La enfermedad 'tabú' que afecta al 40% de los hombres a partir de los 50 años
Empeora su calidad de vida, pero a pesar de ello muchos prefieren no hablar del tema. Se trata de la hiperplasia benigna de próstata y visibilizarla es clave para encontrar el tratamiento adecuado. Hablamos con dos expertos para saber más
La hiperplasia benigna de próstata, también conocida como HBP, es una afección en la cual se produce un agrandamiento de la próstata, la glándula que contribuye a la producción del semen junto a los testículos y las vesículas seminales. La próstata se encuentra alrededor de la uretra por lo que, al aumentar su tamaño, la presiona y la obstruye, incrementando la necesidad de orinar además de producir otros síntomas como la dificultad para empezar a orinar o la sensación de que no se puede vaciar totalmente la vejiga.
La micción frecuente se produce tanto de día como de noche, por lo que la hiperplasia benigna acaba reduciendo significativamente la calidad de vida de los afectados al impedir el sueño continuado y dificultar la realización de las diferentes actividades diarias por la necesidad de ir al baño cada poco tiempo.
No se conoce una causa específica, pero se asocia con el envejecimiento -su prevalencia aumenta con la edad-, con los cambios de las células de los testículos y la disminución de la testosterona. Llevar una dieta baja en fitoestrógenos (verduras), la escasa actividad física y los antecedentes familiares también son factores de riesgo.
Aunque no existen medidas de prevención concretas “sí hay estrategias marcadas para identificar a pacientes que tienen mayor riesgo de progresar que otros y poder ofrecerles alternativas de tratamiento poco invasivas con el objetivo de mejorar su calidad miccional y evitar complicaciones futuras”, señala el Dr. José Javier Salgado Plonski, urólogo en el Hospital Universitario Cabueñes en Asturias.
En España se estima que afecta a más de cinco millones de hombres. De hecho, se trata del motivo de consulta más frecuente en urología. Pero a pesar de su alta incidencia y de ser incapacitante, tradicionalmente ha sido una patología de la que se ha hablado poco, lo que en ocasiones ha retrasado el diagnóstico y reducido las opciones de tratamiento.
Afortunadamente, parece que la situación está cambiando. Cada vez más hombres acuden a consulta para una revisión prostática rutinaria, en los últimos años hemos evolucionado hacia un estilo de vida de autocuidado personal. “Los pacientes se preocupan cada vez más por mejorar su salud miccional y los más jóvenes le dan cada vez más importancia a los efectos de los tratamientos, especialmente los que tienen que ver con la esfera sexual”, afirma el Dr. Salgado.
Avances en el tratamiento
Una vez se han diagnosticado los síntomas urinarios secundarios al agrandamiento prostático, existen diferentes vías de tratamiento según la situación de cada paciente. “El enfoque inicial en pacientes con síntomas leves y sin afectación significativa de la calidad de vida tiene que ir dirigido a la modificación de hábitos que se conoce que influyen en los síntomas y que, ajustándolos, en la mayoría de los casos tienen un efecto beneficioso”, indica Salgado. No obstante, el abordaje debe ser individualizado según el grupo sintomático, los factores de progresión y el grado de afectación.
Si el cambio de hábitos o los fármacos no funcionan, la última línea es la operación, que incluye desde la cirugía tradicional hasta la mínimamente invasiva, entre las cuales existen diferentes técnicas que implican quemar, extirpar, cortar o, más recientemente, la utilización de implantes. La gran mayoría de los pacientes no conocen las alternativas quirúrgicas que existen actualmente, por ello es importante que los profesionales expliquen en consulta las ventajas y desventajas de cada técnica, así como las opciones individuales dependiendo de su anatomía prostática. De esta forma, el paciente puede valorar la opción más beneficiosa para él.
En la cirugía con implantes, que es una de las alternativas más novedosas, en vez de extirpar la próstata, lo que se hace es recogerla a cada lado para que la uretra deje de estar oprimida y, al contrario que en las otras cirugías, la recuperación es más rápida y con menos efectos secundarios. Es una cirugía de aproximadamente 8-10 minutos, se puede realizar con anestesia local y sedación. El paciente tras la intervención permanece un par de horas en observación para ser dado de alta tras haber comprobado que ha orinado correctamente “Además, tiene la gran ventaja de evitar los efectos de los tratamientos clásicos, sobre todo, aquellos relacionados con la esfera sexual”, señala el Dr. Salgado, pues no produce ni eyaculación retrógrada ni disfunción eréctil.
Por el momento, a este tratamiento no se puede acceder desde todo el territorio nacional. A día de hoy no existe una igualdad a nivel nacional ni autonómico. "El acceso a estos tratamientos depende de la gestión propia de cada centro por lo que no es accesible en todo el territorio español”, explica Salgado. Y añade que en “el Hospital Universitario de Cabueñes, en Gijón la cirugía mínimamente invasiva con implantes está disponible desde hace más de un año. Sin embargo, en otras áreas los pacientes solo tienen la opción de la cirugía abierta convencional”.
En este sentido, el especialista incide en la necesidad de apoyar la incorporación de nuevas técnicas como esta que “además de ser beneficiosas para el paciente, permiten al sistema sanitario contar con alternativas de tratamiento resolutivas y con esto aliviar la creciente carga asistencial en el sistema".
La hiperplasia benigna de próstata, también conocida como HBP, es una afección en la cual se produce un agrandamiento de la próstata, la glándula que contribuye a la producción del semen junto a los testículos y las vesículas seminales. La próstata se encuentra alrededor de la uretra por lo que, al aumentar su tamaño, la presiona y la obstruye, incrementando la necesidad de orinar además de producir otros síntomas como la dificultad para empezar a orinar o la sensación de que no se puede vaciar totalmente la vejiga.