¿Eres friolero? Estos son los motivos por los que siempre tienes esta sensación
Pese a que la temperatura corporal del ser humano suele situarse entre los 36 grados de manera general, la sensación térmica puede diferenciarse debido a las distintas respuestas biológicas de cada individuo.
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El ser humano es una especie que se caracteriza por su variedad y diversidad. Cada uno de los individuos que la compone está determinado por una serie de factores que lo hacen único. En este sentido, el elemento psicológico juega un papel muy importante. No obstante, la personalidad no es el único aspecto que define a un sujeto.
Es aquí donde entra la faceta física. Y es que, independientemente del lugar del mundo donde solamos residir, es probable que una de las características que más nos condicionan en nuestro día a día es la tolerancia a ciertas temperaturas. Este es uno de los mayores motivos de debate doméstico, ya que mientras unos requieren de refrescarse reduciendo los grados de su entorno, otros no acaban de encontrar el calor deseado para lograr una sensación de confort.
Precisamente con el final del verano, no es extraño que los usuarios más frioleros comiencen a sacar sus prendas invernales del armario ante el mínimo atisbo de moderación climática. Y es que, pese a que la temperatura corporal de una persona suele ubicarse entre los 36 y los 37 grados, con la existencia de diversas subidas y bajadas durante el día, la sensación térmica puede variar en cada individuo.
Percepción de la temperatura
Para explicar este fenómeno, primero debemos tener en cuenta que es nuestro propio cerebro el encargado de mantener una temperatura favorable para conseguir un estado de comodidad. Sin embargo, en cada caso particular disponemos de una temperatura diferente en la que nos sentimos más reconfortados. Esto se debe a que presentamos respuestas biológicas distintas ante las mismas condiciones.
Existen varias causas que determinan el origen de esta característica. Entre las más frecuentes, se halla la exposición a un constante estrés. Este afecta negativamente a nuestras funciones cerebrales, de manera que los elementos que regulan el estado de ánimo repercuten en nuestros receptores de temperatura corporales. Por otro lado, el grado de grasa en nuestro organismo también es decisivo en este sentido.
Además, un estilo de vida poco saludable también provoca efectos en la percepción del frío y el calor. Por lo que mantenernos hidratados, disponer de una buena alimentación habitual y conciliar un buen sueño permite evitar una sensación de frío de manera frecuente. Asimismo, también existen patologías en el que sus síntomas son notables en nuestra recepción de la temperatura ambiente, como la anemia, la diabetes o el hipotiroidismo.
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