La razón por la que los bostezos son contagiosos (y buenos para la salud)
Los bostezos, ese gesto involuntario y contagioso, esconden más de lo que parece. Estudios revelan su conexión con reflejos cerebrales primitivos y beneficios sorprendentes para la salud mental y física
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El bostezo, un gesto aparentemente sencillo, ha despertado el interés de la ciencia durante décadas. Aunque históricamente se asocia al aburrimiento o el cansancio, los estudios más recientes sugieren que su origen va mucho más allá de estas situaciones. Este fenómeno, que se produce de manera involuntaria, tiene implicaciones neurológicas y sociales que siguen intrigando a los expertos. Incluso la mera mención o visualización de un bostezo puede desencadenarlo en otras personas, lo que refuerza su carácter contagioso.
Un equipo de investigadores de la Universidad de Nottingham ha profundizado en el origen de este reflejo contagioso. Según sus hallazgos, publicados en la revista Science Daily, el bostezo está vinculado a reflejos primitivos controlados por la corteza motora primaria, una región del cerebro asociada con las funciones motoras. Estos reflejos pueden explicar por qué es tan difícil evitar bostezar cuando alguien a nuestro alrededor lo hace. De hecho, intentar reprimir un bostezo puede aumentar aún más la urgencia de realizarlo, un comportamiento que los científicos atribuyen a la excitabilidad de las neuronas en esa área del cerebro.
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Además, el bostezo no es exclusivo de los humanos. Animales como chimpancés y perros también lo imitan, lo que subraya su función como un ecofenómeno: una imitación automática que se observa en seres sociales. Aunque algunas teorías han intentado asociar el bostezo con la empatía, investigaciones recientes, como las lideradas por el psicólogo Andrew Gallup, cuestionan esta relación y sugieren que otros factores, como la excitabilidad neuronal, podrían ser más determinantes.
Los beneficios del bostezo para la salud
Más allá de su carácter contagioso, los expertos coinciden en que bostezar es beneficioso para el organismo. Según Ignacio Monti, especialista en bienestar, este gesto activa una serie de respuestas fisiológicas que contribuyen a reducir el estrés, mejorar la alerta mental y liberar tensiones acumuladas. Durante un bostezo, el cuerpo experimenta una especie de reseteo que ayuda a optimizar su funcionamiento, lo que podría explicar por qué algunas terapias promueven esta práctica como parte de sus rutinas de relajación.
El neurocientífico Robert Provine destacó que el bostezo también juega un papel crucial en la regulación cerebral. Este gesto favorece la oxigenación y el enfriamiento del cerebro, mejorando su rendimiento en situaciones de alta demanda. Aunque esta hipótesis ha sido objeto de debate, recientes estudios en neurociencias señalan que el bostezo podría estar relacionado con el hipotálamo y la dopamina, neurotransmisores clave en la regulación de estados de alerta y bienestar.
Bostezar es una forma eficaz de reconectar con nuestras necesidades fisiológicas, aliviar tensiones y mantener el equilibrio emocional
Por último, las investigaciones sugieren que con la edad tendemos a reprimir este gesto natural, lo que podría privarnos de sus múltiples beneficios. Entrenar el bostezo, según Monti, puede ser una forma eficaz de reconectar con nuestras necesidades fisiológicas, aliviar tensiones y mantener el equilibrio emocional en la vida diaria. Así que, la próxima vez que sientas el impulso de bostezar, no lo reprimas: tu cuerpo y mente te lo agradecerán.
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El bostezo, un gesto aparentemente sencillo, ha despertado el interés de la ciencia durante décadas. Aunque históricamente se asocia al aburrimiento o el cansancio, los estudios más recientes sugieren que su origen va mucho más allá de estas situaciones. Este fenómeno, que se produce de manera involuntaria, tiene implicaciones neurológicas y sociales que siguen intrigando a los expertos. Incluso la mera mención o visualización de un bostezo puede desencadenarlo en otras personas, lo que refuerza su carácter contagioso.