Acné, manchas, sequedad… Por qué debes vigilar tu piel tras el verano
Termina la época estival y llega el momento de atender a los cuidados que necesita nuestro cuerpo. Entre ellos, es fundamental prestar atención a nuestra dermis para corregir el daño que haya producido en ella el sol
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En los últimos años ha aumentado la conciencia sobre la necesidad de cuidar nuestra piel durante el verano. No obstante, y pese al empleo de fotoprotectores y de que hayamos reducido los tiempos de exposición al sol, es frecuente que, al llegar septiembre, veamos signos de que nuestra piel ha sufrido daños: manchas, señales de deshidratación, nuevos brotes de acné…
Las causas de este daño durante el verano son variadas, y también lo son las consecuencias sobre nuestra dermis. Por ello, si encuentras que tu piel ha sufrido los rigores del calor, el mejor aliado será acudir a un buen profesional, que será quien determine cuáles son las secuelas del exceso de sol y de calor, y cuyo criterio es esencial para una correcta valoración del problema.
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“La exposición al sol”, explica el doctor Ricardo Ruiz, director de la Clínica Dermatológica Internacional y experto en Dermatología Oncológica y Estética, “supone la causa principal de envejecimiento prematuro en la piel; es lo que conocemos como fotoenvejecimiento. Existe la falsa creencia de que el protector solar es necesario únicamente en verano. Sin embargo, el sol, en mayor o menor medida, está presente los 365 días del año y, por ello, es imprescindible continuar empleando fotoprotector todo el año, incluso cuando está nublado o lloviendo. Además de prevenir el desarrollo de ciertos melanomas, estaremos evitando ese envejecimiento prematuro de nuestra piel”.
Cinco motivos por los que se daña nuestra piel
- Exposición al sol: durante el verano, la piel recibe una mayor cantidad de radiación ultravioleta (UV) debido al tiempo que se pasa al aire libre. La exposición excesiva al sol puede causar daño celular, quemaduras solares, envejecimiento prematuro (arrugas y pérdida de elasticidad) y aumentar el riesgo de cáncer de piel.
- Deshidratación: el calor y la mayor transpiración pueden hacer que la piel pierda humedad, lo que puede provocar deshidratación, sequedad y descamación. Mantener nuestra dermis hidratada es esencial para preservar su elasticidad y barrera protectora.
- Aparición de manchas e hiperpigmentación: el sol es uno de los principales causantes de manchas en la piel. La exposición solar intensa puede activar la producción de melanina, lo que puede llevar a la aparición de manchas oscuras o melasma, especialmente en personas predispuestas.
- Daño por cloro y sal: la exposición frecuente al agua de la piscina (que contiene cloro) y al agua del mar (salada) puede resecar la piel y alterar su barrera protectora natural, dejándola más vulnerable a irritaciones y sensibilidades.
- Irritaciones y alergias: durante el verano, el uso de productos como repelentes de insectos, protectores solares con ingredientes no adecuados para todos los tipos de piel, y el contacto con plantas o insectos pueden causar irritaciones y alergias. Tratar y reparar estas afecciones es necesario para mantener la piel sana.
Del acné al melanoma
Es importante recordar que, para protegerse del sol, la piel no solo cambia su color y se broncea, sino que también aumenta el tamaño del estrato córneo, que se encuentra en la capa más externa, la epidermis. “Esto es un factor influyente en el desarrollo de algunos problemas, como por ejemplo los brotes de acné”, subraya el doctor Ruiz. Por ello, es importante restablecer la situación basal de nuestra piel mediante una adecuada exfoliación e hidratación.
En este sentido, recuerda que debes elegir correctamente el tipo de exfoliante en función de tu tipo de piel y de la zona a exfoliar, pudiendo optar entre exfoliantes físicos o químicos. De la misma forma, también debes elegir el tipo de hidratante que mejor se adapte a tus necesidades.
Pero, además, la dosis de sol que recibimos a lo largo del verano (aun a pesar de llevar protector solar), es un factor de riesgo para el desarrollo de cierto tipo de melanomas. Por tanto, es fundamental acudir una vez al año a valorar antiguos y nuevos lunares o lesiones.
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Finalmente, hay que recalcar la importancia de mantener en todas las estaciones del año unos hábitos de vida saludables, ya que esto repercute directamente en la calidad de nuestra piel. “Son cada vez más los estudios que hablan sobre la relación entre la microbiota intestinal y la piel”, subraya el doctor Ruiz, “y, a lo largo del verano, a veces la dieta no es lo que más cuidamos, lo que produce un desequilibrio en nuestra microbiota intestinal que puede afectar directamente a la salud de nuestra piel”.
Algo similar ocurre con el ejercicio regular y el descanso. “Durante el sueño se producen de forma natural colágeno y elastina, mejorando así la elasticidad y firmeza de la piel y dándole un aspecto descansado y joven”, concluye el especialista. “Además, al descansar se activan varios mecanismos que ayudan a eliminar toxinas del cuerpo y de la piel, que contribuyen a protegerla y regenerarla. Por último, la práctica regular de ejercicio provoca un aumento de la circulación sanguínea, favoreciendo la llegada de nutrientes y oxígeno a nuestra piel y mejorando la calidad de la misma”, concluye el doctor.
*El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con la Clínica Dermatológica Internacional.
En los últimos años ha aumentado la conciencia sobre la necesidad de cuidar nuestra piel durante el verano. No obstante, y pese al empleo de fotoprotectores y de que hayamos reducido los tiempos de exposición al sol, es frecuente que, al llegar septiembre, veamos signos de que nuestra piel ha sufrido daños: manchas, señales de deshidratación, nuevos brotes de acné…