Rebelión contra la UE por la retirada de un fármaco para un problema hepático infrecuente
Ocaliva es el único medicamento que les queda a pacientes de una enfermedad rara en los que han fallado otras opciones terapéuticas. La Agencia Europea del Medicamento propone su retirada y médicos y enfermos se han movilizado para impedirlo
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El diagnóstico de cualquier enfermedad nunca es bien recibido; desde luego que el impacto que provoca la noticia en el paciente varía dependiendo de la gravedad de la afección y de sus posibilidades de tratamiento, pero que nadie quiere salir del grupo de los sanos, eso es incuestionable. Si, además, el diagnóstico se refiere a una de las llamadas enfermedades raras (las que afectan a menos de 5 personas por 10.000 habitantes), la reacción es mucho más desfavorable, ya que las posibilidades terapéuticas son, en el mejor de los casos, escasas y limitadas.
Entre las más de 7.000 enfermedades raras identificadas se encuentra la colangitis biliar primaria, una patología que tienen 3,8 personas de entre 100.000; o dicho de otra forma: en España hay 1.700 personas con colangitis biliar primaria, la mayoría son mujeres, generalmente mayores de 40 años en el momento del diagnóstico (aunque también puede aparecer antes).
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Elena Arcega se ajusta a ese retrato robot. Hace 15 años se sentía tremendamente cansada, “pensaba que era lo normal en una madre de tres hijos trabajadora”; además, “sentía mucho picor en la cama y yo le decía a mi marido que me daba alergia dormir”. Pero la respuesta a qué es lo que había detrás de esos síntomas llegó, “por suerte, aunque suene paradógico, a raíz de sufrir una trombosis venosa profunda, sin tener factores de riesgo para ello”, recuerda.
Su médico la derivó al hematólogo y los análisis mostraron valores muy elevados de fosfatasa alcalina y transaminasas. Después de diferentes pruebas y especialistas, los facultativos pusieron nombre a su problema: colangitis biliar primaria. “Ese nombre era totalmente nuevo para mí; nadie en mi familia la había tenido ni había oído hablar de ella”, añade Elena Arcega, que es presidenta de la Asociación para la Lucha contra las Enfermedades Biliares Inflamatorias (ALBI-España).
El mejor tratamiento existe, pero no para todos
La enfermedad tiene un origen autoinmune y provoca la destrucción gradual de los conductos biliares del hígado, lo que puede causar insuficiencia hepática y aumentar el riesgo de cáncer de hígado.
“El tratamiento de primera elección consiste en administrar ácido ursodeoxicólico (un ácido dominante en la bilis del oso), tremendamente barato, eficaz y que genera una respuesta muy buena”, explica a El Confidencial el doctor Manuel Romero, presidente de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH). “A todos los pacientes que van bien con este fármaco, les ha tocado la lotería, porque es bueno, bonito y barato”, añade.
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La parte menos positiva son los más del 30% de los enfermos a los que no les funciona el medicamento, y “hemos de pasar a una segunda opción, que son los fibratos (pentafibrano o fenofibrato) y si tampoco se controla la enfermedad, la tercera opción es utilizar ácido obeticólico, que se comercializa con el nombre de Ocaliva”, precisa Romero, que es jefe del Servicio de Digestivo del Hospital Virgen del Rocío.
La presidenta de Albi pertenece a ese tercio de afectados en los que fallan los tratamientos de primera elección. “La fosfatasa alcalina seguía muy alta, y cuando apareció Ocaliva en España, allá por el año 2018, me lo dieron, y se normalizaron los parámetros”. Desde entonces, la colangitis ha estado más o menos controlada, aunque “desde hace unos meses, mi médico también ha incluido un fibrato”. El cóctel funciona, pero no cada fármaco por separado.
Decisión inesperada
Sin embargo, este delicado equilibrio amenaza con romperse si, finalmente se cumple la indicación del Comité de Medicamentos de Uso Humano (CHMP) de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), que tras una revisión de Ocaliva ha recomendado “revocar la autorización de comercialización del medicamento, porque se considera que sus beneficios ya no superan a sus riesgos”.
El fármaco recibió en 2016 una autorización condicional basada en que reducía los niveles sanguíneos de fosfatasa alcalina y bilirrubina
La recomendación, según detalla la EMA en su página web, se debe a que el fármaco recibió, en 2016, una autorización condicional, basada en que “reducía los niveles sanguíneos de fosfatasa alcalina (FA) y bilirrubina (marcadores de daño hepático) en pacientes con CBP, y esto se consideró indicativo de una mejora en el estado del hígado”. Sin embargo, “los beneficios clínicos de Ocaliva debían demostrarse en estudios adicionales, que fueron solicitados por la EMA como parte de las condiciones para autorizar la comercialización del medicamento”.
