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España se ha dado cuenta de su problema con el alcohol: "Dos cervezas al día normal no es"
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CAUSA DE NUESTROS PROBLEMAS

España se ha dado cuenta de su problema con el alcohol: "Dos cervezas al día normal no es"

Nunca antes había habido tantos testimonios sobre el consumo del alcohol en España: hablamos con tres exalcohólicos para ayudar a entender por qué bebemos tanto

Foto: EC Diseño
EC Diseño

"Tenemos un problema de sociabilidad, tenemos un problema de miedo al otro, tenemos un problema de terror a la piel, a lo vulnerable. Tenemos un problema de sinceridad. Tenemos un problema de no futuro. Tenemos una vida precaria, absolutamente incierta, que necesita un cierto foco. Hablando con Belén Gopegui el otro día decíamos que se habla del alcohol como anestesia, pero en realidad lo que hace es agudizar los sentidos: funciona como rayo paralizador de lo que nos rodea. El alcohol produce una fantasía de que todo se paraliza en el mundo mientras nosotros seguimos en movimiento".

Bob Pop (1971), crítico televisivo y periodista, acaba de publicar Como las Grecas (Anagrama), una autobiografía sobre la relación del escritor con el alcohol. Nunca antes habían coincidido tantos relatos en primera persona sobre nuestra relación con la bebida, pero nunca había habido tantos abstemios jóvenes ni las cifras de consumo diario de alcohol estaban tan bajas: según la encuesta EDADES, si en 2001 el 15,7% de los españoles bebía cada día, en 2022 el porcentaje era de un 9%. Entre 2010 y 2019, el porcentaje de jóvenes de entre 15 y 19 años que no beben ha aumentado de un 51,4% a un 57,6% entre hombres y de un 24,9% al 25,9% entre mujeres.

No es casualidad que sea en este momento en el que los españoles se estén dando cuenta de que el alcohol es parte estructural de nuestra vida, más causa que supuesta solución de nuestros males. Una droga socialmente aceptada que tan solo maquilla nuestros problemas, como recuerda Alfonso Ortega (1983), Cocituber, el influencer de los bares guarros. Ortega se define como "el hombre que más bares visita en España", pero después de unos cuantos años de alcohólico (entre cinco y diez: no sabe cuándo cruzó la línea) es capaz de hacerlo a diario sin probar el alcohol. "He visitado más de 900 bares sin beber", explica a El Confidencial. "Creo que han cambiado los hábitos, antes todo eran macrobotellones, juergas… ahora la gente hace más deporte y beber ya no resulta tan barato".

Jorge Matías (1974), obrero del metal y escritor, se dio cuenta en 2007 de que tenía un grave problema con el alcohol y decidió dejar de beber de forma radical después de que una amiga le echase la bronca por pasar el día de su cumpleaños emborrachándose solo. En Vinagre (Yonki Books) retrata el tan común alcoholismo de clase trabajadora que raramente se cuenta en primer persona: "Todas las clases sociales bebemos, pero lo hacemos de manera distinta”. Matías lo hacía, como tantos compañeros, para que la vida le resultase más liviana.

"Los alcohólicos somos funcionales en el trabajo"

Una de las grandes paradojas de su consumo alcohólico es que nunca dejó de ser funcional para su empresa aunque su vida personal dejase de serlo. El alcohol está tan aceptado porque solo en contados casos es inhabilitante. "Al capitalismo le da igual que seas un drogadicto o un alcohólico: yo en el trabajo era funcional porque no bebía ahí, pero pasaba todo mi tiempo libre bebiendo", explica. "A la larga te termina repercutiendo en el trabajo pero siempre mantenía ese equilibro. La mayoría de alcohólicos son funcionales". Hay muchos más alcohólicos a nuestro alrededor de lo que pensamos y gente que no se da cuenta de que tiene un verdadero problema.

