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Envejecimiento "variable": los ocho grandes cambios del cuerpo en las últimas etapas de la vida
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UNA POBLACIÓN CADA VEZ MÁS MAYOR

Envejecimiento "variable": los ocho grandes cambios del cuerpo en las últimas etapas de la vida

Estos procesos son consecuencia del tipo de vida, de los factores de riesgo y de las secuelas de enfermedades y accidentes

Foto: Tres personas juegan al ajedrez a la sombra en la playa de Levante de Benidorm. (EFE/Pablo Miranzo)
Tres personas juegan al ajedrez a la sombra en la playa de Levante de Benidorm. (EFE/Pablo Miranzo)

Desde que nacemos estamos envejeciendo. Se trata de un proceso natural por el que pasará gran parte de la ciudadanía. Actualmente, el colectivo que se acerca a las últimas etapas de la vida supone un porcentaje considerable de la población. El Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) recoge que en 2022, el número de personas de 65 años o más superaba los nueve millones de habitantes en España, es decir, más de un 19% de la población. Las predicciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) vaticinan que esta cifra aumentará en 2033 hasta el 25,2%. En esas edades se producen una serie de cambios físicos, psicológicos y también de rutinas que, aunque varían en función del individuo, se pueden agrupar.

Javier Gómez, jefe del Servicio de Geriatría y de Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Central de la Cruz Roja, agrupa los cambios físicos durante los últimos años de la vida en ocho:

  • Pérdida de masa y fuerza muscular. Es "común" que los músculos se debilitan y pierdan volumen. Esto tiene consecuencias directas en las actividades diarias, como subir escaleras o levantar objetos, pues se vuelven más difíciles.
  • Disminución de la densidad ósea —conocido como osteoporosis—. "Los huesos pierden calcio y rigidez, por lo que se vuelven más frágiles, aumentando el riesgo de fracturas osteoporóticas, especialmente en las mujeres tras la menopausia", detalla.
  • Reducción de la capacidad pulmonar y cardiovascular. El facultativo explica que tanto el corazón como los pulmones empiezan a trabajar de forma "menos eficiente" y se vuelven "más rígidos", lo que puede afectar a la resistencia física. Además, esto también se da en los vasos, lo que conlleva el aumento de la tensión arterial.
  • Reducción de neuronas de forma general. Esto también afecta a la zona del hipocampo, que se vincula por la memoria. Por tanto, aparecen más dificultades para aprender y recordar cosas nuevas. Esto no conlleva olvidar lo aprendido anteriormente. "Mejora la capacidad de razonamiento con la riqueza de experiencias pasadas", añade.
  • Sistema digestivo: el proceso de digestión se vuelve más lento y algunas personas mayores pueden experimentar estreñimiento o intolerancia a ciertos alimentos, tal y como afirma Gómez.
  • Cambios en la piel: pierde elasticidad, se vuelve más fina y aparecen arrugas. También se es más propenso a mayor sequedad, a las lesiones con heridas y a hematomas fáciles.
  • Sistema sensorial. Al respecto, la visión puede empeorar por problemas como las cataratas o la degeneración macular, y la audición puede disminuir (presbiacusia). El gusto y el olfato pierden sensibilidad, lo que puede influir en el apetito.
  • Sistema inmune: es menos eficiente debido a la disminución del número de linfocitos, lo que aumenta la vulnerabilidad a infecciones y hace que la recuperación de las enfermedades sea “más lenta”.

José Manuel Ribera, académico de número de Gerontología y Geriatría de la Real Academia de Medicina, insiste en que existe una "gran variabilidad individual". "Los cambios físicos observables en las últimas etapas no surgen de la nada. Tienen dos orígenes, pues son consecuencia del tipo de vida que uno haya llevado y de los factores de riesgo de todo tipo a los que ha estado expuesto. Junto a ello, incorporan las secuelas que hayan podido dejar las enfermedades y/o los accidentes acumulados a lo largo del tiempo", narra.

Impacto en la salud mental

La salud, como se ha dicho infinidad de veces, consta de dos grandes pilares que van de la mano: la parte física y la mental. "El envejecimiento físico y los cambios en el estilo de vida pueden tener un impacto significativo en la salud mental y que se pueden evitar", resume Gómez. Por un lado, se encuentra la pérdida de independencia, con dificultades para realizar tareas cotidianas, lo que puede llevar a sentimientos de frustración o dependencia de otros. “Puede estar en relación con los problemas de sarcopenia y osteoporosis a los que se les puede sumar los de memoria reciente, aumentando así el impacto funcional”, concreta.

