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Antes de comenzar la operación bikini, aprende a distinguir los tipos de hambre
  1. Bienestar
¡CUIDADO CON EL HAMBRE EMOCIONAL!

Antes de comenzar la operación bikini, aprende a distinguir los tipos de hambre

Es importante diferenciar las principales clases de apetito para entender cuándo comer se utiliza como una manera de evitar el malestar

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Con el mes de mayo ya bastante avanzado como estamos, la dichosa y popular operación bikini ataca de nuevo sin importar raza, género ni edad. Es en estos momentos (y al principio de año, y a principio de primavera y a principio de curso) cuando aparecen y se multiplican las dietas milagro. O incluso las dietas a secas.

Pues bien, antes de comenzar ninguno de estos regímenes, autoimpuestos o sugeridos por un nutricionista, conviene aprender a distinguir los tipos de hambre al que nos enfrentemos cada día. Y más aún si estamos deseando cuidarnos o perder peso. Comenzaremos por la distinción de dos grandes grupos: el hambre fisiológica y el hambre emocional.

Comenzamos con el primer tipo, el más fácilmente reconocible. El hambre fisiológico o físico produce, en palabras de Montse Bascuas, responsable de la unidad de trastorno por atracón y obesidad del centro de psicología Ita Diagonal, “sensación vacío en el estómago y, en ocasiones, puede provocar ruidos estomacales que son fruto de los movimientos peristálticos”.

Por otro lado, el hambre física no está relacionada con ningún alimento en concreto, aparece de forma gradual y es el propio cuerpo el que reconoce el estado de saciación. “Lo provoca el propio cuerpo cuando necesita la energía que le proporcionan los alimentos para mantenerse en funcionamiento”, afirma la experta que señala, además, que después de consumir los alimentos, la persona se siente bien y satisfecha.

Culpa y arrepentimiento

Bien distinto es el hambre emocional, que “tiene una aparición repentina y no atiende a necesidades nutricionales, sino que suele ir relacionada con el consumo de alimentos ricos en azúcar o grasas; busca compensar un estado emocional normalmente generado por ansiedad o estrés”, apunta Bascuas. Y añade que este tipo de hambre, además, provoca sensación de culpa y arrepentimiento.

A veces, la comida se convierte en nuestro aliado para afrontar y gestionar las emociones

Aunque sobre el papel (o la pantalla) parece bastante sencillo distinguirlas, en la realidad no lo es tanto, porque el hambre emocional tiende a disfrazarse, camuflarse y manipular. Lo hace iniciándose como hambre física. “Pero tras la saciacion inicial se busca alimentos caprichosos, que generalmente no usamos para sentirnos nutridos: azúcares, alimentos que aportan sensaciones inmediatas de confort y que nos conectan con un respiro emocional, como si fuera un momento especial donde lo que te angustia o preocupa toma cierta distancia”, en palabras de la psicóloga. Ahí aparecen, por ejemplo, los postres dulces: tartas, natillas…

Por eso, Bascuas recomienda, con el fin de distinguirlas, en primer lugar, tratar de localizar el lugar donde se produce la sensación. “El hambre física suele sentirse en el estómago, acompañada de sensación de vacío. El hambre emocional, por contra, se siente más como un antojo específico” y se siente de forma urgente, dice la experta.

La comida como canalizador de emociones

Bascuas afirma que ninguno de estos tipos de hambre tienen por qué suponer un problema y que ambas “forman parte de nuestra cultura”. Esta afirmación tiene matices porque a veces, “la comida se convierte en nuestro principal aliado para afrontar y gestionar las emociones”.

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“No es lo mismo tomar un trozo de tarta en nuestro cumpleaños para celebrarlo, a pesar de no tener hambre fisiológica, que entender la tarta como la forma de canalizar nuestras emociones. El primer ejemplo nos da bienestar, el segundo puede empezar a suponer una complicación en la salud física y mental”, concluye la psicóloga.

Por eso, la experta apunta a intentar “buscar formas adaptativas que nos permitan gestionar situaciones incómodas, adversas en lugar de recurrir a la comida. Esto puede incluir actividades como la práctica de la meditación, el ejercicio físico, la respiración profunda, el yoga, la escritura o hablar con un amigo o buscar ayuda profesional”.

Otros tipos que también influyen

Hay situaciones en las que se generan distintos tipos de hambres emocionales. En el caso de personas con obesidad, por ejemplo, los niveles de dopamina están desregulados, por lo que su deseo de comer alimentos con azúcares y grasas extras, es aún mayor que en el resto de los ciudadanos.

Foto: Boticaria García señala por qué debemos tener cuidado al comer frutos secos (iStock)

Las hormonas, por otro lado, también influyen en la sensación de hambre. De hecho, uno de los síntomas del Síndrome Premestrual es el incremento de apetito y más aún si se trata de dulces e hidratos de carbono. A todo ello hay que añadirle lo que la Boticaría García ha denominado hambre Dragon Khan, algo así como una montaña rusa de azúcar que comienza con desayuno eminentemente dulce y que se prolonga a lo largo del día por los picos de glucosa.

Con el mes de mayo ya bastante avanzado como estamos, la dichosa y popular operación bikini ataca de nuevo sin importar raza, género ni edad. Es en estos momentos (y al principio de año, y a principio de primavera y a principio de curso) cuando aparecen y se multiplican las dietas milagro. O incluso las dietas a secas.

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