"Tratar de 'curar' el envejecimiento o alargar la vida con edición genética es un error"
Charlamos con el reputado investigador sobre los factores en los que podemos actuar para prevenir enfermedades, si la edición genética servirá para futuras patologías, el cáncer, la salud mental y un largo etcétera de cuestiones
Carlos López-Otín (Sabiñánigo, 1958) es uno de los investigadores españoles más destacados del mundo gracias a sus estudios sobre cáncer, envejecimiento y enfermedades genéticas. Tras una dilatada carrera, a partir de 2018 tuvo que vivir una serie de vicisitudes que le apartaron de su laboratorio de la Universidad de Oviedo, pero se convirtió en una especie de Jesucristo de la investigación: fue crucificado, dado por muerto y al tiempo resucitó.
En aquel año, casi 6.000 ratones fueron infectados con un virus murino que acabó con todos ellos, meses después varios artículos fueron retirados de dos revistas científicas y a todo ello le acompañó fuertes críticas de otros acedémicos. Sin embargo, se demostró que los fallos por los que se había retirado los paper no afectaban a las conclusiones de los estudios y también llegaría una cascada de disculpas de las autoridades científicas: en 2020 la Real Academia de Ciencias negó que el aragonés cometiera fraude, en 2022 varios investigadores que le habían atacado pidieron disculpas por haberle desacreditado...
A pesar de una aparente reparación, López-Otín se muestra aún dolido, aunque sin revanchismo: “Decía Joan Margarit, uno de mis poetas favoritos, que ‘una herida puede ser un lugar donde quedarse a vivir’”. Recuerda que hasta 35 investigadores se han quitado la vida por situaciones parecidas a las que vivió y explica que “escribir y trabajar es mi manera de sobrevivir a naufragios personales y también de recuperar la esperanza, aunque me quedó una gran desconfianza social”.
Uno de los puntos claves que muestra la restauración de su reputación académica, es que acaba de ser nombrado presidente del Consejo Científico de la Fundación Lilly, sucediendo a Mariano Barbacid. Un nombramiento que ha recibido con gran emoción y con el que espera proseguir con la labor de su predecesor.
Nos encontramos con López-Otín en el centro de Madrid a raíz de la presentación de su nuevo libro
El doctor se muestra como es, reflexivo, amable, sosegado, con una conversación muy agradable y dispuesto a hablar de los factores en los que podemos actuar para prevenir enfermedades, si la edición genética servirá para futuras patologías, el cáncer, la salud mental y un largo etcétera de cuestiones.
PREGUNTA. En tu libro hablas mucho sobre la vida y cómo entenderla. ¿Podrías resumir brevemente qué es para ti la vida?
RESPUESTA. La vida es lo mejor que tenemos, un don provisional y efímero. La percibimos en un sentido global, pero, desde mi enfoque científico, la visualizo en la ecuación: salud y enfermedad. La salud es la cultura de la vida, mientras que la enfermedad representa la pérdida de los elementos que mantienen esa salud: el silencio, la armonía, la sabiduría del cuerpo, la equidad social y la adaptación al mundo. Ese equilibrio entre salud y enfermedad es indisoluble y forma parte de la misma experiencia.
La vida y la salud también son una conversación entre relojes. La salud es una conversación entre relojes internos. Tenemos un reloj central en el núcleo supraquiasmático del cerebro, que coordina otros relojes en cada tejido del cuerpo. Estos relojes circadianos regulan los ritmos de nuestra vida, pero la modernidad ha provocado un "jet lag social", ya que no sincronizamos nuestros ritmos biológicos con el ritmo del mundo exterior. Es fundamental entender y cuidar estos relojes para mantener el equilibrio en nuestra salud.
Ante todo, lo importante no es solo sobrevivir, sino vivir con sentido y en equilibrio.
P. Dentro de tu definición de “salud” apuntas a ocho claves celulares y moleculares: integridad de barreras, contención de perturbaciones, reciclado de material biológico, integración de circuitos, oscilaciones rítmicas, resiliencia homeostática, regulación homeótica y reparación. ¿En cuáles de ellas podemos intervenir para prevenir enfermedades o frenar el envejecimiento?
