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¿Ha vuelto el movimiento antipsiquiatría? Los especialistas alertan del reduccionismo
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Vinculado a ideologías políticas

¿Ha vuelto el movimiento antipsiquiatría? Los especialistas alertan del reduccionismo

Desde el siglo XVIII esta corriente ha experimentado auges y caídas. En los últimos años ha aumentado considerablemente según la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental

Foto: (Europa Press / Ricardo Rubio)
(Europa Press / Ricardo Rubio)

El término “antipsiquiatría” fue acuñado en la década de 1960 por David Cooper para designar diferentes enfoques y doctrinas político-sociales en el área de la salud mental que tienen en común ser detractoras de la disciplina médica. El amplio espectro de este movimiento va desde la crítica —en diferentes grados y dirigida a aspectos específicos— hasta el abierto y completo rechazo del modelo de psiquiatría, la teoría y las prácticas convencionales. Aunque a finales del siglo XX fuese cuando obtuviese una denominación, en realidad sus orígenes se remontan al siglo XVIII, en los últimos siglos ha ido apareciendo periódicamente y en la actualidad ha vuelto, según alerta la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

Esta corriente cuestiona que la psiquiatría medicalice lo que considera problemas de índole social, que trate a los pacientes contra su voluntad, que esté comprometida por nexos económicos con las compañías farmacéuticas y que utilice sistemas de categorías diagnósticas que estigmatizan a las personas. Por ejemplo, cuestiona fuertemente los términos como “enfermedad mental”, “trastorno psicológico”, “psicosis” o “esquizofrenia”. Y en los casos extremos se llega a negar la existencia de enfermedades mentales.

Este movimiento ha existido desde los orígenes de la especialidad médica, apareciendo y desapareciendo durante los años como el Guadiana. Los primeros antecedentes los encontramos en el siglo XVIII y fue durante el siglo XX cuando alcanzó su punto álgido con figuras como Thomas Szasz y Ronald D. Laing. El primero argumentaba que las enfermedades mentales eran mitos utilizados para justificar la coerción y el control de individuos considerados diferentes. El segundo defendía una visión más humanista de la locura, sugiriendo que era una respuesta lógica a una sociedad enferma. Este movimiento coincidió con un contexto cultural de cuestionamiento de la autoridad y rechazo a las instituciones tradicionales, como parte de los movimientos contraculturales de la época. Pero en la década de los años 80 comenzó un declive de la antipsiquiatría, en parte debido a la aparición de nuevos tratamientos farmacológicos más efectivos y menos invasivos.

La vuelta del movimiento antipsiquitrico.

Tras décadas en la que este movimiento a penas hacía ruido, en la actualidad “hay una corriente de pensamiento antipsiquiátrico”, según advierte a este periódico Manuel Martín, presidente de la SEPSM. “Fue un movimiento que perdió fuerza, pero ahora estamos observando que en algunos sectores hay una visión en contra de la psiquiatría, eso sí, no de una forma tan organizada ni con líderes de pensamiento tan prominente como hace años”, explica.

placeholder (Getty / Chris McGrath)
(Getty / Chris McGrath)

Martín resume las cuestiones más concretas en que se está manifestando hoy en día: “Tienen la idea de que las enfermedades mentales no son en realidad enfermedades, sino que corresponden a estados de carencia social, que son reacciones del ser humano ante situaciones de privación. Todo este movimiento está muy conectado con una visión de que las enfermedades mentales no tienen ningún tipo de raíz biológica, sino que la mayoría están vinculadas a circunstancias sociales y, por lo tanto, es la sociedad la que crea la enfermedad mental. Y, por ello, no debe tratarse con fármacos, al no tener una raíz biológica, ni con ningún tipo de terapia biológica, debe manejarse desde un punto de vista social y no debería caer dentro del ámbito de la medicina, sino que es algo que cae más dentro del ámbito de la psicología o del trabajo social”.

