su impacto en el medioambiente, así como el cruce de acusaciones entre la Administración autonómica y la nacional, son lo que copa gran parte del interés del público. A pesar de ello, este desastre ha vuelto a poner sobre la mesa un tema recurrente: cómo nos afectan los microplásticos.

Salud
El redactor recomienda