R. Estas ocho claves representan los pilares científicos de la salud, y en todas podemos intervenir.
Por ejemplo, la nutrición es esencial: una alimentación sana, natural y equilibrada es básica para mantener nuestro cuerpo en buen estado. También el ejercicio, el sueño adecuado y evitar el estrés son también factores fundamentales.
Todas estas claves están interrelacionadas y, al cuidarlas, tenemos un impacto positivo sobre nuestra salud. Es decir, llevar una vida en equilibrio, con moderación y respeto hacia nuestro propio cuerpo, nos permite prevenir muchas de las enfermedades que, de otro modo, podrían surgir debido al descuido o al exceso.
"Llevar una vida en equilibrio, con moderación y respeto hacia nuestro propio cuerpo, nos permite prevenir enfermedades"
P. Hablemos del estrés y cómo afecta tanto a la salud mental como a la física. ¿Consideras que entendemos realmente el impacto que tiene en nuestras vidas?
R. Creo que no lo entendemos lo suficiente.
El estrés es una palabra subestimada, pero en realidad es fundamental para la supervivencia. En sus orígenes, el estrés fue lo que permitió a nuestros antepasados escapar de depredadores. Sin embargo, el problema es cuando se vuelve crónico, algo cada vez más común en nuestra sociedad. Este estrés constante afecta todo, desde nuestros relojes biológicos hasta nuestra salud mental, y creo que necesitamos políticas que aborden esto, que conciencien a las personas sobre la importancia de reducir el estrés para mejorar su bienestar.
P. Necesitamos políticas públicas para lidiar con ello…
R. Necesitamos sin duda políticas más claras y herramientas eficaces para gestionar el estrés. Vivimos en un mundo que no deja tiempo para el descanso, y el estrés se convierte en una carga continua que afecta a millones de personas.
No existe suficiente educación en cuanto a los efectos del estrés en el cuerpo y en la mente, y tampoco hay suficientes campañas o recursos para ayudar a las personas a reducirlo. Es fundamental hacer conciencia sobre la importancia de regular el estrés, tanto a nivel personal como social.
"Necesitamos políticas más claras y herramientas eficaces para gestionar el estrés"
P. Muchas personas sienten que el estrés es inevitable y no saben cómo reducirlo. ¿Qué consejo les darías?
R. Primero, es importante cambiar la mentalidad sobre el estrés. No es un enemigo, sino una respuesta natural del cuerpo. Si logramos entender que una pequeña cantidad de estrés puede ser útil, podemos empezar a usarlo a nuestro favor. Pero debemos aprender a reconocer cuándo el estrés se vuelve crónico y tomar medidas: practicar ejercicio regularmente, cuidar la alimentación, buscar momentos de desconexión y respetar el descanso. Todo esto, junto con la educación en salud, puede ayudar a reducir el impacto del estrés en nuestra vida.
P. ¿Y qué papel juegan el sueño en la regulación del estrés y, por tanto, en la salud?
R. El sueño es esencial en la regulación del estrés. Nuestro cuerpo sigue unos ritmos biológicos, los ritmos circadianos, que marcan nuestros ciclos de sueño y vigilia y son clave para nuestra salud. Sin un sueño adecuado y regular, el cuerpo no puede restaurarse y equilibrarse, y esto aumenta la vulnerabilidad al estrés.
La vida moderna, con su luz constante y el uso excesivo de pantallas, afecta nuestro reloj biológico y crea un “jet lag social” constante. Para mantener una buena salud, necesitamos respetar estos ritmos naturales, descansar bien y reducir el tiempo de exposición a factores que desregulan nuestro sueño.
P. Y en cuanto a la nutrición, porque incluso sostienes que no hay una dieta concreta contra el cáncer o el envejecimiento, ¿cuál es la clave para una buena alimentación?
R. No se trata de seguir dietas milagrosas ni de consumir suplementos innecesarios, sino de optar por una alimentación sana, natural y cercana. Es fundamental cuidar de nuestra microbiota, que juega un papel esencial en nuestra salud. Comer adecuadamente es una manera de nutrir tanto nuestras células humanas como las bacterias benéficas de nuestro cuerpo, que también contribuyen a nuestra salud.