A este respecto, señala que estas ideas suelen estar vinculadas a corrientes de pensamiento “más extremistas o más progresista. Esto tiene también un correlato político e ideológico”.

placeholder Foto: Getty/Chris McGrath.
Foto: Getty/Chris McGrath.

En cualquier caso, el presidente de los psiquiatras no niega el condicionamiento social de los problemas de salud mental. “No defiendo que la enfermedad mental no tenga determinantes sociales. Lo que pasa es que no son los únicos”, pero sí que critica que se intente obviar la parte biológica: “La enfermedad mental es multifactorial, porque el propio ser humano también lo es. Lo que es un error grave es suprimir alguno de los aspectos”. “Si yo digo que la enfermedad mental no tiene una base biológica, es un error grave, porque todos los procesos de pensamiento y toda la vida emocional tiene una base biológica. Los seres sin cerebro no tienen enfermedades mentales. Negarlo es una visión reduccionista. Pero lo mismo cabría decir del reduccionismo biológico, que se piense que una enfermedad mental es lo mismo que una enfermedad neurológica, es decir, que es simplemente una lesión neurológica”, explica.

Martín resumen señalando que “todos los reduccionismos son negativos, tanto un reduccionismo biologicista de pensar que la enfermedad mental es un trastorno del cerebro, como una como un reduccionismo social que piense que la enfermedad mental es un constructo social. Yo creo que son visiones erróneas y que no aportan en esa visión integral correcta de lo que es la persona y lo que es la enfermedad mental”.

¿Un Ministerio de Sanidad reduccionista?

En los últimos meses, el Ministerio de Sanidad ha señalado en varias ocasiones a las cuestiones sociales como las grandes culpables de los problemas de salud mental de la población. Un posicionamiento que se ha visto especialmente reforzado con los ideales con los que se lanzó el primer Comisionado de Salud Mental de la historia de España. Pero no solo es que la institución se haya volcado a este respecto, sino que cada vez surgen más estudios que vinculan, por ejemplo, los problemas de vivienda con el bienestar psicológico.

Foto: Mónica García preside el acto del Comisionado de Salud Mental. (EP/G. Valiente)

Al preguntarle si el ministerio capitaneado por Mónica García está azuzando este movimiento, aclara que “no es que nadie haya dicho que hay que eliminar la especialidad”, pero los mensajes que lanzan “sí que recuerdan a los postulados de la antipsiquiatría tradicional aunque con otros elementos”. “Efectivamente, algunas de estas ideas sí que se recogen en esta visión dando más importancia a los determinantes sociales de la enfermedad”, añade.

A pesar de que se lancen estos mensajes, el presidente de los psiquiatras transmite que de momento “en la asistencia práctica las cosas no han cambiado, siguen su curso”. “Es importante ver que una cosa son las opiniones y otra cosa son los hechos en que se traduce la práctica asistencial, en la cual todo ese tipo de visiones no han trascendido en planes o actuaciones concretas”.

Marín recuerda que “en la medida que la atención en salud mental está incluida en el Sistema Nacional de Salud y las competencias están transferidas a las comunidades autónomas, es en ellas donde se vería. Pero por el momento en ninguna región, con independencia del signo político, ha habido cambios derivados de esta visión. Las cosas siguen su curso”.

El término “antipsiquiatría” fue acuñado en la década de 1960 por David Cooper para designar diferentes enfoques y doctrinas político-sociales en el área de la salud mental que tienen en común ser detractoras de la disciplina médica. El amplio espectro de este movimiento va desde la crítica —en diferentes grados y dirigida a aspectos específicos— hasta el abierto y completo rechazo del modelo de psiquiatría, la teoría y las prácticas convencionales. Aunque a finales del siglo XX fuese cuando obtuviese una denominación, en realidad sus orígenes se remontan al siglo XVIII, en los últimos siglos ha ido apareciendo periódicamente y en la actualidad ha vuelto, según alerta la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (SEPSM).

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