Un reloj inteligente te puede salvar la vida
Es capaz de captar nuestros signos vitales e, incluso, puede ayudarnos a salvar la vida. Interpretemos esta información con entusiasmo, pero también con cautela
Leo el siguiente titular: "No me dio un infarto porque recibí una alarma sobre mi pulso". Es el testimonio de Luis, de 57 años, un paisano al que su reloj inteligente le despertó mientras dormía porque, cito textualmente, "algo andaba mal". El dispositivo emitió una alarma de pulso inestable y conminó a su dueño "a acercarse con rapidez al centro médico más cercano". La noticia está fechada en febrero de este año y es fantástica. La utilidad de los llamados smartwatch en la detección de ritmos cardiacos irregulares ha sido ampliamente contrastada en los últimos años (de hecho, algunas arritmias se diagnostican de esa manera), y son prueba evidente de que la tecnología tiene aplicabilidades más útiles que las lúdicas. Ahora bien, creo que Luis exagera cuando afirma que el reloj le previno del infarto, y también lo hace el periódico donde se publica la noticia, con este titular sensacionalista e inexacto.
¿Qué andaba mal en el pulso de Luis? Elucubrando un poco (y sin conocer su historial médico), es probable que su reloj inteligente detectase una arritmia que se llama fibrilación auricular (también conocida en ámbitos médicos por su acrónimo, FA). Se trata de la arritmia mantenida más común en nuestros días, y afecta a uno de cada veinticinco personas mayores de sesenta años, y a uno de cada diez mayores de ochenta.
¿Pero, qué es la FA? Es una arritmia que hace que las aurículas no latan rítmicas, como lo hace cualquier corazón que está en ritmo normal (ritmo sinusal). Esta irregularidad en la contracción provoca que los ventrículos se contraigan también de manera descoordinada y produzca palpitaciones, sensación de ahogo, dolor en el pecho, fatiga, mareos, e incapacidad para las tareas cotidianas. La FA tiene una característica importante a destacar: el paciente puede experimentar síntomas, pero también puede que no sienta nada. Puede suceder también que el sujeto entre y salga en FA sin enterarse, y que se quede entrando y saliendo durante largos períodos de tiempo. ¿Cuál es el problema de estar en FA si no siento nada? ¿Por qué preocuparme? Pues porque la aurícula izquierda en FA no tiene una contracción homogénea y la sangre puede remansarse y producir coágulos. Estos trombos pueden desprenderse, circular por el torrente sanguíneo y llegar a impactar en el cerebro produciendo una isquemia cerebral (transitoria o permanente), cuyas manifestaciones (dificultad para movilizar el cuerpo, o para hablar, o ambas) podrían desaparecer en 24 horas o quedarse permanentes, o incluso producir la muerte. Tengan en cuenta que no es una posibilidad remota: uno de cada cuatro ictus que se producen en el mundo son consecuencia de la fibrilación de las aurículas. Por lo tanto, a modo de resumen, podemos concluir que se puede vivir con una FA y un tratamiento adecuado, pero tener una FA no detectada es muy peligrosa.
En un modelo tradicional de salud como es el nuestro, los pacientes suelen ser citados al médico para visitas de revisión. Se les pregunta, explora, y se les ausculta; se solicitan análisis de sangre, se mide la tensión y se realiza un ECG [electrocardiograma] de rutina. El ECG da una gran información sobre el estado del corazón y permite detectar si hay problemas de ritmo, u otras alteraciones que no vienen al caso ahora. Sin embargo, hay problemas cardiacos que no se ven en el electro, es decir, puedes tener un ECG normal y tener alguna alteración en el corazón. Y esto genera mucha sorpresa. He escuchado muchas veces cómo pacientes que ingresaban para ser operados me manifestaban su extrañeza el día antes de la intervención: "Dr., no entiendo por qué tengo que operarme… ¡si los electros siempre me han dado bien!".
Un paciente que está todo el rato entrando y saliendo de FA, puede que esté en sinusal cuando va al médico, y que entre en FA cuando está en casa. Pueden estar mucho tiempo así hasta que se les detecta la arritmia, o hasta que les empieza a producir síntomas y van al médico, y se les detecta. A. es un amigo mío de la infancia que ya tiene más de cincuenta años y luce unas condiciones físicas admirables. No ya por el hecho de que siempre se ha mantenido en forma, sino porque le viene de serie (sus hermanos son también robustos y de músculo bien marcado). Pues bien, en un control rutinario para otro tema de salud, se le detectó recientemente una FA. "¿Cómo es posible si no he sentido nada nunca, y me hacía todos los años los chequeos de la empresa?", me preguntaba extrañado. "Pues porque cuando ibas, no estabas en FA, querido. Lo importante es que ahora ya lo sabes y podemos ponerle remedio".
