Por qué el peso y el IMC no reflejan con precisión la salud de una persona
Se trata de una reclamación social muy popular y ahora son los científicos los que aportan peso a esta afirmación
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El índice de masa corporal (IMC) se utiliza habitualmente para categorizar los rangos de peso (desde bajo peso hasta obesidad mórbida) porque es accesible, gratuito y rápido. Si se utiliza una fórmula o una calculadora de IMC, es relativamente fácil introducir las medidas de altura y peso y obtener una cifra que represente una medida de la grasa corporal y, por extensión, los riesgos para la salud relacionados.
Pero, ¿realmente es una evidencia fiable de la salud de un individuo? Un nuevo estudio dice que no.
Los expertos sostienen en un trabajo publicado en la revista Medical Science Educator que esta práctica no solo perpetúa un sesgo contra la obesidad, sino que también aumenta el riesgo de trastornos alimentarios entre los pacientes.
Durante años, se ha calificado como un IMC saludable aquella cifra que proviene de una fórmula basada en el peso y la altura. En esencia, se divide el peso de una persona en kilogramos por su altura en metros al cuadrado (kg/m²). Es una herramienta sencilla que ayuda a clasificar a las personas en grupos de peso: bajo peso, peso saludable, sobrepeso y obesidad. Si el número resultante está entre 18,5 y 24,9 entraríamos en la categoría de peso normal pero si es de 25 o más, automáticamente se nos situaría en la categoría de sobrepeso. Pero, ¿actualmente es correcto el IMC? ¿Revela la salud de un individuo?
El IMC tiene limitaciones
Imagina que tienes una masa muscular alta y, por tanto, tu cuerpo pesa más y te coloca en el rango de obesidad. Es un problema, ya que el índice de masa corporal no distingue entre músculo y grasa, ni tiene en cuenta factores como la edad, el sexo o la composición corporal. Lo mismo pasa con una persona que se encuadraría en normopeso pero tiene un porcentaje muy alto de grasa corporal. Ambas evaluaciones basadas en el IMC serían incorrectas.
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Así las cosas, si bien existe una correlación notoria entre un IMC alto y los riesgos de salud relacionados con la obesidad, como las enfermedades cardiovasculares y la diabetes tipo 2, realmente no funciona como buena herramienta de diagnóstico para las personas, ya que tampoco tiene en cuenta otras variables que influyen en los riesgos de salud, como la masa muscular que acabamos de citar, la masa ósea, el estilo de vida, el sexo o género, la etnia, la raza y los antecedentes familiares.
¿Soluciones?
Los especialistas sugieren un cambio en el enfoque, pasando del uso del IMC a la adopción de medidas objetivas de salud cardiometabólica, como la presión arterial, la resistencia a la insulina y los niveles de colesterol. Por ejemplo, la hipertensión es un factor de riesgo bien conocido para las enfermedades cardiovasculares. El control de la presión arterial proporciona información directa sobre la salud cardíaca y el riesgo de accidente cerebrovascular y ataque cardíaco. Respecto a la resistencia a la insulina, es una afección precursora de la diabetes tipo 2 y está estrechamente relacionada con el síndrome metabólico. La evaluación de la sensibilidad a la insulina puede ayudar a identificar a las personas en riesgo de desarrollar diabetes antes. De la misma manera, los niveles altos de colesterol LDL (malo) y los niveles bajos de colesterol HDL (o colesterol bueno) son predictores significativos de la enfermedad cardiovascular. La medición de los perfiles lipídicos ofrece una imagen más clara de la salud cardíaca de una persona que el únicamente su peso. Y, por último, los niveles elevados de triglicéridos y glucosa en ayunas también son parte de los criterios del síndrome metabólico y son fundamentales para evaluar el riesgo de diabetes y enfermedad cardíaca.
"La confianza en el IMC como herramienta para evaluar la salud se cuestiona cada vez más"
Todos estos indicadores son más efectivos para predecir riesgos y resultados en la salud que el ya denostado IMC. Los últimos estudios también apuntan a que es necesario que las conversaciones médicas pasen de la pérdida de peso a la mejora de la salud general.
Consecuencias del estigma de peso
Sin embargo, en las consultas sigue dándose esta asociación entre mala salud e IMC, lo que no solo tiene consecuencias para la propia salud del paciente, que tiene menos probabilidades de recibir un tratamiento adecuado o incluso las pruebas/exámenes adecuados, sino que también afecta a su experiencia general con el tratamiento. Estos estereotipos no solo son inexactos sino también dañinos. Estos sesgos pueden manifestarse de diversas maneras, desde un lenguaje corporal sutil y actitudes negativas hasta comentarios explícitos y un trato diferencial y muchos profesionales de la salud pueden incluso no ser conscientes de sus sesgos o del impacto que tienen en la atención al paciente.
Hay que ir más allá del IMC. Hay que ser más empáticos y es necesario un cambio de paradigma en la perspectiva de la salud, ya que, si bien mantener un peso saludable es beneficioso, no debería eclipsar otras métricas de salud vitales que contribuyen al bienestar general.
El índice de masa corporal (IMC) se utiliza habitualmente para categorizar los rangos de peso (desde bajo peso hasta obesidad mórbida) porque es accesible, gratuito y rápido. Si se utiliza una fórmula o una calculadora de IMC, es relativamente fácil introducir las medidas de altura y peso y obtener una cifra que represente una medida de la grasa corporal y, por extensión, los riesgos para la salud relacionados.