"Si tengo vértigo, pienso que es un tumor cerebral": así se vive con terror a enfermar
Búsqueda de síntomas en internet, visitas repetidas a urgencias o intranquilidad tras saber que no hay rastro de ninguna enfermedad. Estas son algunas de las situaciones con las que conviven las personas hipocondriacas
Desde muy pequeña, Inma tenía una manía poco común: se miraba las piernas por si le estaban sangrando. A sus 49 años, nunca ha sufrido una enfermedad grave, tampoco ha pasado por quirófano y, sin embargo, sufre trastorno de ansiedad por enfermedad, comúnmente conocido como hipocondría.
Si echa la vista atrás, no recuerda un momento específico en el que lo desarrollara, pero convive con el miedo a contraer una enfermedad grave cada día. "Ser hipocondriaca es agotador y me chupa la energía, estoy alerta y escuchando a mi cuerpo continuamente", confiesa a este periódico. En su caso, hay épocas en las que la hipocondría es más acusada y, otras, en las que consigue estabilizarse.
En muchas ocasiones, los pensamientos no le dan tregua y pasa horas buscando en internet cuando no hay ninguna señal en su cuerpo que indique que algo va mal. "He ido varias veces a terapia psicológica porque también sufro trastorno de ansiedad generalizada, pero no me ha ido bien. Los primeros días tras la consulta intentaba no buscar en internet compulsivamente, pero cuando me asaltaban las obsesiones no podía evitar hacerlo. Los síntomas me generan ansiedad y me llega a dar miedo mi propio cuerpo. He llegado a pensar que tenía un tumor cerebral cuando me ha dado un vértigo", explica.
Otra de las peculiaridades que sufre Inma es el miedo a ir al médico. "Procuro ir lo menos posible porque cuando voy a una revisión rutinaria me da pánico que me encuentren alguna enfermedad. Igualmente, me ha pasado alguna vez que he ido a consulta, he expuesto mi problema, y el médico se ha reído de lo que le contaba. Eso me tranquiliza, porque significa que lo que le estoy contando no tiene ninguna lógica", concluye.
"La sustituta de mi médico de cabecera me dijo que lo que tenía era esquizofrenia y bipolaridad"
Salva vive su hipocondría de manera completamente diferente a Inma. Visita todos los meses urgencias tres o cuatro veces. Él sí recuerda bien la primera vez que la sufrió, tenía 16 años y sufría acoso escolar. Un día, al llegar a casa, le dio un ataque de ansiedad: "pensaba que me moría de un ataque al corazón". Desde ese momento, tiene pensamientos intrusivos con enfermedades, palpitaciones, sudoración de manos y miedo a que pase algo malo cuando está rodeado de gente. "Con el covid lo pasé muy mal, pensaba que me infectaba en todos los sitios. Además, soy sanitario y trabajaba en un hospital. A día de hoy, cuando hay aglomeraciones, me sigo poniendo la mascarilla", narra.
También tiene que luchar contra los prejuicios de las personas que le rodean y, en algunos casos, de los profesionales sanitarios. "Hace seis meses la sustituta de mi médico de cabecera me dijo que lo que tenía era esquizofrenia y bipolaridad, yo estoy en tratamiento psiquiátrico y psicológico y en ningún momento se me han diagnosticado. Salí de la consulta con el pensamiento recurrente y una excesiva preocupación, incluso me llegué a pensar que de verdad tenía estos trastornos. No me quedé tranquilo hasta que tuve cita con mi psiquiatra y me aclaró que mi diagnóstico no era ese", cuenta Salva.
Aparte de ponerse en manos de profesionales, a Salva le ha sido de gran ayuda contactar con personas que, al igual que él, sufren ansiedad por enfermedad. Es la labor de AMTAES, una asociación nacional de afectados por trastornos de ansiedad, que coordina grupos de ayuda no profesional, donde los afectados tienen un espacio "seguro" para explicar cómo se sienten.
Señal de alarma
Muchas personas, como Inma y Salva, se ven paralizadas por el miedo a las enfermedades, pero, ¿cuándo hay que pedir ayuda? La psicóloga Marina Fernández Barragán indica que hay varias señales de alarma. Por ejemplo, cuando el paciente cancela un evento social por acudir al médico o si pese haber demostrado médicamente que no hay ninguna enfermedad, la preocupación excesiva continúa.
Según cuenta, el objetivo de la terapia es que la persona que sufre este trastorno tenga en el profesional un punto de "calma y confianza". "Es importante trabajar los pensamientos y creencias erróneas que se están teniendo respecto a la sintomatología, se trata de ir haciendo pequeños cambios para que el paciente aprenda a continuar con su vida, aunque esté preocupado", comenta.
En atención primaria
Asimismo, la psicóloga piensa que la situación ideal pasa porque los médicos pudieran identificar este tipo de pacientes para derivarles a salud mental. "La realidad es que los síntomas se deberían canalizar a través de la psicología, pero en atención primaria no pueden atender esto. Se envía a los profesionales de salud mental cuando el paciente presenta un gran deterioro en su calidad de vida, pero no se debería llegar a esos extremos", aclara.
Igualmente, explica que en algunos casos de hipocondría sí que existen síntomas, pero eso no justifica el miedo constante. "Una de las características de estas personas es que tienen una interpretación patológica de síntomas físicos que no lo son. Por ejemplo, si sienten una palpitación, enseguida interpretan que es un ataque al corazón y la realidad es que el cuerpo humano no es una máquina perfecta y una palpitación no significa nada", finaliza Fernández Barragán.
Desde muy pequeña, Inma tenía una manía poco común: se miraba las piernas por si le estaban sangrando. A sus 49 años, nunca ha sufrido una enfermedad grave, tampoco ha pasado por quirófano y, sin embargo, sufre trastorno de ansiedad por enfermedad, comúnmente conocido como hipocondría.