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Por qué no deberías quejarte tanto: todos los beneficios para la salud
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Por qué no deberías quejarte tanto: todos los beneficios para la salud

Aunque en determinadas circunstancias lo sano es quejarse y disgustarse, a veces puede convertirse en una razón para la pasividad y la falta de toma de decisiones

Foto: ¿Ser positivo o negativo? (iStock)
¿Ser positivo o negativo? (iStock)

Es muy habitual tener a alguien cerca (quizás nosotros mismos) que acostumbre a quejarse con mucha frecuencia. Y es probable que no le falte razón: el precio de la vivienda y la comida; las horas y condiciones de trabajo; la mala suerte (siempre muy subjetivo) en lo laboral o personal…

En realidad es muy normal y hasta aceptable quejarse. Después de todo, se considera que no es más que una manera de afrontar las situaciones liberando tensión. A veces, incluso, es una forma de encontrar validación en otras personas o incluso de presentarnos ante los demás.

No es que esté mal quejarse. Todos tenemos razones para hacerlo y, como afirma Patricia Amaro, psicóloga clínica en Escuela de Psicoterapia y Psicodrama y profesora de Experto en Terapia Familiar Sistémica de la Universidad Complutense; y de Grado en la Universidad Villanueva, “en algunos momentos de la vida es normal quejarse porque pasan cosas de las que hay que quejarse”.

El problema es cuando la queja se convierten en una forma de entender la vida. Suelen ser personas a quienes les cuesta encontrar el lado de bueno de cada circunstancia. Personas que manifiestan su insatisfacción, malestar o frustración por situaciones que ellos perciben como negativas.

El efecto redes sociales

La interacción con otros a través de las redes sociales tiene un doble efecto en el ansia de queja de personas con carácter negativo. Por un lado, la libertad de crítica hacia cualquier situación y desde el anonimato, que contribuye a la negatividad de quien sigue cuentas de influencers tendentes a la crispación.

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(Pexels)

Por otro lado, la comparación de la vida cotidiana con la imagen idealizada de felicidad que se suele ofrecer, sobre todo desde Instagram, y que no se corresponde con la realidad. “La presión por mantener una imagen online que sea digna de atención puede llevar a una preocupación constante y a la autocrítica”, dice Silvia dal Ben, psicóloga y directora clínica de Unobravo en España.

Consecuencias de ser un quejica

La cuestión más importante sobre este tipo de personas es si ese carácter puede llegar a influir en la buena o mala suerte que se tenga, en cómo le va a uno la vida. Contesta Patricia Amaro: “Hay una parte que sí puede influir, pero desde luego no es definitivo. Lo que sí varía es cómo tú percibes las situaciones que te rodean”.

Foto: La fuente de la Escandalera de Oviedo se tiñe de rosa para conmemorar el Día Mundial Contra el Cáncer de Mama. (EFE/J.L.Cereijido)

Es decir, prosigue la psicóloga, “Si tienes ese carácter, sea lo que sea que te pase, lo vas a percibir como mucho más grave, mucho más dramático, mucho más angustioso, que si no eres así. Las personas menos quejicas van a encontrar esa misma situación más llevadera y, en realidad, más ajustada a la realidad”.

Toma de decisiones

Otra de las consecuencias de tener un carácter quejumbroso en el que todo parece un mundo es que ese tipo de personas tienden a posponer decisiones, “porque entienden todo lo que pasa a su alrededor con una intención de daño. Y no es sano tomar decisiones desde ahí”, afirma Amaro.

Si tienes ese carácter, sea lo que sea que te pase, lo vas a percibir como mucho más grave, mucho más dramático, mucho más angustioso, que si no eres así

Por eso, la experta afirma que “este tipo de personas, que son más pasivas, tardan en tomar decisiones que les ayude a cambiar las situaciones que les incomodan o resultan desagradables, por lo que se perpetúa la sensación de que tienen razones para quejarse. Si me quejo, pero no hago nada para que las cosas cambien, difícilmente se conseguirá que todo vaya un poco mejor”.

Positivismo, pero desde la realidad

Todo esto lleva a la psicóloga clínica a aconsejar que se intente “ser realista, no ver siempre las cosas negativas y tener una visión más positiva de la vida”. Pero todo ello sin olvidar la importancia de ser realista y no dejarse llevar por el optimismo como obligación.

placeholder (Pexels/Andrea Piacquadio)
(Pexels/Andrea Piacquadio)

“Últimamente se transmite la idea de que uno debe sentirse obligado a ser feliz, a ser positivo porque de esa manera todo irá bien. Y, evidentemente, no es verdad. La tiranía de la felicidad también es errónea. Eso de ‘si estoy mal es porque quiero’ es falso. Muy a menudo, uno tiene que estar mal porque es sano estar así ante una situación dramática, una enfermedad, una pérdida”, concluye.

Es muy habitual tener a alguien cerca (quizás nosotros mismos) que acostumbre a quejarse con mucha frecuencia. Y es probable que no le falte razón: el precio de la vivienda y la comida; las horas y condiciones de trabajo; la mala suerte (siempre muy subjetivo) en lo laboral o personal…

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