Es posible que tengas TDAH y no lo sepas: un trastorno que también aparece en la edad adulta

Aunque el trastorno por déficit de atención e hiperactividad, comúnmente conocido como TDAH, suele diagnosticarse durante la infancia (la prevalencia ronda entre el 5 y 7%), cada vez es más habitual que se descubra también en adultos. En concreto, los estudios indican que la prevalencia se sitúa en torno al 3%.

En la mayoría de las ocasiones se trata de niños que no fueron ni diagnosticados ni evaluados. Pero también “hay casos en los que, durante la infancia, el paciente tenía síntomas subclínicos, es decir, que no llegaba a cumplir los criterios para el diagnóstico, pero que en la edad adulta ya cumple estos criterios”, asegura Gonzalo Arrondo, investigador Ramón y Cajal en el grupo Mente-Cerebro del Instituto Cultura y Sociedad (ICS) de la Universidad de Navarra.

Las razones por las que, al pasar los años, llegan a cumplir los criterios pueden relacionarse con “una mayor exigencia del entorno en el que se mueve el paciente, unido a una inadecuada maduración e implantación de estrategias que facilitasen la compensación de estos síntomas”, afirma Arrondo.

El problema es que, a menudo, esos síntomas se entienden como parte del carácter del adulto. “Un rasgo estable en la forma de ser del individuo, cuyas consecuencias negativas puede minimizar, conforme madura, mediante la creación de hábitos”, explica. Sin embargo, el especialista opina que contar con ese diagnóstico es importante para poder afrontar la enfermedad.

¿Por qué es bueno contar con un diagnóstico?

Arrondo lo justifica así: “El diagnóstico, por un lado, va a permitir explicar estos problemas suponiendo cierto alivio, ya que pones un nombre a eso que te pasa. Además, en la medida que existen tratamientos eficaces, tanto psicológicos como farmacológicos, un diagnóstico facilitará el acceso a los mismos. Finalmente, un diagnóstico puede facilitar la modificación de hábitos diarios y la utilización de estrategias que minimicen estos problemas”.

Para sospechar que se tiene TDAH hay que tener en cuenta la existencia de síntomas como inatención, hiperactividad, impulsividad (con los años disminuye esta última a favor de la inatención).

Una de las claves fundamentales es que estos síntomas “estén interfiriendo significativamente en la vida de la persona. Es decir, que conlleven sufrimiento en la persona que los padece”, avisa el experto.

Características del TDAH en la edad adulta

Tanto desde el punto de vista social como desde el tratamiento, el diagnóstico de este trastorno en la infancia o en la edad adulta va a suponer importantes diferencias. Arrondo afirma, por ejemplo, que “el diagnóstico en la infancia tendrá mejor pronóstico”, porque va a permitir afrontarlo antes con el consiguiente control de la patología.

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Uno de los hándicaps con que cuentan los adultos a quienes se diagnostica TDAH es que “actualmente hay un menor estigma social en relación con el diagnóstico en el caso de los niños que de los adultos”, afirma el experto.

Asimismo añade: “Algunas personas pueden no entender completamente los desafíos asociados con el TDAH en adultos, lo que puede llevar a malentendidos o minimización de los síntomas”.

Tratamiento

Por otro lado, “los enfoques terapéuticos tanto psicológicos como farmacológicos serán muy distintos en niños y adultos. En el caso de los psicológicos, en la infancia se centrarán sobre todo en la psicoeducación y manejo conductual para los padres, mientras que en adultos se buscará la implantación de estrategias de carácter más reflexivo directamente en la persona con TDAH”.

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En cuanto a los tratamientos farmacológicos, “en ambos casos se usan estimulantes, pero el tratamiento de primera línea cambia”.

Para llegar al tratamiento debe realizarse el diagnóstico, que es fundamentalmente clínico. “La persona debe mostrar síntomas de inatención y/o hiperactividad e impulsividad en los últimos seis meses. Y, en general, esos síntomas deben estar presentes antes de los 12 años de edad e interferir directamente en más de un ámbito de la vida diaria de la persona. Por ejemplo, deben influir en aspectos laborales y personales para poder llevar a cabo un diagnóstico”, concluye Arrondo.