Ni por la ansiedad, ni por las dietas: esta es la causa por la que sigues teniendo hambre aún después de haber comido
Pese a que solemos achacar el hambre a no haber comido suficiente o la ansiedad y el estrés que sentimos en el día a día, varios estudios revelan este otro factor
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Si después de terminar una comida aún sientes que podrías devorar un bocadillo (o dos), no estás solo. Aunque muchas personas atribuyen esta sensación de hambre persistente a la ansiedad o a haber comido "lo incorrecto", la verdadera causa puede ser mucho más profunda, y todo apunta a una simple razón: no estás durmiendo lo suficiente.
Según varios estudios, incluida una investigación realizada por los doctores López Malque, Chanducas Lozano y Calizaya-Milla en adolescentes, la calidad del sueño tiene una relación directa con los hábitos alimentarios y el control del apetito. Cuando no dormimos bien, las hormonas que regulan el hambre y la saciedad, como la leptina y la grelina, se desequilibran. Mientras que la leptina, la hormona encargada de decirle a tu cerebro que ya has comido suficiente, disminuye, la grelina, que estimula el apetito, aumenta, haciéndote sentir hambre aunque hayas comido recientemente.
Este desajuste hormonal no solo afecta la cantidad de comida que consumes, sino también la calidad de tus elecciones alimentarias. Tal como apuntan los expertos, las personas que duermen menos de las 7 horas recomendadas tienden a elegir alimentos con más calorías y menos nutrientes, y a comer más entre horas. Esto podría explicar por qué, después de un mal descanso, tu cuerpo te pide una segunda ronda de croissants o un ataque nocturno a la nevera.
Pero, ¿por qué sucede esto? Cuando no duermes lo suficiente, tu cuerpo se pone en modo "supervivencia", reduciendo tu gasto energético y ralentizando tu metabolismo. Esto genera más hambre y menos ganas de moverte, lo que a la larga puede llevar a ganar peso. De hecho, como indican diversos estudios, la falta de sueño está asociada a un mayor riesgo de obesidad, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes.
No es solo dormir
Además, no solo se trata de cuántas horas duermes, sino también de la calidad del sueño. Dormir de forma interrumpida o en horarios irregulares también puede activar ciertos genes, como el gen Period, vinculado al riesgo de obesidad y enfermedades cardiovasculares. Esto es especialmente relevante para quienes trabajan de noche o por turnos, ya que la alteración de los ciclos circadianos (el reloj interno del cuerpo) puede tener un impacto importante en la salud a largo plazo.
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Por lo tanto, si sigues sintiendo hambre después de haber comido bien, puede que no sea culpa de la ansiedad o de las dietas mal hechas. La clave podría estar en mejorar tu descanso. Mantener una rutina de sueño saludable, evitar las pantallas antes de dormir y asegurarte de tener un ambiente tranquilo y oscuro por la noche puede marcar la diferencia.
Si después de terminar una comida aún sientes que podrías devorar un bocadillo (o dos), no estás solo. Aunque muchas personas atribuyen esta sensación de hambre persistente a la ansiedad o a haber comido "lo incorrecto", la verdadera causa puede ser mucho más profunda, y todo apunta a una simple razón: no estás durmiendo lo suficiente.