El 3% de los niños españoles presenta hígado graso, una patología inexistente hace una década

La esteatosis hepática es una enfermedad hepática crónica que consiste en “el aumento anormal de los depósitos de grasa en el hígado”, en palabras de Ainhoa Alemán, dietista-nutricionista y miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética.

Más conocida como hígado graso, se trata de “una enfermedad silenciosa que apenas produce síntomas, razón por la que está infradiagnosticada”, afirma la experta en nutrición, quien advierte que “no controlarla a tiempo puede convertirla en una patología más severa y a causar serios problemas de salud”.

Por eso, ante la mínima sospecha de padecerla, es recomendable “solicitar al médico que realice la historia clínica, una exploración física y una analítica de sangre donde medirán las enzimas hepáticas y transaminasas. Si salen alteradas, el médico debe valorar la realización de imágenes radiológicas o una biopsia de hígado, en casos más graves”, dice Alemán.

Aunque detectarla no sea sencillo, sí se sabe que, entre los causantes. La experta destaca “el sedentarismo y la sobrealimentación, con dietas ricas en grasa y pobres en fibra, que derivan en enfermedades como la diabetes tipo dos, obesidad o dislipemia (valores elevados de colesterol y triglicéridos en sangre), que a su vez producen el hígado graso”.

Cada vez más extendida

En la actualidad, el hígado graso afecta a más de 10 millones de españoles. Pero lo que más asusta a los expertos es el creciente impacto que está teniendo a edades cada vez más tempranas. Mientras hace una década era prácticamente inexistente en la infancia de nuestro país, hoy afecta a cerca del 3% de los niños españoles.

La irrupción de esta enfermedad en niños de entre seis y ocho años es un fenómeno tan preocupante como inédito en nuestro país

Directamente relacionado con la mala alimentación, el sedentarismo y, en concreto, con la obesidad, para Manuel Romero, presidente de la Asociación Española de Estudios del Hígado (AEEH), “lo peor está por venir y casi nadie es consciente de ello”. El hepatólogo se refiere a que en nuestro país, un 30% de la población infantil tiene obesidad.

Edades muy tempranas

“La irrupción de esta enfermedad en niños de entre seis y ocho años es un fenómeno tan preocupante como inédito en nuestro país, donde la prevalencia del hígado graso siempre se ha concentrado entre los 40 y los 80 años”, explica Rocío Aller, Secretaria Científica de la AEEH.

Aller también destaca que la mayor prevalencia de esta patología entre menores se da entre los 10 y los 12 años. A continuación mejora gracias, precisamente, a los mayores niveles de ejercicio físico que suelen poner en marcha los chavales en la época de la adolescencia. Sería bueno que continuaran con ese hábito porque, de lo contrario, los niveles actuales “auguran una verdadera eclosión de esta patología en adultos”, concluye la experta.

Hábitos saludables y estilos de vida

“Si no cambiamos los hábitos de consumo y los estilos de vida desde ya, y nos tomamos en serio esta cuestión, la obesidad y las tasas de diabetes se van a multiplicar y, con ellas, las de prevalencia de hígado graso”, afirma la secretaria de la AEEH.

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Manuel Romero advierte que “estamos fabricando enfermos, así que hay que tomar medidas”. Entre las que esta asociación ha solicitado, figura la promoción “no solo de un abordaje multidisciplinar por parte de diferentes especialistas y profesionales sanitarios, sino también un abordaje multiinstitucional, que abarque la Sanidad Pública además de otras instituciones como colegios, familias o medios de comunicación”, en palabras de Romero.

Consecuencias a largo plazo

El hígado graso no alcohólico tiene diferentes fases, cada una de ellas más grave que la anterior, ya que depende de cuánto haya afectado la grasa al órgano. En el hígado graso simple solo hay depósitos grasos, por lo que es reversible si se trata a tiempo.

El problema es que si no se trata, pasa a ser un hígado graso con inflamación en el que, además de depósitos de grasa, aparece inflamación del hígado y procesos degenerativos como la fibrosis. Finalmente, el hígado degenera en una cirrosis, en la que el daño es mayor y puede derivar en cáncer de hígado.