¿Un medicamento contra el VIH puede revertir el alzhéimer? Estos españoles buscan fondos para averiguarlo
Los investigadores han demostrado en modelos animales que la lamivudina evita que se desarrolle la demencia e incluso puede revertirla. Ahora buscan donaciones para poder probarlo en humanos
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Unas 800.000 personas padecen alzhéimer en nuestro país, siendo la causa más común de demencia, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se calcula que cada año se dan 40.000 nuevos diagnósticos en España y se prevé que en todo el mundo los casos se tripliquen en los próximos años, llegando a más de 150 millones en 2050 y convirtiéndose probablemente en el principal reto para las personas mayores.
Con este panorama, un reputado equipo de investigadores españoles tiene evidencias con las que quieren estudiar si un tratamiento contra el VIH podría ser útil para luchar contra esta demencia y el envejecimiento. Y para ello, se encuentran buscando fondos.
La terapia en cuestión se llama lamivudina, un fármaco antirretroviral de uso común para el tratamiento del citado virus. “Fue de los primeros medicamentos contra el VIH, aún sigue en activo y tiene una escasísima toxicidad. Además, es un genérico y, por lo tanto, tiene un coste muy bajo”, cuenta a El Confidencial el Dr. Bonaventura Clotet, director del Instituto de Investigación del Sida IrsiCaixa, centro impulsado conjuntamente por la Fundación "la Caixa" y el Departamento de Salud de la Generalitat de Catalunya.
Clotet junto a otros científicos han identificado en modelos animales que este fármaco modula la expresión de genes relacionados con el funcionamiento neurológico. En un estudio realizado en ratones con demencia, que ha sido publicado en Journal of Cellular and Molecular Medicine, descubrieron que los animales que recibían un tratamiento, ya desde el primer mes, mostraban una mejora progresiva de las capacidades cognitivas hasta llegar incluso a lograr resultados normales a los tests.
Los "genes saltarines"
Antes de llegar al estudio en animales, la semilla fue una colaboración con la Dra. Mara Dierssen, investigadora senior del Centro de Regulación Genómica del Hospital del Mar de Barcelona. “A través de sus investigaciones empezamos a pensar que el campo de las demencias podría estar relacionado con los retrovirus endógenos, porque hay un subtipo que se activa y que puede causar inflamación que luego lleve al alzhéimer”, explica Clotet.
Continúa la viróloga del IrsiCaixa Nuria Izquierdo Useros desarrollando que “estos retrovirus endógenos son vestigios de antiguas infecciones que están en nuestro genoma de forma habitual, los cuales suponen un 8% de nuestro genoma”. “También tenemos unos muy concretos que se llaman Line-1 que suponen un 21% del genoma”, los cuales son conocidos por la Dra. Dierssen como “genes saltarines”, “y normalmente en situaciones comunes, aunque están integrados dentro de nuestro genoma, no se están expresando. Pero en determinadas situaciones de enfermedad puede haber una activación”, destaca Izquierdo. “En el caso concreto del alzhéimer lo que sabemos es que hay depósitos de placas amiloides que se forman por la agregación de la proteína tau y lo que ocurre es que esos retrovirus endógenos se ven activados por esa acumulación, produciéndose la activación de la expresión de estos retrovirus endógenos que lleva a una respuesta inmune innata celular que es la típica que tiene lugar siempre que se infecta una célula por un virus”, desarrolla la investigadora.
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A lo que se refiere la viróloga es a la neuroinflamación: “La activación de estos virus internos que reconocen una célula, generan una respuesta inmune innata y esto contribuye un proceso donde va progresando el alzhéimer y avanzando en el depósito de proteínas”.
Eso sí, aunque se haya comprobado en autopsias que estos retrovirus están más presenten en personas que han sufrido demencia, en realidad “no sabemos si el alzhéimer comienza porque se produce una activación de estos retrovirus y esto fomenta la aparición de esos depósitos de placas amiloides o al revés, si son las placas amiloides las que activan la aparición de estos retrovirus endógenos. Y todo esto forma un círculo vicioso de neuroinflamación, que es lo que genera el daño”. “Pero, en cualquier caso, hay una oportunidad terapéutica que hasta hace un tiempo no vislumbrábamos, que es tratar la activación de estos retrovirus endógenos con fármacos muy seguros que se llevan utilizando desde hace más de 30 años y que sabemos que son extremadamente baratos”, añade Izquierdo.
Mejoras de cognición en ratones
El citado estudio se realizó en ratones Ts65Dn, el modelo animal de síndrome de Down más estudiado hasta la fecha. Normalmente, el genoma humano contiene 23 pares de cromosomas, pero, en el caso de este trastorno genético, hay una de estas parejas que, en vez de dos, presenta tres copias; se trata, en concreto, del cromosoma número 21. Esto da lugar a una discapacidad intelectual que puede ir de leve a moderada, y que afecta a rasgos generales de las habilidades cognitivas como la memoria, la capacidad de atención y el habla. Además, cuando llegan a la edad adulta, las personas con síndrome de Down experimentan un envejecimiento acelerado. Esto se traduce en la aparición de un deterioro cognitivo que, en la población general, sería típico de personas de edad más avanzada.
