Del éxito económico al sinhogarismo: "No tengo ilusión, sin piernas estás apartado de la sociedad"
La entidad Hogar Sí tiene en Las Tablas (Madrid) seis viviendas centradas en la recuperación de la salud de personas sin hogar en las que acoge a 60 usuarios. Les ayudan a transitar hacia la autonomía con un trabajo y un techo
Adolfo cuenta que era millonario, trabajaba duro y recuerda cómo se codeaba con personalidades empresariales importantes. Tenía 15 pisos, seis locales y hasta una administración de lotería. En 2006, tras invertir más de dos millones en bolsa, lo perdió todo: su familia, su hogar, su dinero, su salud y la ilusión por vivir. El divorcio no fue instantáneo, ocurrió unos seis años después de aquel fatídico día. Sus amigos se alejaron de él y también lo hicieron sus hermanos.
Su vida cambió por completo, sorteaba las dificultades diarias como podía mientras vivía en una buhardilla y vendía pisos, pero en 2019 todo volvió a girar. Un dolor en el pie, que resultó ser una isquemia crónica (conjunto de síntomas que se manifiestan cuando se produce una disminución progresiva del flujo sanguíneo en una extremidad), dio comienzo a un sinfín de operaciones y problemas de salud. De hecho, pasó por el quirófano hasta en cinco ocasiones y perdió una pierna, como consecuencia de la isquemia.
A partir de ese momento, se acabó el trabajo. Difícilmente podía subir con las muletas los 30 escalones que daban acceso a su habitáculo y el panorama se había complicado aún más. Sobrevivió durante cuatro años gracias a un cura que le daba 500 euros y con eso pagaba un techo, la medicación y algo de comida, generalmente bocadillos. "Si no llega a ser por él, me hubiera quitado de en medio", rememora.
En octubre de 2023 se topó con una nueva complicación: una úlcera en su pierna sana, la derecha, que no paraba de crecer. Los médicos solo le dieron una solución, había que amputar de nuevo. Las Navidades de ese mismo año llegó a las viviendas para la recuperación de la salud de Hogar Sí en el municipio madrileño de Las Tablas y actualmente, a sus 50 años, continúa viviendo allí.
En cifras
La entidad, de iniciativa social y no lucrativa, lucha para conseguir que nadie viva en la calle. En España hay 28.852 personas en situación de sinhogarismo, según los datos del INE de 2022. Sin embargo, ese dato no incluye a las personas que no acuden a ningún recurso y la aproximación a partir de la Estrategia Nacional Integral para Personas Sin Hogar (2015-2020) eleva la cifra a 37.117 personas, 4.000 más que hace diez años.
En el ámbito de la salud, el 27% han estado hospitalizados; el 44% padece una enfermedad grave o crónica; el 20% tiene alguna discapacidad; el 19,9% ni siquiera dispone de tarjeta sanitaria y el 58,8% sufre problemas relacionados con la salud mental, como ansiedad y depresión.
Asimismo, la esperanza de vida de las personas sin hogar es de 30 años menos que para el resto de la población, ya que no acceden a tratamientos esenciales, como trasplantes o quimioterapia, y mueren por enfermedades prevenibles y tratables. "En 2011 pusimos en marcha este programa porque detectamos que en los albergues y espacios colectivos no se daba respuesta a las enfermedades", asegura Patricia Gómez Gómez, directora de soluciones a la salud de Hogar Sí.
Aunque cuentan con más viviendas en Murcia y en Córdoba, Madrid es la única comunidad que en 2015 incorporó estas viviendas en su cartera de servicios públicos. Según explican desde la entidad, en aquel momento solo había 40 plazas, actualmente hay 60 y el 1 de enero de 2025 contarán con 10 más. En concreto, en Las Tablas hay seis viviendas de diez plazas cada una.
En el programa tienen cabida los perfiles que se encuentren en convalecencia médica, cuidados paliativos, enfermos crónicos y personas que están en un proceso de final de vida. El equipo del centro lo componen 28 profesionales, como psicólogos, terapeutas ocupacionales, enfermeros, auxiliares de enfermería, trabajadores sociales, mantenimiento y limpieza. Cada persona tiene un equipo de referencia, que le acompañará durante todo el proceso.
Victoria Cantos, coordinadora de la solución de viviendas para la recuperación de la salud de Madrid, comenta que los perfiles que llegan son muy variados: "En 2022 había muchas personas que consumían, en 2023 tuvimos varias en paliativos y este año estamos viendo perfiles que necesitan diálisis". Los datos del organismo revelan que un 81% de los usuarios son hombres, mientras que un 19% son mujeres, algo que Cantos achaca a la tardanza de estas últimas en visibilizar su situación: "Buscan estrategias para no acabar en la calle".
