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¡Cuidado! La bata del médico puede ser peligrosa
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'¿QUÉ ME PASA, DOCTOR?'

¡Cuidado! La bata del médico puede ser peligrosa

El 'doctor X' se la abrocha y piensa en declararse oficialmente preparado para el trabajo diario, pero, no aún; solo lo estará cuando coja el móvil del abrigo (alguna vez se lo ha dejado y trabajar sin él fue un drama)

Foto: Foto de archivo de una protesta en un hospital vasco. (EFE/Javier Etxezarreta)
Foto de archivo de una protesta en un hospital vasco. (EFE/Javier Etxezarreta)

Todas las mañanas el doctor X realiza siempre la misma rutina al llegar a su hospital: abre la taquilla, deja el abrigo y saca su pesada bata. Tiene cuidado al ponérsela, para que no se le caigan todos los adminículos que lleva en los bolsillos: bolígrafos, rotuladores fluorescentes, electrocardiogramas doblados, trípticos, notas plastificadas, tarjetas de visita, un estetoscopio, varios clínex (algunos usados), un par de caramelos, un corazón de silicona antiestrés en la que se lee la marca de un fármaco, un dietario, dos pares guantes usados, una agenda con las dosis de los medicamentos más usados, un informe de alta con múltiples dobleces…

Se la abrocha y piensa en declararse oficialmente preparado para el trabajo diario, pero, no aún; solo lo estará cuando coja el móvil del abrigo (alguna vez se lo ha dejado y trabajar sin él fue un drama). Al metérselo en el bolsillo de la bata se fija en las mangas, cuyos bordes negruzcos por el roce se hacen ya evidentes a un par de metros, y repara también en una mancha de tomate y otra de yema de huevo, fruto de unas inconvenientes salpicaduras de la cena de la guardia de antes de ayer. “Tengo que cambiar la bata”, piensa el doctor X, aunque es una idea que deshecha de inmediato, puesto que la pereza gana, en milésimas de segundo, a la decisión de acudir a la lavandería para sustituirla por una limpia. “Mejor voy mañana sin falta”, decide, mientras se remanga las mangas, y rasca el huevo con la uña para que se difumine un poco. “Venga, a planta”.

¿Somos los médicos muy dejados con nuestras batas? ¡No, por Dios, no estoy diciendo eso! Simplemente, a veces, nos relajamos, y pensamos que la bata está hecha de un tejido que repele la suciedad y resistente a gérmenes o que te confiere poderes especiales que el paciente no tiene. Y nada más lejos de la realidad. Las batas de los médicos, así como los uniformes del resto del personal sanitario, son un foco de microorganismos que pueden atacar al paciente hospitalizado.

Y que nadie piense que solo se produce en aquellos casos en los que están tan inmundas que puedes dejarlas de pie cuando te las quitas; también las que lucen blancas inmaculadas y muy bien planchadas pueden ser peligrosas.

¿Por qué los médicos llevan bata?

A finales del siglo XIX apenas existían los hospitales y los cirujanos todavía acudían a las casas de quienes necesitaban de sus servicios. Solían vestir de negro y realizaban las operaciones en la mesa de la cocina del propio paciente después de remangarse la casaca. Con el auge de los sanatorios y hospitales, los enfermos empezaron acudir a aquellos grandes edificios, donde eran operados y donde permanecían hasta su recuperación. En los quirófanos de la época (llamados teatros), los cirujanos colgaban en una esquina su levita de operar, que solo se ponían para realizar las intervenciones. Cuanta más sangre seca tuviera la prenda en cuestión, mayor era la reputación del cirujano. Con el descubrimiento de la asepsia y de la antisepsia, los cirujanos empezaron a colocarse unos mandiles blancos encima de su propia ropa, en parte para proteger al enfermo, pero también para no manchar sus propias prendas. Fuera del quirófano se produjo una transformación parecida: los médicos, tradicionalmente vestidos de oscuro como señal inequívoca de que siempre estaban lidiando entre la vida y la muerte, comenzaron a colocarse unas batas blancas para mostrar pulcritud y respeto, pero también para mostrar un aura de científico, puesto que éstas ya se utilizaban en los laboratorios de investigación. Curiosamente, la psiquiatría y la pediatría fueron dos de las especialidades médicas que más resistencia opusieron al uso de la bata blanca a lo largo de los años, puesto que consideraban que alejaba la relación médico-paciente (una teoría que, en mi opinión, aún se mantiene, puesto que los primeros no se la suelen poner y los segundos utilizan prendas con estampados coloridos y de corte infantil).

