Miserias de la alta longevidad: España pide consejo a Japón para sostener a tanto anciano
Ambos llevan años encabezando las listas de países con más esperanza de vida, pero esto tiene costes económicos, sanitarios, sociales y laborales muy difíciles de sufragar
España es el país más longevo de Europa y, desde hace unos años, flirtea con Japón o Singapur en el podio mundial de naciones con mayor esperanza de vida. De hecho, algunos estudios prospectivos calculan que, para mediados de siglo, estaremos a la cabeza de esta clasificación. Según los datos más recientes de Eurostat, en regiones como la Comunidad de Madrid, la expectativa ahora mismo es vivir 85,2 años.
Para casi todo el mundo, estas noticias son una bendición. Pero para los economistas y encargados de diseñar las políticas, el futuro se parece más a una pesadilla.
El del cambio demográfico —impulsado por una baja natalidad y una prolongada longevidad— es, sin ninguna duda, el mayor problema que tiene España. Está en el corazón de todo: el creciente gasto en pensiones y Sanidad, los desequilibrios en el mercado laboral o la necesidad de nuevas políticas de inmigración. Y cada día que pasa, el agujero se hace más profundo.
El envejecimiento de la sociedad es un reto tan mayúsculo que resulta inabarcable y, por tanto, semana tras semana es postergado en favor de asuntos menos trascendentales pero más perentorios.
Hay un dato que revela cómo las costuras de ese récord español de longevidad están empezando a saltar. Si observamos los últimos datos disponibles en la Organización Mundial de la Salud, nuestro país aparecía en 2019 como el 4º país más longevo, por detrás de Japón, Suiza y Singapur. Sin embargo, si se observan los años de vida saludable, España cae tres puestos. La clave está en la diferencia entre ambos registros, ¿en qué países sus ciudadanos están viviendo más años en condiciones de salud subóptima?
"Aquellos que hacemos investigación del envejecimiento y de la longevidad no queremos aumentar los años de vida", explica a El Confidencial Ana María Cuervo, codirectora en el Centro de Estudios para el Envejecimiento del Albert Einstein College of Medicine de Nueva York. "Es decir, no queremos alargar el envejecimiento, sino aumentar el nivel de vida saludable".
En esta lista de 33 países con más esperanza de vida, España ocuparía un discreto 29º puesto. Es más, esta distancia entre los años que vivimos y los que vivimos con una salud aceptable se ha ido agrandando desde 1990.
Aunque un 1% pueda parecer poca cosa, su traducción en términos de gasto sanitario, pensiones o empleos en cuidados y dependencia es brutal. Del mismo modo, cualquier mejora en esta longevidad saludable tendría un impacto positivo en la economía española: "Esto es muy importante, porque alguien mayor y saludable, a pesar de que parezca una carga, irá menos el médico, harán menos gasto, serán más funcionales y contribuirán más al país", indica Cuervo.
Para empezar a ponerle el cascabel al gato, esta semana en Salamanca se han reunido expertos en sociedades longevas de España y Japón, dos países culturalmente muy distintos pero con un mismo desafío en común. Actualmente, el 30% de la población japonesa tiene más de 65 años. Aquí actualmente rondamos el 20% —llegamos a superarlo, pero la mortalidad en la pandemia tuvo un efecto corrector— pero es cuestión de tiempo que alcancemos al país nipón en algún momento de este siglo.
¿Podemos pagar esta fiesta?
Para los españoles, saber qué están haciendo los japoneses para arreglar este gran problema es muy útil, ya que ambos estamos viendo la misma película solo que la suya está más avanzada.
"La tradición en Japón es que los mayores vivían dentro de la familia y eran las mujeres quienes proporcionaban los cuidados", explicaba en inglés Hiroko Akiyama, de la Universidad de Tokio, durante la jornada organizada por el Centro Internacional sobre el Envejecimiento, CENIE. "Después vinieron los cambios demográficos, llegó la longevidad y cambiaron las necesidades. La de cuidados creció, las cosas se complicaron".
El país lo está pasando muy mal para adaptarse a esta nueva realidad. La inflación y la falta de trabajadores está llevando al límite al sector de las residencias de ancianos, y casi una de cada tres podría acabar cerrando en los próximos años.
El país asiático, a diferencia de España, no cuenta con una inmigración que pueda ayudarle a realizar esos trabajos de cuidados, ingratos y mal pagados tanto allí como aquí. Pese a que en los últimos años se ha abierto la mano, sus leyes son de las más restrictivas del mundo, el idioma no lo pone fácil y además, parte de la sociedad japonesa guarda aún distancia con los inmigrantes.
"Tenemos el mismo problema que España", dice Akiyama. "Las personas en cuidados sociales, en centros de dia o residencias, están muy mal pagadas... muchos deciden trabajar en un McDonalds antes que en una residencia". Como buena japonesa, fiel a la tecnofilia, la profesora cree que la tecnología, "no quiero decir robots, sino algún tipo de sensor o máquina", podría ayudar a rebajar la exigencia del trabajo en residencias. Pero mejorar las condiciones laborales y económicas de los humanos es el punto número 1 en la lista.
