¿Qué es más saludable, desayunar dulce o salado?
La clave es incluir grasas saludables y proteínas de calidad, así como desterrar los desayunos clásicos a base de bollería, cereales o tostadas con mantequilla y mermelada
Lo de que el desayuno es la comida más importante del día es un mito con el que hemos convivido durante varias generaciones. Un mito que, gracias a una mayor visibilidad de los expertos en nutrición, ha ido quedando como lo que es: una frase de madre carente de evidencia científica.
Lo confirma Paula Serrano, dietista-nutricionista y miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética: "No hay una comida más importante que otra, sino que lo importante es el aporte global de nutrientes que nos facilitan los alimentos. Así como que sean de una buena calidad nutricional, con el fin de aportarnos los micronutrientes y los macronutrientes que nuestro organismo necesita".
De hecho, la dietista-nutricionista afirma que, en realidad, "no hay ninguna comida obligatoria al día", aunque sí recomienda desayunar en dos situaciones concretas: "Si nos apetece y si vamos a llegar con demasiada hambre a mediodía". La idea es no picar entre horas ni tener sensación de falta de energía.
Ahora que sabemos que desayunar es una opción, debemos saber a qué atenernos. Porque en estos últimos tiempos ha cambiado —y mucho— el desayuno tipo. Las generaciones de nuestros padres o abuelos desayunaban siempre dulce: café con leche y azúcar acompañado de tostadas con mantequilla y mermelada o de bollería más o menos industrial, galletas o magdalenas.
Así son los nuevos desayunos
Estos desayunos ricos en azúcares están siendo desterrados y lo hacen, en muchas ocasiones, en favor de alimentos salados. Las tostadas con aguacate, queso fresco o jamón, o los huevos revueltos, han entrado en nuestros hogares con fuerza y, por lo que se ve, porque son los favoritos de los y las milenials, para quedarse.
Una de las razones es que un desayuno rico en grasas saludables (como el aguacate) y proteína de calidad (como el huevo) resulta más saciante y ofrece más energía para afrontar la mañana sin caer en la tentación de picar entre horas.
No demonicemos el dulce por la mañana
Paula Serrano no cree que estas nuevas tendencias en desayunos tengan relación con el sabor, sino con el tipo de alimentos. "Desayunar salado o dulce es indiferente. Lo ideal y saludable es variar cada cierto tiempo, ya que lo que nos aporta un alimento no nos lo aporta otro. Además, esto hará que nuestra microbiota intestinal sea más variada y diversa".
No sería recomendable el consumo diario de cereales con azúcar o bollería para desayunar
De hecho, el dulce, afirma la experta, "no tiene por qué ser una mala opción siempre y cuando sea saludable. Por ejemplo, yogur con fruta, chocolate negro del 75-85% y canela; tostadas de crema de cacahuete con plátano y un poco de chocolate negro del 75-85%; o las gachas de avena (porridge) con fruta".
No hay por qué renunciar al café con leche
En efecto, las ideas que propone la experta, poco o nada tienen que ver con el cacao con galletas que nos daban nuestros padres: "No sería recomendable el consumo diario para desayunar de cereales con azúcar o bollería. Y lo mismo sucede con añadir azúcar al café", aclara.
Una de las razones para demonizar estos productos industriales es la cantidad de azúcar que llevan, lo que puede llevar a desregular la glucosa y a hacer que tengamos menos energía durante el día. Además de producir un pico de glucosa que lleva a nuestro cuerpo a pedir más azúcar apenas unas horas después. Tanto es así, que algunos estudios refieren que quien desayuna dulce puede ingerir una media de 300 kilocalorías más al día.
La buena noticia es que sí es posible tomar café con leche, "sin añadirle ni azúcar ni edulcorantes, puesto que se ha visto que podrían alterar la microbiota intestinal". Salvo que se esté diagnosticado de alguna patología en la que esté contraindicado. Y lo mismo sucede con el té.
Lo de que el desayuno es la comida más importante del día es un mito con el que hemos convivido durante varias generaciones. Un mito que, gracias a una mayor visibilidad de los expertos en nutrición, ha ido quedando como lo que es: una frase de madre carente de evidencia científica.