Volviendo al titular de prensa del principio, hay multitud de testimonios en prensa similares al de Luis que nos demuestran que la tecnología, bien empleada, puede ayudarnos a salvar vidas. Nos queda ya claro que los relojes inteligentes son de gran utilidad para detectar a aquellos que tienen FA y que no tienen síntomas. Pero también son útiles para detectar otras patologías, porque la detección de un ritmo irregular no conocido puede ser la punta del iceberg de algo más gordo que subyace: una insuficiencia cardiaca, una enfermedad de las válvulas o de las coronarias o, incluso, algún tumor cardiaco (las menos veces, pero podría ser). ¿Es interesante el reloj que detecta arritmias asintomáticas? Desde luego. ¿Te salva la vida un smartwatch? Bueno, te puede avisar con zumbidos, pero no te va a tratar ni a operar. Pero si podemos afirmar que es una herramienta más en el camino de la salud.
Un reloj inteligente no detecta por sí mismo trombos, ni diagnostica hipertensión arterial o insuficiencia cardiaca. Pero ayuda
Las tecnologías digitales de la salud van más allá de los smartwatches. Desde hace mucho tiempo se dispone de monitores de registro continuo (Holters), y otros diseños que permiten la movilidad completa de quien los porta e, incluso, algunos de ellos pueden implantarse bajo la piel y permiten el registro durante cinco años. La diferencia de estos últimos con respecto al reloj es obvia, puesto que se colocan por prescripción facultativa, requieren una pequeña cirugía, y no se pueden adquirir en cualquier tienda (a diferencia del reloj). Pero son mucho más precisos porque registran en todo momento el ECG del que lo porta, a diferencia del reloj, que lo hace cuando el usuario lo activa. Este hecho puede dejar por detectar alguna alteración de ritmo, puesto que el individuo solo tendrá tendencia de activar el reloj y hacerse un ECG cuando se sienta mal.
Un reloj inteligente no detecta por sí mismo trombos, ni diagnostica hipertensión arterial o insuficiencia cardiaca. Pero ayuda. Tampoco detecta infartos, en contra de la opinión de Luis, nuestro protagonista de hoy, porque, en realidad, el reloj solo hace un ECG de una derivación y no de doce como es pertinente para tal diagnóstico. En 2020 el Dr. Miguel Ángel Cobos, cardiólogo del Hospital Clínico San Carlos, demostró que colocando un Applewatch en diferentes posiciones del cuerpo se podía obtener un ECG que sí permitiría diagnosticar un infarto, con una fiabilidad similar a uno convencional. Sencillo y brillante su descubrimiento, aunque no está al alcance de un usuario de Apple sin conocimientos médicos.
La aplicabilidad de los relojes inteligentes va más allá del ámbito cardiológico. Hay modelos con un sistema de activación de detección de caídas que son muy útiles para las personas ancianas. Algunos senderistas accidentados que disfrutaban del deporte en soledad pudieron ser rescatados gracias a este sistema. El reloj detecta la caída y, si no hay respuesta por parte del portador, avisa a los servicios de emergencias.
Hoy en día, las empresas que comercializan los relojes inteligentes trabajan en otras funcionalidades para sus dispositivos, como las de medir la presión arterial, detectar la apnea del sueño a través de determinados patrones, o medir el nivel de glucemia en los diabéticos. También se pretende el desarrollo de una aplicación que permita prever los ataques epilépticos, o diagnosticar la insuficiencia cardiaca o la depresión mediante sus correspondientes aplicaciones instaladas en el reloj inteligente. Es el futuro que está a la vuelta de la esquina, y que no podemos (ni debemos) soslayar.
Para concluir: ¿Debo comprarme un reloj inteligente mañana mismo para saber si entro en FA algún día? La prevalencia de la FA en nuestro país es del cuatro por ciento en mayores de cuarenta años, y se prevé que este porcentaje aumente con el tiempo. El envejecimiento de la población, el aumento (y descontrol) de los factores de riesgo cardiovascular, y el aumento de la supervivencia global son factores para que esto ocurra. Y no digamos el hábito tabáquico, tan arraigado aún en nuestra sociedad, muy en parte gracias a los beneficios fiscales que les reporta a los gobiernos. Teniendo en cuenta estos datos, no digo que el reloj inteligente no pueda ayudarte a salvar la vida, pero: ¿qué sentido tiene gastarse el dinero en un smartwatch de última generación, mientras seguimos fumando y mantenemos un estilo de poco o nada saludable? Como dice Frederic Larsan a sus alumnos de cirugía: "Empecemos por dominar lo clásico antes de meternos en modernidades".
Que se mejoren.
Leo el siguiente titular: "No me dio un infarto porque recibí una alarma sobre mi pulso". Es el testimonio de Luis, de 57 años, un paisano al que su reloj inteligente le despertó mientras dormía porque, cito textualmente, "algo andaba mal". El dispositivo emitió una alarma de pulso inestable y conminó a su dueño "a acercarse con rapidez al centro médico más cercano". La noticia está fechada en febrero de este año y es fantástica. La utilidad de los llamados smartwatch en la detección de ritmos cardiacos irregulares ha sido ampliamente contrastada en los últimos años (de hecho, algunas arritmias se diagnostican de esa manera), y son prueba evidente de que la tecnología tiene aplicabilidades más útiles que las lúdicas. Ahora bien, creo que Luis exagera cuando afirma que el reloj le previno del infarto, y también lo hace el periódico donde se publica la noticia, con este titular sensacionalista e inexacto.
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