Nos sentimos mal para estar bien: así reacciona tu cerebro cuando estás enfermo
No es sólo un efecto secundario, sino una estrategia biológica que nos impulsa a descansar y ahorrar energía para que el cuerpo pueda centrarse en la recuperación
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Con la llegada del otoño, el cambio de estación trae consigo una caída de las temperaturas, pero también un aumento notable en los casos de resfriados y gripes. Este fenómeno ocurre por una combinación de factores: la debilidad del sistema inmunológico, la tendencia a pasar más tiempo en espacios cerrados y mal ventilados y la propia propagación de los virus.
El cuerpo humano es un sistema complejo que, cuando enferma, activa varios procesos fisiológicos para poder sanarse. El cerebro desempeña un papel crucial en la manera en que percibimos la afección y activa respuestas específicas para protegernos contra los patógenos invasores y restaurar la salud. Los síntomas incómodos que sentimos, como la fiebre, el cansancio y la falta de apetito, son en realidad reacciones controladas por este órgano que ayudan a combatir las infecciones.
El malestar que se experimenta al estar enfermos no es sólo un efecto secundario, sino una estrategia biológica que nos impulsa a descansar y ahorrar energía para que el cuerpo pueda centrarse en la recuperación. En ocasiones también interviene para aumentar la temperatura corporal, un mecanismo diseñado para dificultar la reproducción de virus y bacterias. Este proceso es controlado por el hipotálamo, una pequeña región en la base del cerebro, que actúa como un termostato del cuerpo.
Un mecanismo de protección
Sin embargo, las implicaciones del cerebro en la experiencia de la enfermedad van más allá de lo físico. Algunos estudios sugieren que el malestar afecta nuestro estado mental, incrementando la sensación de tristeza, irritabilidad o ansiedad. Estas emociones no son casuales, ya que favorecen la acción de buscar apoyo social o atención médica, lo que a largo plazo puede mejorar las probabilidades de recuperación.
En un sentido evolutivo, este sistema está diseñado para mantenernos alejados de situaciones de peligro cuando estamos más vulnerables. Al sentirnos débiles o cansados, nuestro cerebro nos anima a limitar nuestra exposición a más patógenos o depredadores. Esta técnica de supervivencia es tan antigua como los seres humanos y está profundamente conectada con nuestra biología.
Los mecanismos cerebrales que se activan cuando estamos enfermos no solo nos hacen sentir mal, sino que son una herramienta vital para ayudar al cuerpo a recuperarse más rápidamente y de manera más eficiente. Las investigaciones dirigidas por un experto en biología celular de la Universidad de Jaén continúan descubriendo cómo estos procesos, que en un principio pueden parecer perjudiciales, son en realidad fundamentales para nuestra salud a largo plazo.
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