¿Qué es la inmunonutrición?: Los trucos para evitar caer enfermos
Adquirir a lo largo de la vida el soporte nutricional adecuado ayuda a modular las respuestas inmunitarias proinflamatorias o antiinflamatorias del organismo. El objetivo es alcanzar el equilibrio del organismo que genere un buen estado de salud
Se atribuye a Hipócrates la conocida frase “que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Más de dos mil años desde que el que se considera padre de la medicina enunciara este principio, se han multiplicado las investigaciones que explican de qué manera una dieta adecuada, que aporte todos los macronutrientes (carbohidratos, grasas y proteínas), micronutrientes y otros compuestos bioactivos e hidratación, juega a favor del buen estado del sistema inmunitario. Entre las distintas disciplinas que ahondan en ello, una rama de la nutrición de precisión, la inmunonutrición, analiza aquellas situaciones en las que se utilice un soporte nutricional para modular las respuestas inmunitarias proinflamatorias o antiinflamatorias.
La alimentación, a través de la ingesta y en cantidades adecuadas, proporciona a todas las células del organismo los nutrientes que necesitan para la vida. “Es fundamental para mantener la homeostasis de todos los sistemas fisiológicos. Es decir, un equilibrio del organismo que genera un estado de salud”, explica Esther Nova, investigadora científica del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Si existe un desequilibrio en el aporte de nutrientes, sobre todo de aquellos que son esenciales y que no sintetizan nuestras células, se ocasiona una descompensación en los procesos metabólicos y de regulación neuro-inmuno-endocrina que puede poner en riesgo la salud. “Por eso, el patrón alimentario es importante, con una alimentación variada, donde los alimentos de menos calidad nutricional se consuman en muy baja cantidad, y siguiendo prácticas alimentarias que garanticen la calidad global de la dieta”, añade.
No hay una única forma correcta de alimentarse, pero sí existen diversos patrones que pueden ser compatibles con una salud óptima. “En España, el estilo de dieta mediterránea, con alta presencia de hortalizas, verduras, frutas y legumbres, un consumo equilibrado de pescado y carne, presencia de frutos secos y especias, sin olvidar el aporte de lácteos y huevos, cuidando los métodos de cocinado, tendiendo a los menos agresivos, que desnaturalicen y transformen menos la estructura de los nutrientes, y en los que el aceite de oliva sea la primordial fuente de grasa en el cocinado, se relacionan con prevención de enfermedades crónicas”, declara Ascensión Marcos, profesora de investigación ad honorem del CSIC en el ICTAN. Por el contrario, lo que más atenta a la salud intestinal, continúa esta experta “serían los alimentos procesados que contienen muchos aditivos que pueden alterar la permeabilidad intestinal, los alimentos con grasas de mala calidad y con mucho azúcar, o los alimentos cuyos componentes han sufrido demasiada transformación hacia compuestos derivados nocivos, por ejemplo, en procesos térmicos a alta temperatura y con excesivo tiempo de cocinado”.
Aunque la alimentación sea un elemento primordial para conservar y mantener un buen estado de salud, no es el único hábito que hay que cuidar. El control del estrés es fundamental. Los alimentos pueden interaccionar con las emociones, por lo que puede haber sinergia entre ambos, tanto para lo bueno como para lo malo. “Si atravesamos una época de eventos o circunstancias difíciles, conviene no descuidar la alimentación, no tomar comida rápida, sino al contrario, ocuparse más de la compra de alimentos frescos, prepararlos, tomarse tiempo en disfrutarlos. También puede ser beneficioso disminuir alimentos excitantes, como el café, el té o el alcohol, y reemplazarlos por bebidas de otra índole, como infusiones relajantes”, asegura la doctora Marcos. A todas estas pautas para el mantenimiento de la salud, esta profesora añade la importancia de una vida activa y de un descanso adecuado.
Existen otros motivos que también ocasionan disbiosis intestinal, un desequilibrio en la composición de la microbiota intestinal, relacionada con diferentes hábitos de la vida diaria, como son: “el abuso de antibióticos de amplio espectro, que pueden eliminar tanto bacterias dañinas como beneficiosas; el estrés crónico y falta de sueño, que pueden afectar la producción de neurotransmisores y hormonas que interactúan con el intestino; o el sedentarismo, que se ha relacionado con cambios en la composición de la microbiota y un mayor riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas y autoinmunes”, manifiesta Silvia Sánchez-Ramón, jefa del Servicio de Inmunología del Hospital Clínico San Carlos. Todos estos factores pueden inducir una inflamación crónica de bajo grado y están asociados con el desarrollo de enfermedades, como, por ejemplo, “el síndrome metabólico, la diabetes tipo 2 y la enfermedad inflamatoria intestinal, en personas genéticamente predispuestas”, agrega.
