En el año 2012, Emily Whitehead, una niña de seis años diagnosticada de leucemia linfoblástica aguda (LLA) -el cáncer pediátrico más frecuente-, se encontraba en una situación crítica: tras haber recaído dos veces al tratamiento con quimioterapia, y con opciones terapéuticas muy limitadas, entró en un ensayo clínico con un fármaco CAR-T, que en aquel momento era experimental y se consideraba “el último cartucho” para situaciones como la suya. Tras el tratamiento, y en solo unas semanas, Emily entró en remisión completa. Su caso se convirtió en el mejor emblema de éxito para las CAR-T, y supuso un espaldarazo para la investigación, desarrollo y aprobación de estos fármacos. De hecho, en 2013, la revista Science reconoció este tipo de terapia como “El Avance del Año”.
Desde entonces, las CAR-T han vivido una revolución, que se ha hecho aún más patente en los últimos cinco años y que ha conseguido dar esperanza a muchos pacientes con enfermedades oncohematológicas que, hasta el momento, tenían una esperanza de vida muy limitada.