La clave es la austeridad. Alimentarse de forma equilibrada, sin excesos, como decía Hipócrates. En Japón, por ejemplo, tienen una estrategia llamada “Hara Hachi Bu”, que implica comer solo el 80% de lo que te sirven, lo suficiente para estar bien nutrido sin llegar a excesos. La restricción calórica, de manera equilibrada, sigue demostrando sus beneficios para la salud y la longevidad.
"No se trata de seguir dietas milagrosas ni de consumir suplementos, sino de optar por una alimentación sana, natural y cercana"
P. Hablemos también de la microbiota, que parece cada vez más importante para nuestra salud. ¿Qué queda por entender de ella?
R.: Hay un punto sin resolver. La ciencia avanza, pero primero necesitamos entender la influencia de la microbiota en nuestro organismo y su diálogo con nuestro genoma. La microbiota establece una conversación con nuestras células y cumple un papel en la salud física y mental, pero aún necesitamos diferenciar entre correlación y causalidad.
Por ejemplo, nosotros logramos extender la longevidad de ratones con progeria mediante trasplantes de microbiota de ratones jóvenes y sanos, lo cual muestra que ciertos cambios en la microbiota pueden influir directamente en el organismo. Sin embargo, es fundamental identificar qué especies bacterianas tienen un impacto específico para entender su papel en la salud de manera concreta.
P. Precisamente sobre la progeria, una rara enfermedad genética que causa envejecimiento prematuro, tenías una relación muy estrecha con Sammy Basso, el joven italiano que la sufría…
R. Nuestra relación fue profunda. Sammy fue primero un paciente, luego un alumno, después un discípulo y finalmente un maestro para mí. Sufría de una enfermedad degenerativa y trabajamos juntos en el laboratorio para intentar editar el genoma y buscar posibles tratamientos para su enfermedad. Fue un investigador brillante, y la exposición de su trabajo de fin de grado en la Universidad de Padua, en medio de los instrumentos de Galileo, fue uno de los momentos más felices de mi vida. Cuando su salud empeoró, decidimos juntos que su papel sería servir de ejemplo al mundo y se convirtió en una auténtica "celebridad científica". Fue un éxito apabullante y tuvo un impacto profundo en muchas personas.
Sammy me enseñó tanto a mí como a quienes lo rodeaban. Fue un símbolo de resistencia, de aprovechar cada momento a pesar de las dificultades. Vivió sus años finales con una intensidad que me recordaba a las libélulas, que en dos meses experimentan todo lo que otras especies hacen en años. Sammy pasó de ser un paciente a convertirse en una figura pública, inspirando a muchos. Nunca podré olvidar su funeral, al que asistieron 4.000 personas, una muestra de cómo su ejemplo tocó a tantos.
Edición genética, cáncer, envejecimiento…
P. Uno de los temas que abordas también es la edición genética. ¿Crees que esta tecnología será la solución para muchas enfermedades en el futuro?
R. La edición genética es una herramienta con mucho potencial, pero también con limitaciones actuales. En mi opinión, hoy en día solo debe utilizarse para intentar curar enfermedades graves. Aunque hemos avanzado mucho, aún falta especificidad y precisión para aplicarla de forma segura en la medicina diaria.
Con el tiempo, confío en que la tecnología evolucionará y será útil para enfermedades específicas, como algunas distrofias musculares u otros problemas genéticos localizados. Pero en cuanto a aplicarla para el envejecimiento o para curar el cáncer, creo que aún estamos lejos de eso.
Mi postura es que debemos ser prudentes y no generar falsas expectativas; la edición genética es un campo que aún requiere muchos estudios para evitar posibles daños colaterales.
P. Entonces, no pregunto por la posibilidad de curar el cáncer…
R. Lo veo muy difícil. La edición genética está pensada para corregir defectos genéticos, pero el cáncer no es una simple mutación, sino un proceso complejo que implica muchas células que mutan y se multiplican de manera descontrolada.
