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El corazón se puede romper después de un infarto (a Richard Wagner le pasó)
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'¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?'

El corazón se puede romper después de un infarto (a Richard Wagner le pasó)

Wagner falleció por una rotura cardiaca a consecuencia de un infarto de miocardio, una complicación que hoy en día es poco frecuente, y que se puede evitar si tenemos en cuenta los signos de alarma, y acudimos al hospital lo antes posible

Foto: Richard Wagner. (Franz Hanfstaengl / Flickr)
Richard Wagner. (Franz Hanfstaengl / Flickr)

Este domingo pasado tuvimos la oportunidad de ir al Teatro Real a la representación de Los maestros cantores de Núremberg de Richard Wagner. Es una de las óperas más largas de la historia puesto que dura la friolera de cuatro horas y media. El espectáculo no decepcionó a nadie: excelente dirección artística y magistral desempeño de todos los artistas. Y hasta aquí llega mi crítica operística, puesto que no soy ningún experto; tan solo un entusiasta aficionado.

Sí les quería hablar de su compositor, Richard Wagner, un maestro diferente a los demás en el aspecto creador, puesto que no sólo componía, sino que también asumía el libreto y la escenografía de sus óperas. Es descrito por sus biógrafos como un genio, neurótico, excéntrico, arrogante y, en ocasiones, odioso. También se conoce su antisemitismo, como se comprueba en un texto de su autoría, El judaísmo en la música, donde afirma que los judíos carecen de habilidad para escribir música, y que “sólo hay un medio para conjurar su eterna maldición: […] el exterminio". Tales opiniones le convirtieron en el compositor favorito de Hitler, quien consideraba a Wagner la máxima autoridad en cuestiones musicales (de hecho, uno de los nietos del compositor tuvo buena relación con el genocida como confirman fotografías de la época).

Hay otras cuestiones que me resultan interesantes del autor de La cabalgata de las valquirias, fruto de la deformación profesional que sufrimos todos. Al parecer Wagner padeció de forma crónica muchas dolencias que, si bien no alteraban sus capacidades creadoras, le obligaban con frecuencia a interrumpir su actividad artística. Según el Dr. Adolfo Martínez Palomo, médico y científico mexicano, su compleja historia médica podría justificar los rasgos de su personalidad. “Hubiera sido un buen cliente de psiquiatras, psicólogos, oftalmólogos, gastroenterólogos, dermatólogos, cardiólogos y otros especialistas”, manifiesta el Dr. Martínez Palomo en su conferencia “Richard Wagner (1813-1883). Morir en Venecia” [disponible en Youtube], de quien también afirma que sufría “un caso claro de hipocondriasis”.

Su segunda esposa, Cósima, (hija del también compositor Franz Liszt), detalla en sus diarios la interminable lista de molestias y sufrimientos del marido: “insomnios, hinchazón de extremidades, mala digestión, dolor en el pecho, jaquecas, expectoraciones sanguinolentas, fiebre, abscesos dentarios, inflamación de los ojos, etc.” En la época en el que estuvo exiliado en Suiza, componiendo El anillo del nibelungo, el compositor transmitía por carta a un amigo que su salud era precaria, como consecuencia de esa apasionada sensibilidad que le caracterizaba y le que le hacía ser el artista que era.

Foto: Foto: iStock.

Ya desde muy joven consultaba a decenas de médicos, permanecía en la cama por largos períodos, y era cliente habitual de balnearios terapéuticos. Algunos médicos encontraban respuesta a sus dolencias: los dolores de cabeza, por ejemplo, podrían ser consecuencia de los esfuerzos que hacía para corregir su antiestético ojo vago. Otros galenos focalizaban en la barriga la mayoría de sus males y le aplicaban curas que no hacían sino empeorar la situación. A todos estos sufrimientos había que añadir una enfermedad crónica de la piel que le obligaba a utilizar solo ropa confeccionada con seda, circunstancia por la que siempre fue criticado.

Así pues, Wagner era, como paciente, un auténtico tormento para los médicos. Por un lado sus molestias eran la mayor parte de las veces, inespecíficas, y por otro, no había un diagnóstico claro, ni un órgano en concreto al que atribuir todos aquellos síntomas. ¿Era hipocondriaco realmente? ¿O tal vez la ciencia de entonces no era capaz de dar con el problema? Todos hemos tenido alguna vez un paciente que se queja por todo, y que cuando llega a tu consulta ya ha recorrido otras cuantas más de otros especialistas. Es posible entonces que el médico caiga en el error de minimizar las quejas y bajar la guardia ante síntomas que están enmascarados por otros más banales, y que se suelen atribuir a un “estado de nervios delicado” del que los sufre. Ojo, porque esto es importante: un hipocondriaco puede enfermar y si el médico cae en la indolencia profesional y deja pasar enfermedades graves el resultado puede ser catastrófico… tal y como sucedió con Richard Wagner.