En cuanto a la edad, Cantos reseña que suele rondar entre los 47 y los 60 y destaca que cada vez es un problema más común entre personas "normales": "El perfil de hace unos años, de hombre alcohólico, se va difuminando". Confiesa también que ve factible acabar con el sinhogarismo en España, aunque piensa que falta prevención: "Viven al margen. Aquí demostramos que se puede. De unas 80 personas que salen de las viviendas al año, 60 cumplen con los objetivos, consiguen un empleo y un hogar. Les ayudamos a transitar hacia su autonomía". Asimismo, subraya la importancia de la coordinación entre los sistemas de salud y los servicios sociales.
El tiempo medio que suelen pasar las personas en la vivienda es entre ocho y 12 meses, pero hay salvedades: "Depende de la situación individual y de factores como conseguir empleo". Aunque son bastante autónomos, las casas están conectadas con el edificio central, en el que se encuentran los trabajadores y otras estancias, como la enfermería, y otros cuidados necesarios disponibles durante las 24 horas del día. En la planta baja de los chalets viven los pacientes más vulnerables por si ocurre algo y tienen que acudir los servicios de emergencia. "Es como una burbuja convivencial, pero no somos ajenos a la realidad", puntualiza.
Adolfo vive en la casa número uno y comparte habitación con un compañero, porque aunque las casas son mixtas, los dormitorios no. Dice sentirse bien en su hogar, pero no lleva bien su doble amputación: "Psicológicamente estoy jodido, me da envidia que la gente pueda andar. No tengo ilusión por nada, sin piernas estás apartado de la sociedad. Ahora reflexiono y sí, cuando perdí todo el dinero caí en una depresión, pero iba tirando".
Igualmente, insiste en que le preocupa su futuro cuando salga de Las Tablas: "Necesito encontrar un trabajo porque no llego a los años de cotización necesarios para acceder a la pensión por discapacidad. Sé que hay enfermedades peores, como el cáncer, pero es que estoy muerto en vida. Yo lo he tenido todo en la vida, ahora pido tener lo justo". Mientras relata su historia, Cantos le interrumpe: "En esta situación nos podemos encontrar todos, aquí no se llega por una sucesión de cagadas, no hay que mirar a nadie por encima del hombro. No ponemos etiquetas porque la vida es para todos. En el caso de Adolfo, la parte sanitaria estaría a punto de finalizar, pero no la económica, social y terapéutica".
Hace unos años, Adolfo recuperó la relación con su madre, con la que habla por teléfono todas las semanas: "No la veo mucho, la última vez fue hace unos dos meses y se enteró de que me habían amputado la otra pierna porque me vio, ni siquiera se lo había contado". Cuando es preguntado por si tiene hijos, contesta con dificultad: "Suelo responder que no, pero tengo una hija a la que no veo desde hace 14 años, tenía cuatro la última vez. Su colegio está aquí cerca, a veces me quedo mirándolo y pensando que ahí estudiaba mi niña".
Es la hora de comer, ha llegado el catering. La cocina está en la planta baja y Adolfo coge el ascensor. Tres de sus compañeros están en el jardín y sale con ellos a fumarse un cigarro, su único vicio. En el camino, muestra un corcho con las tareas del hogar. Esta semana le toca librar. Más abajo está la lista de la compra, ya que entre todos deben destinar parte del presupuesto semanal a comprar los alimentos que faltan en la despensa, como la leche.
Vicky, como llaman a la coordinadora, describe el compañerismo que hay en las casas: "Si algún día quieren cocinar ellos, pueden hacerlo. Les gusta compartir los platos típicos de sus regiones". En el patio trasero hay una barbacoa, que utilizan de vez en cuando. Entre los hierbajos hay unos árboles que llaman la atención porque ninguno es igual que otro, son un homenaje a cada persona que fallece en las viviendas: "Es una forma de despedirnos".
Adolfo cuenta que era millonario, trabajaba duro y recuerda cómo se codeaba con personalidades empresariales importantes. Tenía 15 pisos, seis locales y hasta una administración de lotería. En 2006, tras invertir más de dos millones en bolsa, lo perdió todo: su familia, su hogar, su dinero, su salud y la ilusión por vivir. El divorcio no fue instantáneo, ocurrió unos seis años después de aquel fatídico día. Sus amigos se alejaron de él y también lo hicieron sus hermanos.
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- Aumentan las personas sin hogar en situación de calle, con un 20% de mujeres y más de la mitad españolas Europa Press
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