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Cómo resolver los problemas diarios a medida que envejecemos
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Cómo resolver los problemas diarios a medida que envejecemos

Las personas aspiramos a vivir sin problemas, pero eso es imposible. La búsqueda de soluciones debe hacerse sentados, con papel y boli, sopesando pros y contras. Cuando encontremos la solución, debemos aceptar que, seguramente, no será definitiva

Foto: Foto: iStock
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Todos sabemos que la vida es una sucesión de problemas. Cuando somos pequeños esos dilemas son menores, pero conforme vamos envejeciendo, comprobamos que los obstáculos que experimentamos de adultos son mayores. Una de las expectativas más constantes de los seres humanos es la esperanza de que llegue un momento en que no tengamos ya problemas o que los hayamos resuelto todos. Mucha gente piensa que, en ese momento, será cuando puedan ser felices. Mientras tanto, la pelea y el intento de resolución de los problemas les consumen demasiada energía para alcanzar ese bienestar que sueñan.

Siento ser portador de malas noticias: esa expectativa no es realista. Lo que dicen los estudios científicos es que, aunque estemos sanos y atravesemos una época de relativo bienestar, los problemas siguen estando encima de la mesa siempre. La media de problemas que experimentamos los seres humanos, insisto, incluso en épocas de bonanza, se sitúa entre tres y cuatro. Por tanto, lo que recomienda la psicología es olvidar esas expectativas falsas y asumir que vivir es sinónimo de tener problemas y que, por tanto, vamos a tener que convivir con ellos.

La clave no es resolver todos los problemas, tarea imposible, sino saber convivir con ellos como parte de la existencia humana

Pero la buena noticia es que se puede ser perfectamente feliz, aunque se tenga problemas. La clave no es resolverlos todos, tarea imposible, sino saber convivir con ellos como parte de la existencia humana.

Para manejarse con los problemas se recomienda utilizar el antiguo y sabio proverbio chino que reza: “Si un problema tiene solución, ¿por qué preocuparse? (es decir, resuélvelo); y si no tiene solución, ¿por qué preocuparse? (lo que quiere decir que lo aceptemos)”. En cualquier caso, observamos que la preocupación, que suele ser nuestra forma habitual de manejarnos, es completamente inútil.

Resolver con calma

¿Cómo resolverlos? El principal error que cometemos ante un problema es intentar solucionarlos mientras hacemos cualquier actividad, por ejemplo, pasear por el parque. Generamos una alternativa y la evaluamos sobre la marcha. La rechazamos, generamos otra alternativa y la evaluamos de nuevo. Y así varias veces hasta llegar a la conclusión de que el problema no tiene solución.

Si, por ejemplo, tenemos problemas de pareja, mientras estamos caminando pensamos: “Hablaré con mi mujer”. E, inmediatamente, nos decimos: “Ya lo he intentado y no conseguí nada”. Generamos otra solución: “Me divorcio”. Y rápidamente nos contestamos: “Eso será muy negativo para los niños y un problema económico enorme”. Y así hasta que abandonamos, porque ninguna solución nos satisface.

placeholder A menudo buscamos soluciones a los problemas mientras paseamos (Foto: iStock)
A menudo buscamos soluciones a los problemas mientras paseamos (Foto: iStock)

La resolución de problemas hay que realizarla sentado en una mesa, con papel y boli. Primero escribimos todas las soluciones posibles para el problema, por imposibles que nos parezcan y aunque no nos gusten. El objetivo es tener la lista de alternativas más completa posible, sin juzgarlas en ese momento. La cualidad mental que genera soluciones es la imaginación. La razón, que es quien evalúa la idoneidad de las alternativas, inhibe la imaginación, por eso no deben usarse a la vez. Una vez rellenada la lista con todas las soluciones posibles hay que dejar reposar 24 horas como mínimo.

Pros y contras, siempre unidos

Al día siguiente, de nuevo sentados y con papel y boli, nos enfrentamos a esa lista para decidir la mejor opción. Puntuamos cada una de ellas con los pros y contras que tienen según nuestra opinión. Por supuesto, otra persona basándose en sus valores e historia personal puntuaría las opciones de diferente forma, pero la decisión tiene que ser solo nuestra. Hacerlo así es muy eficaz: uno sabe que esas son todas las opciones posibles y que no hay más.

Foto: El estrés del día a día. (iStock)

Lo más probable es que ninguna nos guste, porque todas tienen algún aspecto negativo. Una de las enseñanzas más importantes en psicología es que toda decisión tiene un coste para nosotros, ninguna suele ser perfecta. Como afirma otro proverbio japonés que solemos usar en terapia: “Una pérdida, una ganancia”. De nuevo la idea de que pros y contras están siempre unidos. Por eso la gente no toma decisiones: tiene la idea mágica de que debe existir una solución perfecta y sin coste ninguno, que aún no hemos encontrado. Pero no existe tal cosa, todo tiene ventajas e inconvenientes asociados. Y tenemos que elegir la solución menos mala para nosotros, pero sabiendo que tendrá un coste.

Ninguna solución es para siempre

Una vez elegida la opción hay que ponerla en marcha y ver qué tal funciona. Aunque en el papel parezca muy buena, es posible que luego al activarla aparezcan dificultades que no hayamos previsto y tengamos que abandonarla. En ese momento reevaluamos y podemos cambiar a otra solución y ponerla en marcha de nuevo. O también podemos asumir que ese problema no tiene solución o que su coste no nos compensa.

El concepto de problema es una etiqueta. Lo que para una persona es un problema, para otro no lo es

Y entonces decidimos quedarnos como estamos, es decir, aceptar que no vamos a hacer cambios de momento. Hay que pensar que esta decisión también es temporal, quiero decir que puede reevaluarse y cambiarse en 2-3 años o antes si lo consideramos. Ninguna decisión tiene por qué ser para siempre, podemos reevaluarla en un tiempo.

Esta es la forma adecuada de resolver problemas. La acción siempre debe ir asociada a la aceptación, es decir, a asumir que muchos problemas no tienen solución y hay que aprender a vivir con ellos. El concepto de problema es una etiqueta. Lo que para una persona es un problema, para otro no lo es. Hay personas que nunca consideran que existen problemas, sino desafíos y oportunidades de crecimiento.

En suma, el arte de vivir es saber fluir con la vida sin expectativas, intentando aprender de todo lo que nos ocurre.

Dr. Javier García Campayo, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Zaragoza.

Todos sabemos que la vida es una sucesión de problemas. Cuando somos pequeños esos dilemas son menores, pero conforme vamos envejeciendo, comprobamos que los obstáculos que experimentamos de adultos son mayores. Una de las expectativas más constantes de los seres humanos es la esperanza de que llegue un momento en que no tengamos ya problemas o que los hayamos resuelto todos. Mucha gente piensa que, en ese momento, será cuando puedan ser felices. Mientras tanto, la pelea y el intento de resolución de los problemas les consumen demasiada energía para alcanzar ese bienestar que sueñan.

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