Los conflictos se reflejaban en sus relaciones personales, muchas de ellas rotas por el alcohol, en la sensación de que su vida se había quedado estancada y en la acumulación de pequeños accidentes que algún día podrían haber sido dramáticos. Para su sorpresa, cuando admitía su alcoholismo ante los demás, estos le llevaban la contraria: qué va, hombre. "Lo que pasa es que si tú admites que tienes un problema, a lo mejor los demás tienen que admitir que a lo mejor ellos también", recuerda. "La mayoría de la gente no quiere verlo: cuando Rob Halford de Judas Priest le contó a Glenn Tipton que era alcohólico, le respondió que no, que simplemente quería divertirse como él".

Según la Monografía de Alcohol del Observatorio Español de las Drogas y las Adicciones, el 18,6% de la población entre 15 y 64 años presenta un consumo por encima del nivel considerado de bajo riesgo. Un 8,8% asegura beber a diario. "Con el alcohol no hay una dosis segura, como mucho hay una dosis muy pequeña que no causa tantos daños", recuerda Matías. "La gente en España generalmente sale de trabajar, se toma dos o tres cañas y se olvida de que tomar dos o tres cañas es un problema: no quiere decir que seas alcohólico, pero normal no es".

Lo que tienen en común todos estos testimonios es que presentan perfiles más variados que el estereotipo del borracho de barra de bar que empina el codo hasta que se cae del taburete y se queda dormido en la calle. "Es algo mucho más complicado: una droga muy funcional al capitalismo porque te ayuda a ahogar tus penas brevemente todas las noches por un precio barato y te permite seguir funcionando". España es el segundo país de Europa que más alcohol consume de forma habitual, solo superado por Portugal.

¿Por qué bebemos?

En Como las Grecas, Bob Pop enumera las 17 razones por las que decidió beberse 17 dry martinis en cuatro horas para celebrar el primer aniversario de su matrimonio. Van desde las prácticas (nervios, por miedo a que no acudiese nadie, por sed) hasta las banales (porque había que amortizar la barra libre, porque quería demostrar a su ex que no es un aburrido) pasando por las disfrutonas (porque está su marido a su lado protegiéndolo, porque suena una canción que le gusta, porque sí). Las razones para beber alcohol, o mejor dicho, las razones que nos buscamos para beber alcohol, son inagotables.

placeholder Bob Pop. (Foto: Mauricio Retiz)
Bob Pop. (Foto: Mauricio Retiz)

Su libro no es tanto un retrato del alcoholismo como una indagación sobre las razones que nos llevan a beber. "Es la droga perfecta para el neoliberalismo", explica el escritor. "Una droga que te está matando, que te está destruyendo, que te está vaciando y que además, hace que pases todo el tiempo que estás produciendo pensando en cuándo podrás salir para quitarte la angustia que el trabajo te provoca a golpe de cañas con amigos. En el libro hablo de cómo el afterwork son horas extras no pagadas, que pagamos de nuestro bolsillo y de nuestro hígado y que sirven para poder hacer soportable la vida que llevamos".

Entre estas razones, Bob Pop propone algunas poco evidentes. Como el autoboicot, que resume con una parábola infantil. "Mis padres me obligaban a ir a esquiar y cuando comenzaba a coger velocidad, mi pensamiento era 'tírate ahora que no vas demasiado rápido porque no te harás tanto daño como cuando vayas muy deprisa y además te lo estés pasando bien'", explica. "Cuando algo nos provoca mucho deseo y expectativa, no hay nada como el alcohol para estropearlo, para que nos salga mal desde el principio".

El crítico retrata en su libro cómo el alcohol es percibido de forma distinta según cada entorno social. Paseando un día por Serrano vio a un grupo de "señoras cacatúas que podrían estar en la boda de Almeida con mucha perla y cardado". Una de ellas se giró a otra y le dijo "yo creo que Pitita es alcohólica", a lo que su amiga le respondió "no, Pitita no es alcohólica, Pitita es borracha de vino blanco, que es una cosa muy diferente". En determinados niveles sociales es fácil ser alcohólico y que no se note, porque como mucho impacta en tu vida "diciéndole dos frescas a la mucama o quedándote dormida viendo una procesión".