También hay que tener en cuenta el aislamiento social y la soledad no deseada, pues muchas de estas personas experimentan una reducción en sus círculos sociales. Por otro lado, se encuentran los cambios de la autoimagen. "Aceptar un cuerpo que ya no responde como antes puede ser un desafío emocional, sobre todo si no se acepta desde edades previas", ahonda. Todos estos factores pueden contribuir al desarrollo de problemas como la ansiedad o la depresión con autoaislamiento "más marcado".

Foto: La salud mental de los mayores está influenciada por cambios típicos de esta edad, como la jubilación o la pérdida de seres queridos. (iStock)

Al respecto, Ribera insiste en la "gran variabilidad" y en la influencia de lo que haya podido ser la vida anterior, en la capacidad de adaptación de la persona y en el tipo de enfermedades que haya podido tener, "especialmente aquellas que afectan directamente a la circulación o al sistema nervioso central".

Más allá de los cambios físicos y mentales, también se varían las rutinas. Gómez trata de desmentir una de las falsas creencias más extendidas: "Uno de los mitos más comunes es que las personas mayores necesitan dormir más. En realidad, lo que sucede es que la calidad del sueño cambia con necesidad de incluso menos horas de sueño, según el hábito adquirido en toda una vida".

El sueño es más ligero, pues muchas de ellas tienen dificultades para llegar a fases profundas del sueño, lo que provoca que se despierten con mayor frecuencia durante la noche y tengan dificultad para volver a retomar el sueño. Como consecuencia de un sueño nocturno menos reparador, a veces sienten la necesidad de pequeñas siestas durante el día, lo que acaba fracturando aún más el ritmo sueño-vigilia.

Foto: Foto: Unsplash/@ tatizanon.

"Además, si no se mantiene una rutina de actividad física y social, la calidad del sueño se suele alterar, comenzando a aparecer insomnio en forma de dificultad para conciliar el sueño, despertares frecuentes en la noche o bien despertarse de forma muy precoz en la mañana", concreta.

Cómo combatir el edadismo

Frente a una esperanza de vida cada vez mayor y una población cada vez más envejecida, la sociedad actual tiende a poner en valor la juventud y la apariencia física, "lo que puede hacer que el cuerpo envejecido sea visto con prejuicios o incluso con rechazo", según Gómez. Por ello, aboga por una visión "más inclusiva y realista" del envejecimiento, con aceptación del cuerpo.

"Es fundamental saber que todos los anteriores cambios se pueden prevenir retrasando con estilos de vida saludable, con ejercicio regular, una dieta equilibrada y actividades que estimulen la mente, principalmente la vida social, manteniendo activos los amigos, además de la familia", comenta.

Foto: Foto: iStock.

Además, considera que también es necesario educar a las generaciones más jóvenes sobre la realidad de esta etapa, fomentando el respeto y la admiración hacia las personas mayores y evitar así el edadismo.

En este punto, Ribera, que también es catedrático emérito de Geriatría de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, recuerda que los mayores de 65 representan el 20% de la población en el país y que deben ser parte "activa" del mismo desde cualquier perspectiva. "Por eso, la lucha contra cualquier forma de edadismo es un compromiso por nuestra parte, pero también lo debe ser de todo el conjunto de la sociedad", asegura.

"El envejecimiento es un proceso complejo que afecta tanto al cuerpo como a la mente. A través de una mejor comprensión y aceptación de estos cambios, tanto las personas mayores como la sociedad en su conjunto pueden enfrentar esta etapa con mayor serenidad y dignidad", concluye Gómez.

Desde que nacemos estamos envejeciendo. Se trata de un proceso natural por el que pasará gran parte de la ciudadanía. Actualmente, el colectivo que se acerca a las últimas etapas de la vida supone un porcentaje considerable de la población. El Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) recoge que en 2022, el número de personas de 65 años o más superaba los nueve millones de habitantes en España, es decir, más de un 19% de la población. Las predicciones del Instituto Nacional de Estadística (INE) vaticinan que esta cifra aumentará en 2033 hasta el 25,2%. En esas edades se producen una serie de cambios físicos, psicológicos y también de rutinas que, aunque varían en función del individuo, se pueden agrupar.

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