Y se preguntarán ustedes, ¿y qué tiene que ver esto con el tema que nos ocupa? Pues que una prenda que originariamente se diseña para mostrar pulcritud y respeto, puede ser un arma de doble filo, ya que las prendas de los profesionales de la salud albergan bacterias y otros patógenos peligrosos. En un metaanálisis realizado sobre estudios relacionados con este tema, se evaluó la contaminación con patógenos como Staphylococcus aureus, bacilos gramnegativos y enterococos en las prendas y adminículos de un médico en un hospital, como por ejemplo, batas blancas, corbatas, estetoscopios y dispositivos electrónicos móviles. Las tasas de contaminación variaron significativamente entre las diferentes prendas y utensilios, pero llegaban a alcanzar un preocupante 32% para los dos primeros patógenos referidos. Otro estudio recogió muestras de teléfonos inteligentes de 250 médicos y se comparó con un grupo control. El resultado fue aterrador: Casi todos (99,2%) de los Smartphones del personal del hospital estaban contaminados con patógenos, y en cantidades mucho más elevadas en comparación con el del grupo de control. En la unidad de cuidados intensivos tampoco los resultados son despreocupantes, como confirman algunos estudios que revelaban que todos los esfigmomanómetros (aparato para medir la tensión) estaban contaminados todos por, al menos, un patógeno. En otro estudio realizado con traumatólogos se observó una coincidencia del 45% entre el tipo de bacterias encontrado en sus corbatas y las heridas de los pacientes a los que habían atendido. Al parecer, no solo la metían en la sopa (la corbata), sino que ésta pendulaba peligrosamente encima de la herida cuando hacían la cura postoperatoria.

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¿Qué podemos hacer? El lavado diario de las prendas de los profesionales de la salud puede ayudar, pese a que los estudios demuestran que las bacterias pueden contaminar las batas y uniformes en cuestiones de horas. También se han propuesto modelos de batas sin mangas, puesto que algún estudio ha confirmado que con esta prende se obtienen tasas más bajas de transmisión a los pacientes de microorganismos. En Estados Unidos, la Society for Healthcare Epidemiology of America ya sugiere a los especialistas clínicos que consideren estar “sin tela a partir de los codos”.

Aun así, la medida más eficaz es la que siempre parece más sencilla: hay que lavarse las manos. Antes de explorar un paciente y después de hacerlo, ya sea con agua o jabón o con algún producto como geles desinfectantes. Se han hecho propuestas en relación con el abandono definitivo de la bata por parte del facultativo, pero los resultados no han sido los esperados. Por un lado, algunos médicos llegaron a argumentar que “no podrían arreglársela sin ella”, “que se sentirían sin identidad de cara al paciente o, incluso, que no estarían a gusto sin una prenda que les otorga cierta autoridad, o que mantiene la relación entre el médico y el paciente bien definida. En efecto, se trata de un símbolo poderoso. Quizá la tradición de su utilización no tenga que eliminarse, sino modificarse. Una especie de chaqueta de mangas que no pasen de los codos y que se laven con mayor frecuencia o, por qué no, de material desechable, como el que se utilizan en los quirófanos de casi todo el planeta.

Foto: Operación. (iStock)
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Por mi parte estaría encantado de colgarla para siempre en una percha. No puede haber una prenda más incómoda en nuestro trabajo: te molesta cuando te sientas, cuando te levantas, se roza con todo, se mancha de cualquier efluvio o sustancia (sea ésta comestible o no), da calor en verano y en invierno no abriga, y tienes que cambiarla de vez en cuando (circunstancia que da mucha pereza puesto que si con la que tenías estabas a gusto, porque te quedaba bien, la que te van a dar será peor: o te está corta de mangas o le falta un botón, o tiene manchas de tinta en los bolsillos). Además, si vas por el hospital sin bata, pasas a ser anónimo, invisible, para todos aquellos pacientes que pululan con despiste y que, cuando la llevas, no hacen otra cosa que no sea preguntarte donde está esta consulta o como se va a tal o cual sitio (como si supiéramos la distribución de cada gabinete, consulta, especialidad, o dependencia del centro donde trabajamos).

Hasta que llegue el día del “médico sin bata”, no queda otra que lavarse las manos lo más posible, cosa que tampoco es nada que no se sepa que se debe de hacer, ya en un hospital o en cualquier otro sitio que uno se imagine.

Que se mejoren.

Todas las mañanas el doctor X realiza siempre la misma rutina al llegar a su hospital: abre la taquilla, deja el abrigo y saca su pesada bata. Tiene cuidado al ponérsela, para que no se le caigan todos los adminículos que lleva en los bolsillos: bolígrafos, rotuladores fluorescentes, electrocardiogramas doblados, trípticos, notas plastificadas, tarjetas de visita, un estetoscopio, varios clínex (algunos usados), un par de caramelos, un corazón de silicona antiestrés en la que se lee la marca de un fármaco, un dietario, dos pares guantes usados, una agenda con las dosis de los medicamentos más usados, un informe de alta con múltiples dobleces…

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