A diferencia de Matías, el suyo es un trabajo creativo, donde el alcohol ha estado ligado a lo largo del siglo XX al glamour y el ingenio, por lo que es aceptable que se consuma en grandes cantidades. "El alcohol era un entretenimiento, un ocio, un espacio vacío de no escritura que llenabas bebiendo y que se te daba acceso a lugares a los que no tendrías acceso sin el alcohol: se ha mitificado como una forma de estar un poco más allá de la realidad prosaica", valora. "Pero en cuanto un veinteañero me habla de Bukowski echo a correr porque de ahí no va salir nada bueno. Dorothy Parker, Anita Loos, Truman Capote o Scott Fitzgerald habrían tenido una carrera literaria mucho más interesante de no haber sido por el alcohol, pero soportaron la carrera que tuvieron por el alcohol".

El hombre que más sabe de bares no bebe

Alfonso Ortega, cuando aún era oficinista y no se había convertido en Cocituber (con 280.000 seguidores en Instagram y 230.000 en TikTok), se despertó un día en su cama lleno de moratones que no recordaba cómo se había hecho. Bajó a ver su coche y estaba destrozado. No sabía por qué. "Entonces me dije: un día voy a matar alguien, no puede ser", recuerda. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda. Hoy lleva más de tres años sin probar una gota: este miércoles ha estrenado en Telemadrid Cañas y barrio, un programa en el que descubre los barrios de la capital a través de sus bares.

Como suele ocurrir, Ortega no sabe en qué momento se convirtió en alcohólico. Bebía cuando salía de juerga, más tarde bebía compulsivamente porque lo necesitaba para funcionar, y hubo un momento en el que, durante la pandemia, bebía ingentes cantidades solo en casa a ritmo de un día de borrachera, un día de resaca. "Los alcohólicos somos muy mentirosos y muy listos", explica. "Tú bebes y vas a trabajar, o bebes y te vas con tu familia, o bebes y conduces. Haces una vida normal pero la gente se da cuenta porque la cagas y das problemas. Conozco alcohólicos abogados, cajeros de supermercado… No hay clases sociales". Lo que tienen en común son las historias turbias: "De las discusiones con la mujer o la novia a los que han atropellado a niños o matado a gente".

El hostelero (ahora tiene cuatro restaurantes) dejó de beber durante la pandemia, una de las épocas más alcohólicas de nuestro pasado reciente: "Recuerdo que estaba intentando dejar de beber y veía a los políticos saliendo a reivindicar las terrazas brindando con cerveza", recuerda. "Por mucha campaña que se haga, se incita a beber". El alcoholismo es una enfermedad reconocida por la Organización Mundial de la Salud, como recuerda el influencer, pero la gente no reacciona ante ella como ante otra enfermedad. "No da pena como un cáncer, puedes hasta reírte de un alcóholico", explica. "Los amigos me preguntan cuándo me voy a recuperar y les digo que nunca".

Desde este domingo, Ortega hará rutas por bares con sus seguidores donde está prohibido beber alcohol. Aunque el consumo de alcohol se haya reducido de veinte años a esta parte, ha repuntado levemente desde los años de la pandemia, lo que sugiere que hay un porcentaje de españoles que siempre beberá. Al fin y al cabo, como recuerda Matías, mientras que el tabaco u otras drogas han sido perseguidos de manera activa, no ha ocurrido lo mismo con el alcohol, que recibe un fuerte apoyo institucional y político. Estos testimonios literarios y audiovisuales luchan contra la corriente, pero como recuerda Ortega, aún queda un rincón por explorar: el de las mujeres alcohólicas, "que está mucho peor visto y sufren más".

"Tenemos un problema de sociabilidad, tenemos un problema de miedo al otro, tenemos un problema de terror a la piel, a lo vulnerable. Tenemos un problema de sinceridad. Tenemos un problema de no futuro. Tenemos una vida precaria, absolutamente incierta, que necesita un cierto foco. Hablando con Belén Gopegui el otro día decíamos que se habla del alcohol como anestesia, pero en realidad lo que hace es agudizar los sentidos: funciona como rayo paralizador de lo que nos rodea. El alcohol produce una fantasía de que todo se paraliza en el mundo mientras nosotros seguimos en movimiento".

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