Dependencia emocional. ¿Cómo romper las relaciones tóxicas?
Las personas con falta de apego seguro en la infancia y la adolescencia son más proclive a establecer relaciones de dependencia con otros, relaciones en las que sus necesidades pasan a un segundo plano
De una década a esta parte, expresiones como ‘dependencia emocional’ o ‘relaciones tóxicas’ han pasado a ser muy populares. No es porque esa forma de relacionarse con los demás sea novedosa (más bien al contrario), sino porque la búsqueda de relaciones sanas y la importancia de la salud mental de los individuos las ha lanzado a la palestra. Y lo ha hecho para bien.
Ahora sabemos que mantener una relación de dependencia con otra persona (no solo pareja, sino progenitor, hijos o incluso jefes) va en detrimento de la salud mental de cada uno. Porque, como dice Lorena González, psicóloga y cofundadora de Serena Psicología, “por miedo a perder la relación, la persona dependiente prioriza las necesidades del otro a las suyas propias y, en casos límites, no puede tomar decisiones ni hacer nada de manera autónoma sin su aprobación”.
Es decir, está paralizada porque “necesita la aprobación, la presencia, la atención y el afecto constante del otro”, afirma la experta. Y añade: “Suelen ser personas con baja autoestima a quienes les cuesta tomar sus propias decisiones y poner límites, así como crear su propia identidad independientemente de los demás”.
Este tipo de personalidad a menudo está relacionado con los primeros años de vida, sobre todo “si no han tenido un apego seguro, o han sufrido el abandono de personas importantes en su infancia o su adolescencia, lo que hace que el temor a la pérdida de alguien se cronifique en la vida adulta”. De ahí la importancia la vinculación estable con los padres, “sin miedos ni coacciones, sintiéndose querido incondicionalmente”.
Diferencias por género
Aunque algunos estudios refieren que el género femenino es más proclives a ser dependientes emocionalmente, la experta de Serena Psicología no está de acuerdo porque, en su opinión, “la expectativa de género tiene un peso enorme para el desarrollo de la dependencia”.
Es decir, “las mujeres somos las que socialmente cuidamos más, siempre se ha esperado de nosotras que seamos más complacientes, etc”. Mientras, afirma, “el rol masculino siempre se ha caracterizado por su fortaleza e independencia, por tomar decisiones como cabeza de familia”. Todo ello al tiempo que son menos cuidadores que las mujeres.
Ser capaz de hacer actividades solos y conseguir disfrutarlas sin necesidad de compartirlos es una buena manera de salir de la dependencia emocional
De todo esto se deduce que “el propio rol de género ha ayudado al hombre a exponerse más a esa autonomía y, en parte, le ha hecho poder trabajar en mantenerse más alejado de esa dependencia emocional que nosotras. Pero la angustia y la ansiedad interior, seguramente, la experimenten igual en base a sus vivencias. Solo que no las vemos tanto porque no se permiten expresarlas”, afirma González.
Dejar de ser dependiente emocional
Es posible dejar de tener ese tipo de relaciones con los otros, aunque requiere un esfuerzo extra. “Lo primero que habría que hacer sería trabajar en la autoestima para poder trabajar el núcleo, y esto se hace en terapia”. Pero también se puede avanzar en el día a día tratando de priorizarse a uno mismo.
“Esto no implica irse al otro extremo y que no tener en cuenta a la otra persona, sino tener en cuenta sus necesidades, pero también las mías. Tomar decisiones sin necesidad de consultarlo todo; cuidar una vida personal independientemente del otro, es decir, tener amigos propios, intereses personales”, recomienda la psicóloga.
Y añade: “Ser capaz de hacer actividades solo o sola, sin esa persona y conseguir disfrutarlas sin necesidad de compartirlos es una buena manera de salir de la dependencia emocional. Si estos pasos generan mucha ansiedad, nos podemos apoyar en técnicas de relajación o, en casos más complicados, farmacología y, por supuesto y lo más eficaz, la terapia psicológica”, concluye.
La cosa se complica
Nunca es sencillo salir de este tipo de relaciones de dependencia, pero hay casos en los que aún lo es más. Porque, como dice Lorena González, ser una persona emocionalmente dependiente no significa que necesariamente el otro, tanto pareja como familiar, sea una persona tóxica.
Pero sí es cierto que se puede fomentar la relación tóxica por la dificultad del dependiente de poner límites. Pero aún se complica más: “En el caso de que el dependiente dé con una persona tóxica, tendrá mucha más dificultad para salir de esa relación” y necesitará más tiempo y ayuda profesional.
De una década a esta parte, expresiones como ‘dependencia emocional’ o ‘relaciones tóxicas’ han pasado a ser muy populares. No es porque esa forma de relacionarse con los demás sea novedosa (más bien al contrario), sino porque la búsqueda de relaciones sanas y la importancia de la salud mental de los individuos las ha lanzado a la palestra. Y lo ha hecho para bien.