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Si oír masticar, toser o respirar te supone un suplicio, quizás padezcas misofonía
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LOS PACIENTES SE AISLAN

Si oír masticar, toser o respirar te supone un suplicio, quizás padezcas misofonía

Más frecuente de lo que se cree y menos diagnosticado de lo que se debería, este trastorno se caracteriza por una baja tolerancia a sonidos muy habituales en el día a día

Foto: Odio al ruido. iStock
Odio al ruido. iStock

Sonidos tan insignificantes para la mayoría, como masticar (especialmente si se trata de alimentos crujientes o pegajosos), tipear un teclado, toser, estornudar, sorber bebidas o sopas o incluso respirar, son realmente insoportables para aquellas personas que padecen misofonía.

Popularmente conocido como ‘odio al ruido’, se trata de un síndrome neurofisiológico y de comportamiento complejo que se caracteriza por “una baja tolerancia al sonido, incluso cuando los niveles de decibelios se encuentran dentro de los límites normales del oído humano”, en palabras de Antonia Ferrer-Torres, psicóloga y psiquiatra especializada en misofonía.

Aunque se asocie a personas raras, irritables o incluso malhumoradas, la realidad es que este problema, del que se lleva hablando apenas un par de décadas (el término se acuñó en 2001), es mucho más frecuente de lo que se pudiera pensar. De hecho, este estudio publicado en 2014, refiere que hasta el 20% de la población presenta “síntomas de misofonía clínicamente significativos”.

Ante estos datos, la pregunta es evidente: ¿y dónde están todos esos afectados por este síndrome? La respuesta es sencilla: están sin diagnosticar, “por varias razones las cuales se han venido retroalimentando entre sí”, explica Ferrer-Torres. Y continúa: “En primer lugar, es un trastorno relativamente nuevo que aún no ha sido completamente comprendido por la comunidad médica”.

Razones del infradiagnóstico

La consecuencia de este desconocimiento es que “muchos profesionales de la salud pueden no estar familiarizados con la misofonía o pueden confundirla con otros trastornos auditivos o de salud mental”, apunta la psicóloga y psiquiatra. Por otro lado, “los estímulos que provocan la respuesta misofónica pueden variar considerablemente entre las personas que la padecen: lo que molesta a un paciente puede no afectar a otro de la misma manera, lo que puede dificultar su identificación y diagnóstico”.

Foto: Recreación del interior de un oído. (iStock)

Ferrer-Torres apunta a una causa más: “Es posible que la misofonía no reciba la suficiente atención en la comunidad médica debido a su percepción como un problema menor o trivial. Sin embargo, para quienes la padecen, la misofonía puede tener un impacto significativo en su calidad de vida y bienestar emocional”.

Síntomas físicos, emocionales y comportamentales

Una de las razones de que suponga tal incomodidad a los pacientes es que sus síntomas abarcan tres categorías: físicas, emocionales y comportamentales. “La respuesta a la exposición del estímulo desencadenante, el individuo experimenta una serie de reacciones físicas y emocionales, de tal intensidad que afectan su funcionalidad y bienestar”, asegura la experta.

placeholder La aterosclerosis puede propiciar accidentes cardíacos como un infarto de miocardio. (iStock)
La aterosclerosis puede propiciar accidentes cardíacos como un infarto de miocardio. (iStock)

Para empezar, apunta la experta, “los síntomas físicos incluyen el aumento del ritmo cardiaco, la constricción de distintos grupos musculares, la sensación de presión en el pecho, el aumento de la temperatura corporal, las dificultades para respirar e incluso el dolor”. Por su parte, la reacción emocional consiste en aversión hacia el estímulo desencadenante, en la que se vivencian emociones como la ira, la irritabilidad, la ansiedad, el asco y el agobio.

Ambas situaciones llevan a la tercera categoría sintomática: la comportamental: “El paciente desarrolla conductas de escape y evitación. Generalmente, debido a la baja tolerancia a sonidos comunes en el contexto, la persona misofónica puede establecer peleas con sus familiares o amigos, quienes lo consideran una persona irascible y difícil de tratar”. El resultado es que se aíslan, pierden bienestar y calidad de vida.

¿Es posible curarlo?

La experta en esta patología es clara cuando dice que por el momento, no existe una cura definitiva para la misofonía. Aunque aclara que sí existen “estrategias que pueden ayudar a las personas a manejar sus síntomas y mejorar su calidad de vida”. Y recuerda que su tratamiento generalmente implica una combinación de enfoques psicológicos y de manejo del estrés.

El paciente de misofonía se aísla, pierde bienestar y calidad de vida

Ferrer-Torres se refiere a terapia cognitivo-conductual que puede ayudar “a cambiar sus pensamientos y comportamientos negativos asociados con los sonidos desencadenantes”; terapia de reentrenamiento del sonido, que “implica el uso de sonidos de enmascaramiento o de terapia de habituación para ayudar a reducir la sensibilidad a los sonidos desencadenantes y mejorar la tolerancia a ellos”.

También se debe contar con estrategias de manejo del estrés: “Aprender técnicas de relajación, como la respiración profunda, la meditación y la atención plena, para reducir la ansiedad y el estrés asociados con la misofonía”. Y, finalmente, apoyo psicosocial. Es decir, participar en grupos de apoyo o terapia de grupo con otros pacientes para que se sientan comprendidos y apoyados.

Sonidos tan insignificantes para la mayoría, como masticar (especialmente si se trata de alimentos crujientes o pegajosos), tipear un teclado, toser, estornudar, sorber bebidas o sopas o incluso respirar, son realmente insoportables para aquellas personas que padecen misofonía.

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