Esos estudios no han tenido los resultados esperados y la EMA ha recomendado su retirada, que finalmente tendrá que ejecutar la Comisión Europea. La noticia no ha sido bien recibida ni por los médicos ni por los pacientes. El presidente de la AEEH admite que “retirar fármacos es algo habitual y se hace diariamente, pero lo de Ocaliva ha sido una sorpresa”. La decisión “no es por problemas de seguridad”, sino porque “la EMA lo aprobó con la condición de que sus beneficios se demostraran en un grupo de miles de pacientes, y eso no ha sido posible”.
Alarma innecesaria
El médico insiste en que “no hay ninguna alerta de seguridad; sí que puede haber una alerta de eficacia, pero esa es una situación más difícil de evaluar y que solo se lleva al extremo si se ve que es peligroso e ineficiente. Muchos son los fármacos que llegan al mercado y luego no cumplen las expectativas. Después, el tiempo pone a cada uno en su sitio”.
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La presidenta de Albi también es crítica con la recomendación de la autoridad europea del medicamento por la alarma que ha generado en los pacientes. “Llevamos un mes haciendo ruido. Lo primero ha sido tranquilizar a los pacientes, porque algunos están muy nerviosos. Intento tranquilizarles y decirles que no va a pasar nada y que hay que confiar en el médico”.
Con este propósito, la AEEH junto con las asociaciones de pacientes han difundido un comunicado explicando el motivo de la recomendación y qué va a pasar en el futuro con los pacientes que están recibiendo tratamiento con ácido obeticólico. “Se ha creado una alerta y es normal el nerviosismo. Los hepatólogos saben que no pueden dejar a los pacientes sin nada. Yo me pongo en la piel de todos, y la incertidumbre da mucho miedo”. Elena Arcega dice que “no creo que vayamos a morir si se retira Ocaliva, pero dado que es una enfermedad crónica, necesita tratamiento porque sin él la evolución es irremediable. Por tanto, es obligatorio ofrecer alternativas”.
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Una de las que propone la EMA es dejar el medicamento para uso compasivo, es decir, solo para los pacientes en los que los médicos consideren que no hay otra opción de tratamiento. Hasta la aparición del ácido obeticólico, no había más opciones que el ácido ursodexicólico y los fibratos, una situación que, teóricamente, se puede repetir casi 8 años después.
Llegan nuevos fármacos
Sin embargo, Manuel Romero revela que “se está acelerando la llegada de otras opciones terapéuticas (fármacos agonistas de PPAR) que están a punto de salir al mercado. Les faltaba un tiempo y ahora se pueden acelerar y ser válidos de segunda línea para esta enfermedad”. El médico no cree que se trate de un caso de 'quítate tú para que me ponga yo'. No veo intencionalidad ninguna; mi impresión es que la evaluación del comité europeo ha sido muy rígida y como no se han cumplido las indicaciones dadas en su día, deciden que se retire”. Sin haber ningún interés oculto, lo cierto es que “se ha dado una situación inusual”, reitera el especialista en digestivo.
La EMA contempla restringir Ocaliva al uso compasivo, para pacientes que no tienen otra opción terapéutica
La AEEH y las asociaciones de pacientes han trasladado su desacuerdo a la Agencia Española del Medicamento y esta se la ha remitido a la EMA, que ha nombrado a los españoles como parte de la comisión evaluadora. Sin embargo, “no nos han citado para ninguna reunión ni consulta”, coinciden médico y paciente.
Mientras llega la decisión final, lo que queda es “hacer ruido y tranquilizar a los pacientes, ya que se ha generado una alarma completamente innecesaria”.
El diagnóstico de cualquier enfermedad nunca es bien recibido; desde luego que el impacto que provoca la noticia en el paciente varía dependiendo de la gravedad de la afección y de sus posibilidades de tratamiento, pero que nadie quiere salir del grupo de los sanos, eso es incuestionable. Si, además, el diagnóstico se refiere a una de las llamadas enfermedades raras (las que afectan a menos de 5 personas por 10.000 habitantes), la reacción es mucho más desfavorable, ya que las posibilidades terapéuticas son, en el mejor de los casos, escasas y limitadas.