Para tratar el cáncer, deberíamos poder alcanzar y eliminar todas las células tumorales sin dejar ni una sola residual, ya que si queda alguna, el cáncer podría volver a reproducirse. Con los métodos actuales de edición genética, no tenemos aún la especificidad suficiente para garantizar que solo actuemos sobre las células cancerígenas sin afectar otras. Creo que la inmunoterapia, que ha empezado a dar buenos resultados en algunos tipos de cáncer, es una vía prometedora que deberíamos continuar explorando.
"Dedicar recursos a modificar la genética para evitar el envejecimiento es poco ético"
P. Tampoco tiene sentido la edición genética para el envejecimiento…
R. Esto es mucho más complicado e incluso peligroso. El envejecimiento no es una enfermedad, es un proceso natural que afecta a todos los organismos. Dedicar recursos a modificar la genética para evitar el envejecimiento me parece, francamente, poco ético.
Hay más de 17.000 enfermedades registradas, muchas de las cuales aún no tienen cura. La edición genética debería enfocarse en tratar estas enfermedades antes que en la búsqueda de un "remedio" para algo que es inherente a la vida misma.
En lugar de obsesionarnos con evitar el envejecimiento, deberíamos centrar nuestros esfuerzos en mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades asociadas al envejecimiento.
"En lugar de obsesionarnos con evitar el envejecimiento, debemos centrarnos en mejorar la calidad de vida y prevenir enfermedades"
P. Pero entonces, ¿qué papel debería jugar la ciencia en el envejecimiento?
R. La ciencia debe estudiar el envejecimiento para comprender cómo y por qué surgen las enfermedades asociadas a este proceso, como el alzhéimer o ciertas enfermedades cardíacas y degenerativas. Entender los mecanismos biológicos detrás del envejecimiento puede ayudarnos a desarrollar estrategias de prevención y tratamiento para estas condiciones. Mi enfoque es que la ciencia puede y debe ayudarnos a envejecer mejor, con una vida de calidad, en lugar de centrarse en alargar la vida a toda costa.
P.: Existen enfoques populares, como los suplementos y las dietas “anti-aging”. ¿Crees que estas estrategias realmente ayudan a envejecer mejor?
R.: El marketing “anti-aging” ha convertido el envejecimiento en algo que parece que debe evitarse a toda costa. Aunque algunas prácticas de vida saludable, como una dieta equilibrada, ejercicio regular y buen descanso, ayudan a mantenernos en buena forma con los años, la promesa de “revertir” el envejecimiento es una exageración.
No necesitamos suplementos caros ni dietas especiales, como comentaba, basta con una alimentación natural, con moderación y equilibrio, y adoptar una vida activa y respetuosa con el propio cuerpo.
"La promesa de 'revertir' el envejecimiento es una exageración"
P. ¿Crees que la ciencia está suficientemente enfocada en la prevención de enfermedades y el bienestar, o estamos demasiado centrados en los tratamientos?
R. La prevención debería ser prioritaria. Hoy en día la edición génica es experimental y solo debería usarse para curar enfermedades graves. Curar el envejecimiento o intentar alargar la vida con estas herramientas de edición genética me parece un error. Necesitamos dirigir la investigación a lo urgente, porque el envejecimiento no es una enfermedad, sino un proceso natural. La clave es aprender a cuidar de nosotros mismos y de nuestra salud mental y física.
P. Cuenta en su libro como está aumentando la incidencia de las enfermedades ‘de novo’, que son mutación que aparece por primera vez en una familia, en buena medida porque la paternidad y maternidad se están retrasando y es más probable que los óvulos o espermatozoides acumulen daños que no tenían en edad temprana. Más allá de estas patologías como acondroplasia, distrofia o hemofilia, ¿es posible que se herede una genética distinta con más riesgo de enfermedades como el cáncer por tener hijos más tardes?
R. Es importante entender sobre las enfermedades de novo que estos casos son estadísticamente raros y no significan que todos los hijos de padres mayores tendrán problemas genéticos.