María Teresa Sancho, directora general del Imserso, asiente al escuchar a Akiyama. En nuestro país estamos en las mismas. Incluso contando con la ayuda de tener en la inmigración latinoamericana una cantera de profesionales de los cuidados, Sancho sabe que si esos trabajos no son mejor tratados nos encontraremos con el mismo problema nipón. Además, recuerda que también esas empleadas serán mayores algún día, ¿quién cuidará de ellas, y de nosotros mismos, cuando se jubilen?
"La mayoría tienen ya edades por encima de los 50 años", subraya la directora del Imserso.
Sancho apuntaba que, en nuestro país, carecemos de una cultura social y contributiva suficiente para luchar por ese sector y la dignidad de sus condiciones laborales. Seguimos viéndolos como actores secundarios, pese a que ejercerán un rol crítico en la España del mañana: "Al que trabaja en esas condiciones es dificil exigirle mimos y cuidados", reflexionaba. "Necesitamos más financiación, la ley da respuestas incompletas a 1,5 millones de personas", los que actualmente están reconocidos como dependientes.
La Ley de Dependencia fue aprobada hace 18 años, pero las asociaciones del sector llevan desde sus inicios señalando que es como un cubo con un agujero: por mucho dinero que se destine a ella, seguirá siendo insuficiente. Según el Observatorio Estatal de la Dependencia, el año pasado fallecieron 40.447 personas esperando ser valoradas o atendidas por el sistema, una cada 13 minutos.
Ventajas e inconvenientes de ser España
A priori, España tiene más ventajas que Japón a la hora de afrontar los problemas derivados de su longevidad. Sin embargo, algo que lastra nuestras ambiciones es la relación de los españoles hacia el trabajo, un aspecto en el que los japoneses destacan, pero también otros países longevos de Europa como los suecos. En estos sitios es habitual que hasta un 25% de los mayores de 65 años sigan trabajando de una u otra forma.
No es solo culpa de los trabajadores, también de las empresas que optan por quitarse de en medio a los trabajadores veteranos —más costosos— para reemplazarlos por otros más baratos.
Si Pablo Antonio Muñoz, catedrático en Comercialización e Investigación de Mercados de la Universidad de Salamanca, tuviera en su mano cambiar algo en ese sentido, probablemente prohibiría las prejubilaciones. "En un estudio que hicimos, una de las cosas que planteábamos era el que debería de dificultarse, lo que legalmente sea factible, la retirada anticipada", explica a este periódico. "Que las empresas de alguna forma no estén pensando en mejorar a corto plazo su cuenta de pérdidas y ganancias con este tipo de acciones; es un tema estructural sobre el que habría que actuar".
"Debería de dificultarse en España, lo que legalmente sea factible, la retirada anticipada"
Precisamente, el Banco de España apuntaba esta semana en su informe sobre el mercado de trabajo que la cultura de la prejubilación que se da en España no ayuda a mejorar el empleo juvenil, simplemente destruye los puestos de trabajadores veteranos
"Cuando hay alguna encuesta aquí en la que se pregunta a las personas de más de 50 años que si desearían jubilarse, la respuesta es inmediata: casi el 80% te dice que sí, que quiere firmar", indica Muñoz. "En cambio, en Japón es todo lo contrario: lo que presiona a los trabajadores es mantenerse en las propias empresas, más allá incluso de la edad de jubilación".
Todo esto no solo es importante desde el punto de vista de las pensiones, sino del propio gasto sanitario. Mantener a la gente (que quiera hacerlo) ocupada con una rutina más allá de los 65 años contribuye favorablemente a que sus índices de actividad y salud mental no decaigan. Es lo que se conoce como el "efecto del trabajador sano". Pero Muñoz incide en que para incentivar ese cambio cultural a la japonesa, las empresas españolas deben ocuparse de invertir en formar y reciclar a sus trabajadores para que puedan seguir siendo productivos durante toda su vida.
"Otra cosa que hacen en Japón es que, uno, a partir de los 65 años, tiene la opción de trabajar a tiempo parcial para la municipalidad o el gobierno local de turno ejerciendo las destrezas que cada uno tenga", es decir, el que haya trabajado toda su vida como contable puede ir a echar unas horas como administrativo en algún servicio público. "Además, se sienten orgullosos".
España es el país más longevo de Europa y, desde hace unos años, flirtea con Japón o Singapur en el podio mundial de naciones con mayor esperanza de vida. De hecho, algunos estudios prospectivos calculan que, para mediados de siglo, estaremos a la cabeza de esta clasificación. Según los datos más recientes de Eurostat, en regiones como la Comunidad de Madrid, la expectativa ahora mismo es vivir 85,2 años.