La inmunonutrición está próxima a la crononutrición, que está relacionada con el momento del día en el que consumimos los alimentos. Un campo de reciente desarrollo en el que “aún faltan evidencias para dar recomendaciones”, dice la profesora del CSIC. A lo largo de los distintos periodos del día la situación metabólica es cambiante, estando controlada por toda una serie de hormonas y péptidos reguladores que interaccionan con las células del sistema inmune. “Atender a las señales del cuerpo para alimentarnos sería lo más adecuado en el caso de individuos sin alteraciones de conducta alimentaria. Sin embargo, en ocasiones, la relación con la alimentación se ve influida por emociones o situaciones que pueden llegar a ser patológicas, como puede ser la obesidad, con cierto grado de inflamación crónica subyacente. En estos casos, restablecer un buen patrón alimentario, en tiempos y calidad y cantidad de los alimentos consumidos, puede ayudar a restaurar los ciclos internos y las señales fisiológicas que controlan el metabolismo”, apunta Nova.
En la actualidad se están llevando a cabo ensayos clínicos centrados en el impacto del microbioma en la salud general con el fin de poder dar recomendaciones dietéticas basadas en datos metagenómicos a partir de muestras fecales recogidas de forma secuencial. Aunque los hallazgos son todavía muy preliminares, proporcionan una base para explorar la eficacia generalizable de ciertas dietas diseñadas para modular el microbioma, y para identificar biomarcadores que permitan evaluar las respuestas terapéuticas de manera más precisa. Es el caso del estudio “Diagnóstico no invasivo basado en el microbioma de la enfermedad inflamatoria intestinal”, publicado en Nature, “que muestra por primera vez como el análisis del microbioma en heces puede ayudar a diagnosticar la enfermedad inflamatoria intestinal, tanto enfermedad de Crohn como colitis ulcerosa, mediante un panel de biomarcadores de múltiples bacterias”, añade Sánchez-Ramón.
La medicina de precisión y personalizada cada vez está más presente en la práctica clínica, a través de un abordaje integral del paciente que adapte el tratamiento a las características individuales del paciente, incluyendo su genética, microbioma, inmunidad y factores ambientales o estilo de vida. “En este contexto, el papel del inmunólogo puede ayudar a comprender cómo el sistema inmunitario interactúa con estos factores y cuál es su respuesta ante diferentes estímulos dietéticos y terapéuticos”, mantiene Sánchez-Ramón. En cuanto a la nutrición, la nutrigenómica estudia cómo los diferentes nutrientes interactúan con el genoma humano, “permitiendo diseñar dietas específicas para mejorar la salud y reducir el riesgo de enfermedades”, expresa.
Por eso, los expertos consideran esencial que el abordaje multidisciplinar se haga con el acompañamiento de los médicos de familia, por su conocimiento y cercanía con los pacientes, y de los especialistas (gastroenterólogos, endocrinólogos y nutricionistas). “Esta colaboración permite evaluar la situación global del paciente y diseñar intervenciones nutricionales personalizadas. Por su parte, el inmunólogo puede aportar una evaluación en profundidad del estado inmunitario y puede recomendar pruebas específicas o intervenciones que personalicen el tratamiento”, recalca Sánchez-Ramón.
Se atribuye a Hipócrates la conocida frase “que tu medicina sea tu alimento, y el alimento tu medicina”. Más de dos mil años desde que el que se considera padre de la medicina enunciara este principio, se han multiplicado las investigaciones que explican de qué manera una dieta adecuada, que aporte todos los macronutrientes (carbohidratos, grasas y proteínas), micronutrientes y otros compuestos bioactivos e hidratación, juega a favor del buen estado del sistema inmunitario. Entre las distintas disciplinas que ahondan en ello, una rama de la nutrición de precisión, la inmunonutrición, analiza aquellas situaciones en las que se utilice un soporte nutricional para modular las respuestas inmunitarias proinflamatorias o antiinflamatorias.