Las marcas epigenéticas no se mantienen y eso es lo que nos permite el reseteo, si no todos nos naceríamos con la edad de nuestros padres. Por lo tanto, no hay pruebas de poder dejar unos genes más predispuestos a enfermedades. Salvo en circunstancias muy excepcionales, de las que hay muy pocas documentadas, alguna hambruna deja una marca epigenética indeleble que se pasó a las transacciones posteriores y que han tenido problemas metabólicos porque el organismo trató de adaptarse y quedó esa marca para una situación extrema; y naces 100 años después cuando no esas condiciones ya han desaparecido, pero tú tienes en tu genoma una marca que condiciona tu metabolismo para subsistir para esas extremas situaciones.
P. Entonces sería posible…
R. En el lenguaje genético no, pero como hay marcas epigenéticas que se pueden mantener en situaciones extremas, podría acumularse alguna marca indeseada. Pero no es lo normal.
Poca conciencia sobre salud mental
P. En cuanto a la prevención, todo el mundo ya sabe que fumar y beber son perjudiciales para la salud física, pero ¿crees que se explica suficientemente su impacto en la salud mental?
R.: No, realmente falta ese mensaje. Aunque se sabe que fumar y beber afectan la salud física, hay muy poca conciencia sobre su impacto en la salud mental. En general, no hay campañas que aborden cómo estos hábitos también pueden afectar nuestra mente y nuestras emociones. Creo que es prioritario informar sobre esto, ya que los efectos no se limitan al cuerpo; el daño también se extiende a nuestro equilibrio mental y emocional.
P. En el libro abordas el tema de los acosadores. Desde tu perspectiva, ¿podrías considerar al acosador como una especie de enfermo mental?
R. Diría que, en muchos casos, sí. En mi caso, cuando confronté a algunos de ellos, descubrí que casi todos habían sido víctimas de acoso en algún momento y luego reproducían esos mismos patrones. También se observa un patrón de insuficiencia: son personas con complejos y con una percepción de que sus talentos no han sido reconocidos. Esas insuficiencias alimentan su comportamiento, y muchos acaban actuando desde el rencor y la envidia, proyectando su frustración hacia los demás.
Oportunidades y riesgos del futuro
P. Alertas en el libro sobre el ámbito socioeconómico y la posibilidad de que el progreso científico nos arrastre a una nueva forma de discriminación social.
R. El pueblo demanda salud, pero en realidad lo que debe demandar es atención, porque la salud es un don provisional, pero nadie te la puede garantizar. Nadie puede decretar un estado de salud, ni siquiera el mejor estado socioeconómico.
Todos mis estudiantes siempre han sabido que cualquier trabajo de nuestro laboratorio, por pequeño que fuera tenía que tener un objetivo social final. Para mí, mejorar la equidad social, es mejorar la salud.
P. ¿Cuál es tu visión sobre el uso de la IA en la salud?
R. Creo que es una herramienta muy útil, absolutamente útil. Sin embargo, no me gustaría que las decisiones de nuestra vida como seres humanos quedaran en manos de la inteligencia artificial. Aprovechemos las oportunidades que la tecnología nos ofrece, hagámoslas accesibles para todos, pero que siempre sigamos siendo humanos. Ayer, de hecho, terminé mi charla precisamente con esta idea.
"No me gustaría que las decisiones de nuestra vida como seres humanos quedaran en manos de la inteligencia artificial"
P. Y para terminar, ¿cómo ves el futuro de la ciencia y la medicina en las próximas décadas?
R. En positivo, que es como miro siempre todo, pues veo un futuro en el que avanzaremos en la identificación de las causas moleculares y celulares de las enfermedades; y comenzaremos a trasladar a la práctica clínica algunos de estos hallazgos. No todos, porque como Lost in translation perderemos algunos cuya aplicabilidad será muy difícil.
De este progreso espero también que surja una reconsideración del papel humanista de la medicina.
Carlos López-Otín (Sabiñánigo, 1958) es uno de los investigadores españoles más destacados del mundo gracias a sus estudios sobre cáncer, envejecimiento y enfermedades genéticas. Tras una dilatada carrera, a partir de 2018 tuvo que vivir una serie de vicisitudes que le apartaron de su laboratorio de la Universidad de Oviedo, pero se convirtió en una especie de Jesucristo de la investigación: fue crucificado, dado por muerto y al tiempo resucitó.
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