Dolores de pecho durante 10 años

Los dolores del pecho comenzaron a la edad de 49 años. A pesar de las señales de alarma, los médicos le garantizaron que no tenía nada en el corazón y que todas esas molestias eran consecuencia de su delicado abdomen. Los dolores se mantuvieron durante la friolera de diez años, periodo en el que Wagner insistía sobre su preocupación al respecto, puesto que si bien al principio aparecían con el ejercicio, ahora ya se manifestaban cuando se encontraba en reposo. Pero, ningún médico le daba importancia, hartos de tanta queja de ese músico hipocondriaco prepotente y grosero.

Aun con sus otras quejas, resulta extraño que sus médicos no le medicaran ante ese dolor que refería en el pecho, que los médicos conocemos como dolor anginoso, y que es el resultado de la falta de riego de sangre al corazón por obstrucciones de las arterias coronarias (es lo que coloquialmente se conoce como el amago de infarto). Cada vez que Wagner hacia un esfuerzo, su corazón se quejaba. En esa época hacía ya tres años que se conocía la utilidad de la nitroglicerina como remedio para la angina de pecho. ¿Por qué no le añadieron ese medicamento a todos los demás? Total, uno más, ¿qué más daba?

placeholder (istock)
(istock)

En febrero de 1883 Wagner y su esposa se encontraban en Venecia cuando una violenta discusión sobrevino entre ambos a causa de la contratación de una cantante joven por parte del compositor. Hacia el mediodía, una sirvienta lo escuchó gritar y después llegó un silencio mortal. Wagner acabada de fallecer a los sesenta y un años de un infarto masivo, unos doce años después del inicio de los dolores anginosos. La causa de la muerte oficial, rotura cardiaca. Según el Dr. Martínez Palomo, “Wagner murió porque se le rompió el corazón, él que metafóricamente había roto tantos corazones”.

Hoy podemos afirmar que Richard Wagner falleció por una rotura cardiaca como consecuencia de un infarto de miocardio. El corazón es un músculo cavitado irrigado por unas cañerías que se llaman coronarias. El infarto es la muerte de las células musculares y sucede cuando a esas fibras musculares no le llega suficiente sangre por las coronarias. La zona que no ha recibido irrigación sanguínea muere, es decir, se necrosa, se debilita, y puede romperse de forma que la sangre salga al exterior, produciendo una muerte súbita, como le pasó al compositor favorito de Hitler. La incidencia de la rotura de las paredes del corazón ha disminuido de forma significativa en los últimos años (se calcula su incidencia alrededor del 0,01%), y se ha convertido en una patología que ya no se ve tanto en los hospitales como antiguamente.

¿A qué se debe esa reducción en la incidencia? Hoy en día las personas que sufren dolor en el pecho acuden a los centros de urgencia y son atendidos con prontitud. En el caso de confirmarse que el dolor se corresponde con una obstrucción coronaria, se activan los protocolos y se realizan los procedimientos pertinentes para desobstruir las coronarias en las primeras horas. Esta prontitud actual nos ha permitido reducir una de las complicaciones más letales del infarto de miocardio, que es la de la rotura cardiaca. Por ese motivo, sean hipocondriacos o no, cuando sientan un dolor en el pecho relacionado con el esfuerzo, o incluso en reposo, soliciten valoración por un médico, antes de que sea demasiado tarde.

Richard Wagner está de paso en la capital con una de sus óperas más magistrales. Aprovechen, que aún quedan representaciones. Por cierto, antes de despedirme hasta la semana que viene, dejo una particular reflexión: todo el mundo debe asistir a una ópera una vez en su vida. Como alguien dijo una vez "La reacción de la gente la primera vez que ve una es espectacular, o les encanta o les horroriza. Si les encanta es para siempre, y si no pueden aprender a apreciarla, pero nunca les llegará al corazón". Ese alguien fue Richard Gere y se lo dijo a Julia Roberts durante el preludio de “La traviata”, en la película “Pretty Woman”. Con seguridad es el comentario más coherente de Gere en todo el film (si no lo recuerdan no se agobien que en Navidades la reponen seguro). Prueben y…

Mejórense.

Este domingo pasado tuvimos la oportunidad de ir al Teatro Real a la representación de Los maestros cantores de Núremberg de Richard Wagner. Es una de las óperas más largas de la historia puesto que dura la friolera de cuatro horas y media. El espectáculo no decepcionó a nadie: excelente dirección artística y magistral desempeño de todos los artistas. Y hasta aquí llega mi crítica operística, puesto que no soy ningún experto; tan solo un entusiasta aficionado.

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