El valenciano que "de casualidad" acabó investigando con el Nobel de Química nos cuenta los secretos de su trabajo
Alfredo Quijano ha conseguido antes de cumplir los 30 cofundar dos empresas de biotecnología, publicar en 'Nature', estudiar junto al flamante premiado e investigar en las terapias del futuro
Fue en 2016 cuando Alfredo Quijano (Valencia, 1993) llegó a Seattle para comenzar su doctorado en Bioingeniería en la Universidad de Washington. Tras haber acabado la carrera de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), una beca de la Fundación La Caixa le permitió investigar en EEUU y lo que no sabía en ese momento es que acabaría trabajando codo a codo con David Baker, que acaba de ganar el Nobel de Química de 2024 por el diseño computacional de proteínas. Aunque llegó a la universidad “de casualidad” y le avergüenza reconocer que al principio “no sabía mucho de Baker”, ha conseguido antes de cumplir los 30 cofundar dos empresas de biotecnología, publicar en Nature, proseguir en la investigación que le ha valido el Nobel e investigar en las terapias del futuro.
“Cuando acabé la carrera ya sabía que quería dedicarme a la investigación. Estaba trabajando en un laboratorio de investigación de la UPV y tenía claro que quería seguir en el campo de la biología sintética, aunque no sabía dónde. Entonces pedí la beca a la Fundación y eso es lo que me abrió las puertas a Estados Unidos”, narra el valenciano a El Confidencial. “Recibí la beca en 2015 para irme en 2016 y en ese tiempo elegí la universidad. La verdad es que de casualidad acabé en Seattle, no pedí la beca en particular para ir allí a diseñar proteínas, fue que me gustó la universidad y el programa cundo investigue a dónde irme. Una vez que ya estaba aquí… me da un poco de vergüenza decirlo…, pero no sabía mucho de David Baker, que ya era un profesor bastante famoso entonces, y ahora ni te imaginas. Caí de casualidad en su laboratorio, vi lo que estaba haciendo y dije ‘Oye, esto parece muy interesante’. Hablé con él y la verdad es que congeniamos muy bien y me dijo ‘Alfredo, vente al laboratorio y probamos cómo funcionas’”, relata Quijano sobre cómo llegó a trabajar con el Nobel, ante el que hoy se deshace en elogios.
Aunque en un inicio debería haber pasado por varios laboratorios durante el primer año, para elegir el más adecuado, el flechazo científico fue tal que se quedó en el de Baker desde el principio en el Institute for Protein Design.
El valenciano realizó su investigación de doctorado junto al Nobel en diseño de proteínas, el campo que ahora le ha valido la distinción junto a otros dos investigadores. Baker logró en 2003 diseñar una proteína distinta de todas las existentes y creó después en su laboratorio muchas proteínas "espectaculares" gracias a su programa de software Rosetta. El equipo del Nobel, en el que se encuentra el valenciano, ha producido proteínas que se pueden usar como vacunas, nanomateriales y minúsculos sensores.
Las nuevas terapias que vienen
El diseño de proteínas que se desarrolla en el laboratorio de Baker va a tener “un impacto muy grande en todos los campos de la investigación, desde los diagnósticos hasta las medicinas”, valora el español.
Hasta ahora, para investigar nuevos tratamientos o herramientas de diagnóstico “se usaban proteínas que existen en la naturaleza. Un ejemplo muy fácil lo tenemos con los anticuerpos, si quiero uno contra el covid tendré que trabajar con ratones, identificar el anticuerpo, producirlo y luego utilizarlo terapéuticamente. Pero no siempre es una proteína óptima para aplicación, siempre tiene algún efecto secundario o algún efecto que no es deseado. Y durante muchos años se ha hecho ingeniería de proteínas para intentar resolver estos problemas que pueden tener”. “Lo que ha cambiado con esta tecnología por la que les han dado el Nobel es que en lugar de hacer todo ese proceso, ahora, por ejemplo, dices ‘vale yo quiero un anticuerpo contra el coronavirus, voy a diseñarlo en el ordenador porque yo sé lo que quiero obtener’. En vez de hacer todo ese proceso natural y encontrar una proteína que exista en la naturaleza, usas el ordenador para diseñar la proteína que realmente necesitas. Y eso es lo que le llaman el diseño de proteínas”, desarrolla.
Estas proteínas sirven para obtener resultados más exactos en la aplicación médica que se busque, permite realizar diseños más rápidos, más eficientes y que no requieren de animales. Lo que lleva a generar terapias, como pueden ser contra el cáncer, “con menos efectos secundarios, por lo que van a tener un impacto más grande en el paciente”.
En concreto, la investigación que el valenciano realizó en el laboratorio de Baker incluía dos proyectos que fueron piezas fundacionales de sendas empresas: una aplicada a fines terapéuticos y otra a diagnósticos.