Las personas con este síndrome también tienen un mayor riesgo de padecer alzhéimer, puesto que el cromosoma 21, que tienen triplicado, contiene los genes de una proteína especialmente relevante para esta enfermedad. Esta proteína, conocida como proteína precursora amiloide (APP), tiene la capacidad de acumularse en el cerebro generando agregados proteicos que causan la alteración de la función cerebral. La presentación de estos agregados proteicos es común en la mayoría de los individuos adultos mayores de 40 años con esta trisomía.
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Por ello, eligieron este tipo ratones, apuntando los resultados de este estudio a una posible vía de tratamiento con fármacos y sitúan a los retrotransposones como una posible diana terapéutica de gran interés para el síndrome de Down. Los retrotransposones son segmentos de ADN que cambian su ubicación dentro del propio genoma; para conseguirlo, crean copias de ARN de sí mismos para salir de la zona del genoma donde están ubicados y, más adelante, se convierten de nuevo en ADN para poder volver a insertarse en el genoma, pero ya en otro lugar. Dichos segmentos pueden insertarse en áreas específicas del genoma y, por casualidad, posicionarse en regiones promotoras de genes asociadas a enfermedades neurodegenerativas, potenciando su actividad. La actividad de estos segmentos de ADN para saltar de un sitio a otro del genoma aumenta con la edad.
Además, los retrotransposones presentan algunas similitudes con el VIH, ya que, al igual que este virus, necesitan pasar de ADN a ARN, y a la inversa, para hacer copias de sí mismos. De este modo, el personal investigador del estudio se planteó la hipótesis de que el uso de moléculas capaces de inhibir la replicación del VIH –como la enzima transcriptasa inversa– también podría funcionar para bloquear los retrotransposones.
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Como explica Clotet tanto el VIH como los retrotransposones necesitan la misma molécula para hacer copias de sí mismos: la enzima transcriptasa inversa. En este sentido señala que la comunidad científica había demostrado que la lamivudina, que inhibe esta enzima que ya se utiliza contra el VIH, disminuía la activación de los retrotransposones en ratones de edad avanzada. Por ello, pensaron que el uso de la lamivudina también podría ser útil para contrarrestar el deterioro cognitivo asociado al síndrome de Down.
De este modo llegó el ensayo, que se desarrolló durante cuatro meses en los que un grupo de ratones fue tratado con lamivudina, mientras que el otro se utilizó como control y únicamente recibió agua. A continuación, el equipo llevó a cabo varios experimentos de comportamiento diseñados para comprobar la actividad locomotora, la memoria de reconocimiento y la ansiedad. Así descubrieron que los ratones que recibían lamivudina mostraban mejores capacidades cognitivas.
El Dr. Clotet lo resume así: “Unos se trataron, otros no y otros lo recibieron más tarde. Los que se trataron inmediatamente no desarrollaron ningún tipo de demencia, los que no se trataron desarrollaron alzhéimer y los que se trataron un poco más tarde recuperaron completamente la memoria. Por lo cual en el modelo animal vimos que teníamos unos resultados interesantes”.
En búsqueda de financiación
Con estos resultados, ahora se encuentran buscando fondos para dos proyectos que permitirán probar en humanos la eficacia de la lamivudina contra el alzhéimer y el envejecimiento en general. Para ello necesitan alrededor de 450.000 euros para los que piden donaciones, tanto de particulares como de empresas, que se pueden realizar a través de la Fundación Lucha Contra las Infecciones o en el número de cuenta ES78 21000325 4902 0011 2862.
De este dinero, unos 250.000 euros serán destinados a un estudio clínico que han diseñado un estudio clínico para confirmar el efecto de este tratamiento en personas que se encuentran en fases muy iniciales de la enfermedad de Alzheimer. Este estudio mejorará los que se han llevado a cabo hasta ahora, ya que contará con un mayor número de participantes y analizará más parámetros del plasma y las células de los pacientes. Todo ello nos permitirá aportar datos conscientes sobre el potencial de este tratamiento para frenar el alzhéimer y determinar los mecanismos que utiliza para conseguirlo.
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Por otra parte, y paralelamente, emplearán unos 180.000 euros para probar los dos fármacos antirretrovirales usados en los estudios de demencia y de envejecimiento en combinación, buscando un efecto de sinergia, en un modelo de ratón que reproduce mejor el deterioro cognitivo en el ser humano y en un modelo de envejecimiento.
Cabe destacar que hace unas semanas ha transcendido un estudio piloto en pacientes con enfermedad de Alzheimer muy inicial de la University of Texas Health. En él se describe que el mismo tratamiento que usan los españoles en ratones es seguro en humanos y, además, se ha observado que algunos indicadores de la enfermedad mejoran después de 6 meses. Este análisis se ha llevado a cabo en 12 individuos y algunos parámetros solo se han analizado en plasma. Los catalanes quieren elevarlo a 25 y contar con muchos más factores.
Por el momento, solo han obtenido unos 100.000 euros, por los que le queda bastante por generar. A este respecto, el Dr. Clotet reclama que “el Gobierno no destina todo el dinero que debería a todos los centros de investigación y la gente tiene que saber que se puede ayudar mucho, aunque sea con poco. Si somos muchos donando poco, se acelera mucho el estudio”.
Unas 800.000 personas padecen alzhéimer en nuestro país, siendo la causa más común de demencia, según datos de la Sociedad Española de Neurología (SEN). Se calcula que cada año se dan 40.000 nuevos diagnósticos en España y se prevé que en todo el mundo los casos se tripliquen en los próximos años, llegando a más de 150 millones en 2050 y convirtiéndose probablemente en el principal reto para las personas mayores.