La psicóloga que trabajó en el 11-M y el accidente de Spanair alerta de los síntomas de las "víctimas secundarias" de la DANA
Este término se utiliza para personas que no tienen a ningún ser querido fallecido, ni han perdido su hogar, pero viven la catástrofe por los medios o trabajan para paliar sus efectos
Pasarse horas mirando los medios de comunicación o las redes sociales, tener angustia, sufrir pesadillas… La DANA tiene consecuencias a varios niveles para toda la sociedad. Más allá de las víctimas directas y las personas que están trabajando para paliar los desastres producidos en Valencia, y otros puntos del país, esta catástrofe tiene un impacto directo en la ciudadanía. Raquel Rodríguez-Carvajal es la directora del máster en Intervención Psicológica en Situaciones de Crisis, Emergencias y Catástrofe de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y explica que con este tipo de eventos se pone sobre la mesa que las cosas son más impredecibles y mucho más incontrolables de lo que en un principio el ser humano considera. El problema viene cuando hay ciertos síntomas que persisten con el paso de las semanas. Ahí es cuando entra el concepto de las víctimas secundarias.
Esta psicóloga, que ha trabajado en el 11-M o en el accidente de Spanair, afirma que este término se utiliza para personas que no tiene a ningún ser querido fallecido, ni desaparecido, que no han perdido un hogar o una empresa, que tampoco trabajan para paliar los efectos y presencian de manera directa o indirecta a través de los medios lo que está pasando. "El primer impacto emocional va a estar, el problema es que se mantenga. Hay síntomas que si aparecen de vez en cuando no pasa nada, pero si continúan durante cuatro u ocho semanas, tiene que preocuparnos", detalla. Entre los principales grupos de riesgo se encuentran los colectivos vulnerables, los voluntarios y los profesionales que prestan su servicio en la catástrofe.
Existen cuatro grupos de síntomas. En primer lugar, se encuentran los físicos donde se incluyen las respuestas tensionales que, sostenidas, pueden llevar a dolores musculares. También habría que observar dolores estomacales, intestinales e incluso los cambios de apetito, así como cualquier enfermedad vinculada con el sistema inmune que haya empeorado.
A nivel emocional, Rodríguez-Carvajal señala a los cambios de estado de ánimo, a la respuesta de desesperanza, a la sobreidentificación con las víctimas, al nerviosismo, al llanto o a la sensibilidad emocional. Respecto a lo conductual, habría que poner el foco en problemas del sueño, tanto insomnio como hipersomnio; en el desbordamiento emocional, en la inercia al aislamiento y en la hipervigilancia. Finalmente, en el ámbito cognitivo, una hipervigilancia tiene consecuencias en la capacidad de tomar decisiones, de expresar ideas o incluso para pensar. Si durante uno o dos meses estos síntomas persisten, la recomendación de esta experta es acudir a un especialista.
En cuanto a los colectivos más vulnerables, esta profesora de la UAM señala a varios grupos: los que acumulan estresores y están atravesando por momentos complicados; y aquellas personas que tienen mayor necesidad de seguridad y certidumbre, es decir, niños, ancianos y personas con discapacidad. "Van a ser los más vulnerables porque no tienen la autonomía con respecto a otros para buscar formas de reequilibrar esa realidad tan brusca que sobreviene", defiende.
¿Cómo cuidar la salud mental con la DANA?
Rodríguez-Carvajal, miembro del Grupo de Emergencias del Colegio de la Psicología de Madrid (Gecop), insiste en dos vías para cuidar la salud mental en estos momentos. Es fundamental no patologizar los síntomas y no acudir a la automedicación", defiende. Por tanto, es "normal y natural" que haya personas que experimenten un impacto emocional y es "esperable y comprensible".
"La sintomatología que experimentamos es esa expresión manifiesta cuando tomas conciencia de la vulnerabilidad de la vida, de la vulnerabilidad de las cosas y de su impermanencia. Al final, todos vivimos con una especie de ilusión de control y nos damos cuenta de su fragilidad cuando aparece el desastre. Por tanto, lo primero es permitirnos estar mal porque es normal", ahonda. En relación con esta cuestión, la psicóloga emergencista destaca la importancia de expresar las emociones y buscar un entorno de seguridad para poder hacerlo.
"La sintomatología que experimentamos es esa expresión manifiesta cuando tomas conciencia de la vulnerabilidad de la vida"
El segundo punto es evitar la infoxicación —intoxicación por exceso de información— y cuidar mucho los sentidos. Además de ser responsable. "Estamos viendo a la población queriendo ayudar y eso está bien siempre y cuando seamos conscientes y apelemos a ese sentido de la responsabilidad. Si ahora mismo estoy vulnerable porque llevo muchos estresores acumulados o por la sensibilidad en la que me encuentro, a ver si por prestar ayuda voy a acabar convirtiéndome en otra víctima secundaria", reflexiona.
De este último punto hay algunas cuestiones a destacar, como los bulos o las informaciones falsas. Rodríguez-Carvajal sostiene que la necesidad de certidumbre es un "campo abonado para los bulos". "En el momento en el que alguien te transmite una mínima sensación de explicación, de manejabilidad y controlabilidad de las cosas, entonces es como que la persona necesita creerlo porque le da seguridad", reflexiona.
Por otro lado, se encuentra la manera en la que nos informamos. Esta especialista recomienda limitar la búsqueda de información a canales oficiales, a medios escritos o si acaso auditivos y restringir el impacto visual de las imágenes. A fin de cuentas, la manera más fácil de conseguir impacto emocional es por la imagen, seguido del sonido, según detalla.
Cuidar la salud mental de los niños
Para el cuidado de los niños habrá que tener en cuenta su edad y si ya cuenta con la noción de que existen cosas irreversibles y cambios permanentes. Esto es difícil que se adquiera antes de los seis años. Por tanto, hasta esa edad la acción debe ir enfocada en dotarle de un marco de referencia, de estabilidad y de seguridad. "Una rutina clara y mantenida es fundamental", asegura.
De los seis a los 11 años es otro tipo de trabajo, que se ha de sumar a las rutinas fijas. "Son más conscientes de la pérdida y es más fácil que aparezca la ruptura emocional. Es ahí cuando es importante que el adulto sea capaz de sostener y validar sus emociones. Tiene que ser un contenedor de la expresión de la emoción del niño", comenta.
Finalmente, a partir de los 12 años, las personas tienen mayor autonomía y se sienten "mucho más competentes". Por tanto, se puede optar por canalizar la emoción a través de la ayuda, como escritos o recuerdos.
Pasarse horas mirando los medios de comunicación o las redes sociales, tener angustia, sufrir pesadillas… La DANA tiene consecuencias a varios niveles para toda la sociedad. Más allá de las víctimas directas y las personas que están trabajando para paliar los desastres producidos en Valencia, y otros puntos del país, esta catástrofe tiene un impacto directo en la ciudadanía. Raquel Rodríguez-Carvajal es la directora del máster en Intervención Psicológica en Situaciones de Crisis, Emergencias y Catástrofe de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y explica que con este tipo de eventos se pone sobre la mesa que las cosas son más impredecibles y mucho más incontrolables de lo que en un principio el ser humano considera. El problema viene cuando hay ciertos síntomas que persisten con el paso de las semanas. Ahí es cuando entra el concepto de las víctimas secundarias.
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