En primer lugar, antes siquiera de acabar la tesis, fundó junto a otros estudiantes posdoctorales Neoleukin, una compañía que buscaba evitar efectos secundarios en tratamientos contra procesos tumorales. El valenciano lo simplifica así: “Existe una terapia contra el cáncer que funciona, pero es muy tóxica, tiene muchos efectos secundarios y prácticamente no se utiliza hoy en día. Entonces la idea era quitarle los efectos tóxicos a esa terapia, pero manteniendo los efectos contra el cáncer usando diseño con proteínas”.
Esta idea llegó al ensayo clínico y consiguió convertirse en la primera proteína diseñada por humanos que se prueba en pacientes. Esta empresa se volvió bastante grande, pasó a otras manos y el ensayo aún está en marcha, pero no se han publicado los resultados definitivos sobre esa molécula que inventaron.
Una vez ya hubo acabado el doctorado, fundó junto al Nobel la empresa MonodBio, que utiliza la tecnología de diseño de proteínas artificiales por la cual ha sido galardonado Baker. “Basado en lo que vi haciendo terapias, también me di cuenta de que podía diseñar proteínas que responden al ambiente y que cambian de actividad, es decir, te dan más actividad en un determinado ambiente. Y dije ‘ah, pues esto se puede aplicar a diagnósticos muy fácilmente’. De hecho, durante el doctorado llegó la pandemia con este proyecto en marcha e inmediatamente decidí aplicarlo para detectar covid y funcionó bastante bien. Pero esto tenía un tiempo limitado, así que empezamos una empresa para la que nos dieron 25 millones de dólares, algo que sería imposible de ver en España”.
“Nos hemos dado cuenta de que podemos usar este nuevo campo de tecnología a la que le han dado el Nobel para coger todas estas herramientas que las empresas biotecnológicas, de investigación y diagnósticos están utilizando, identificar cuáles son los problemas que funciona y que no funciona. Entonces quedarnos lo que funciona y cambiar lo que no funciona. Y la verdad que nos está yendo bastante bien”, añade el valenciano, que se siente muy orgulloso de haber hecho realidad sus proyectos teóricos y que no descarta volver a España en un futuro para traer “todo ese conocimiento, la manera estadounidense de hacer las cosas y contribuir con todo lo aprendido, porque el talento científico en España es increíble.
Cómo es trabajar con un Nobel
Aunque en muchas ocasiones este tipo de perfiles suelan estar en contante movimiento (conferencias, reuniones, charlas…) y a penas se dejen ver por los laboratorios de investigación, Baker es una rara avis. El valenciano bromea diciendo que le veía “demasiado”.
“Una cosa muy interesante de David Baker es que su pasión es la ciencia y el laboratorio. Todo lo demás es secundario. Aunque tenga muchos compromisos, él dice ‘mira, yo no me muevo de Seattle porque tengo que estar en mi laboratorio’”, explica. “Cuando yo era un estudiante y estaba con él en el laboratorio, me acuerdo de que estaba allí desde temprano y hasta las ocho de la noche. Y siempre saca tiempo para hablar con los estudiantes, hacer ‘brainstorming’, buscar nuevos proyectos…
Para Quijano, “es un ejemplo a seguir” y una persona “muy humilde” a la que una de sus grandes ilusiones cuando ganó el Nobel es haberlo hecho “mientras sus padres aún viven, los cuales también son profesores de universidad”.
Competencia y comunicación en el laboratorio
El centro de investigación de la Universidad de Washington que dirige Baker está formado por varios laboratorios y alrededor de 150 investigadores.
En cuanto al ambiente, “es un sitio competitivo, pero a la vez se fomenta la comunicación”. “Realmente una persona con éxito es una persona que se comunica, que comparte ideas y que colabora”, por ello lo fomentan tanto Baker en particular como la institución en general.
Asimismo, el valenciano destaca los recursos que tiene en EEUU. “El laboratorio tiene millones de dólares y se valora el tiempo. Y te vienen a decir ‘Tú dedícate a lo que tienes que hacer y nosotros te daremos los recursos”, a diferencia de España. De igual modo, destaca la alta estima que tienen los investigadores estadounidenses a los españoles: “Trabajamos muy duro, somos muy inteligentes, estamos muy preparados y sabemos exprimir los recursos”.
Fue en 2016 cuando Alfredo Quijano (Valencia, 1993) llegó a Seattle para comenzar su doctorado en Bioingeniería en la Universidad de Washington. Tras haber acabado la carrera de Biotecnología en la Universidad Politécnica de Valencia (UPV), una beca de la Fundación La Caixa le permitió investigar en EEUU y lo que no sabía en ese momento es que acabaría trabajando codo a codo con David Baker, que acaba de ganar el Nobel de Química de 2024 por el diseño computacional de proteínas. Aunque llegó a la universidad “de casualidad” y le avergüenza reconocer que al principio “no sabía mucho de Baker”, ha conseguido antes de cumplir los 30 cofundar dos empresas de biotecnología, publicar en Nature, proseguir en la investigación que le ha valido el Nobel e investigar en las terapias del futuro.
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