Índice Omega 3: en qué consiste esta prueba y cómo ayuda a nuestra salud cardiovascular
Estos ácidos grasos tienen una importancia especial en la prevención de enfermedades crónicas y cardiovasculares, como infartos e ictus, por su efecto antiinflamatorio. Sin embargo, el 60% de los españoles toma una cantidad menor a la recomendada
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En un país como el nuestro en el que la enfermedad cardiovascular sigue siendo la primera causa de muerte, por delante de las respiratorias o los tumores, tal y como reflejan las últimas estadísticas del INE, la prevención es fundamental.
¿Cómo podemos entonces prevenir estas afecciones? “Existen numerosos estudios a nivel mundial para conocer cuál es el estatus de los ácidos grasos poliinsaturados Omega 3 dentro de la población y tomar medidas desde los Gobiernos”, apunta el Dr. Ángel Gil, catedrático del departamento de Bioquímica y Biología Molecular II de la Facultad de Farmacia de la Universidad de Granada y presidente de honor de la Fundación Iberoamericana de Nutrición. Y es que estas grasas, a las que comúnmente denominamos como buenas, juegan un papel significativo en la protección de nuestra salud cardiovascular por sus efectos antiinflamatorios.
Un dato curioso es que a través de una analítica normal no se pueden conocer nuestros niveles de Omega 3 en sangre. El presidente de honor de la Fundación Iberoamericana de Nutrición explica que el mejor método es valorar el Índice Omega 3 a través de la extracción de sangre, solicitando esta prueba específica. “El test evalúa la presencia de los dos ácidos grasos Omega 3 fundamentales, EPA y DHA, que están presentes en las células rojas, es decir, en los hematíes o glóbulos rojos”.
“En el futuro es muy probable que esta prueba se vaya incorporando poco a poco cuando se sospeche de una potencial deficiencia”
Recientemente, la metodología se ha simplificado y “con un pequeño pinchazo en el dedo, se echa una gota de sangre en un disco y posteriormente se analiza ese índice de ácidos grasos Omega 3 en los eritrocitos”, apunta.
Por tanto, su sumatorio en la membrana de los hematíes es un indicador del estado nutricional con respecto a estos ácidos grasos. “Cuando es inferior al 4%, hay un riesgo de deficiencia; entre un 4 y 8% se considera normal y entre 8 y 12% sería lo ideal”, admite el doctor Gil.
Este tipo de test analítico podría ser de gran utilidad a la hora de realizar atención especializada y personalizada. El especialista dilucida que “en el futuro es muy probable que poco a poco se vaya incorporando cuando se sospeche de una potencial deficiencia”. Hoy por hoy, según reconoce, todavía es una prueba costosa que en Atención Primaria no se puede establecer como un método general, pero sí puede ayudar a los cardiólogos y neurólogos en sus abordajes.
Los beneficios del Omega 3 y cómo obtenerlo
Hablábamos al comienzo que estos ácidos grasos tienen una especial importancia en la protección de nuestra salud cardiovascular. La Dra. Rosa Ortega Anta, del departamento de Nutrición de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, nos explica el porqué: “Reducen los triglicéridos y ayudan a mejorar la salud del endotelio de los vasos sanguíneos y a controlar las cifras de presión arterial, además de ser útiles para evitar alteraciones del ritmo cardíaco (arritmias) y la muerte cardíaca súbita”.
Precisamente este papel preventivo no solo se produce a nivel primario (para evitar que se produzcan dichas patologías), sino también secundario. Esto significa que “cuando un individuo ha tenido un infarto o un ictus, por ejemplo, el consumo apropiado de Omega 3, especialmente EPA y DHA, contribuye a la prevención de esos efectos indeseables”, apunta el Dr. Ángel Gil. Estos índices, recomendados por organismos expertos, como la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) o la Organización Mundial de la Salud (OMS), se sitúan en los 250 mg/día.
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Pero estos efectos saludables no terminan aquí. “Al ser antiinflamatorios, ayudan a protegernos de enfermedades en las que hay procesos de inflamación, como son la obesidad, la diabetes, la artritis reumatoide o el cáncer. También regulan la función de los neutrófilos, linfocitos C y B (y como consecuencia la respuesta inmunitaria), mejoran la función cerebral y la salud ocular y mental, ayudando en la lucha contra la ansiedad, demencia y la depresión”, explica la doctora Ortega. "Durante el embarazo también intervienen en el correcto desarrollo visual y neurológico del feto y en la salud materno-infantil", añade.
Sin embargo, y a pesar de todos sus beneficios, el 60% de los españoles tiene un déficit en su ingesta. Y es que al no poder nuestro organismo producirlos por sí mismo en cantidades suficientes (sintetiza menos del 4%, de acuerdo con la doctora Ortega), “es importante tomar los ácidos grasos EPA y DHA con la dieta diaria, siendo los organismos marinos su fuente principal”, especialmente, pescados azules, como boquerones, sardinas, jureles, salmón, atún, cazones, albacoras…
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Esto obliga, en palabras de la doctora, “a aumentar el consumo de pescado a dos-cuatro raciones por semana”. Una recomendación que contrasta con la situación actual, ya que los españoles cada vez comemos menos pescado. En la última década, ha caído su consumo un 34%, según alertan desde la patronal de las pescaderías, Fedepesca, y se estima que a la semana solo se toma una ración e incluso ninguna. “Estamos teniendo un alejamiento de nuestra dieta mediterránea clásica y eso tiene repercusiones negativas en muchos aspectos”, apunta el catedrático de la Universidad de Granada.
El presidente de honor de la Fundación Iberoamericana de Nutrición reconoce que cuando no se toma de forma suficiente este alimento “puede haber otras fuentes alternativas, que son productos enriquecidos con Omega 3. Es el caso de la leche enriquecida, que se ha convertido en un vehículo habitual para el enriquecimiento de estos compuestos y que tiene, por supuesto, efectos deseables”, reconoce el catedrático. De hecho, un vaso de una marca láctea como Puleva Omega 3 contiene el 50% de los niveles diarios recomendados, contribuyendo a asegurar las ingestas de este nutriente dadas las dificultades para garantizarlas con otras fuentes alimentarias.
En un país como el nuestro en el que la enfermedad cardiovascular sigue siendo la primera causa de muerte, por delante de las respiratorias o los tumores, tal y como reflejan las últimas estadísticas del INE, la prevención es fundamental.