Más allá del temblor: los otros síntomas de la enfermedad de Parkinson
Cada vez más personas sufren este trastorno neurodegenerativo. Aún no hay cura, pero sí herramientas para controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes
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Las últimas décadas han sido claves para el aumento de la esperanza de vida. Los avances médicos han permitido que cada vez vivamos más años, pero, con ello, han ido ganando terreno las enfermedades ligadas al envejecimiento. Entre ellas se encuentra el Parkinson, una patología neurodegenerativa que va en aumento: en España, se estima que alrededor de 160.000 personas padecen Parkinson, y se prevé que esta cifra se triplique para 2050 debido, precisamente, al envejecimiento de la población.
Decimos Parkinson y pensamos en temblores, pero esta enfermedad es mucho más que eso. Así lo explica la doctora Alexandra Pérez Soriano, especialista en Neurología de la Unidad de Parkinson y Trastornos del Movimiento en el Instituto de Neurociencias Quirónsalud Teknon, quien señala que “se trata de una patología neurodegenerativa en la que ciertas neuronas del cerebro mueren, especialmente en una región llamada sustancia negra. Estas neuronas producen dopamina, un neurotransmisor esencial para regular el movimiento a través de los ganglios basales. Sin dopamina suficiente, los movimientos se vuelven lentos, irregulares, cortos y menos automáticos”.
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Además de esta muerte neuronal, la enfermedad de Parkinson “también está asociada con la acumulación anómala de una proteína llamada alfa-sinucleína, que forma agregados tóxicos en las células nerviosas, conocidos como cuerpos de Lewy. Aunque inicialmente afecta el sistema dopaminérgico, con el tiempo, el Parkinson progresa a otras áreas del cerebro y altera otros neurotransmisores, causando síntomas tanto motores como no motores”.
Habla la doctora Pérez Soriano de síntomas motores y no motores, y es aquí cuando conviene explicar que esta enfermedad no es sinónimo de temblor. “Aunque se asocia comúnmente con ello, no todos los pacientes lo presentan. De hecho, hay algunos que nunca lo desarrollarán”. Porque el síntoma central y universal del Parkinson es la lentitud, “que puede manifestarse como una marcha más pausada, arrastrar los pies al caminar, flexionar el tronco hacia adelante, dejar de bracear, escribir con letra más pequeña o, incluso, perder expresión facial y volumen en la voz”.
Por otra parte, los primeros síntomas suelen ser no motores. Entre ellos encontramos la pérdida del olfato, estreñimiento, depresión, ansiedad o alteraciones del sueño. Uno de los más específicos, explica la doctora, “es el trastorno de conducta del sueño REM, que puede comenzar incluso 15 o 20 años antes de los primeros signos motores. Este trastorno hace que las personas no pierdan el tono muscular durante la fase REM del sueño, lo que provoca que actúen lo que sueñan, moviéndose, gritando o incluso golpeando a su pareja sin ser conscientes de ello. Es frecuente que sea la pareja quien nos cuente que, durante la noche, han recibido algún golpe accidental o que la persona grita en sueños, mientras que el paciente puede no recordar nada al despertar”.
La paradoja del diagnóstico temprano
En la actualidad somos más conscientes de estos síntomas, nos inquietan y no les restamos importancia. “Lo que antes se consideraba ‘normal’ en el envejecimiento, como caminar más lento o temblar, hoy genera preocupación y nos lleva a consultar antes al médico, por eso ahora detectamos antes esta enfermedad”. Hay que señalar también que, aunque la mayoría de las personas con Parkinson son mayores de 60 años, en España, aproximadamente el 15% de los casos de Parkinson corresponde a personas menores de 50 años. “Este aumento en diagnósticos en edades más tempranas podría deberse a una mayor concienciación y capacidad de detección de la enfermedad también, así como a factores genéticos y ambientales que aún están en estudio”.
La cuestión de identificar de forma temprana los primeros síntomas y conseguir un pronto diagnóstico “es un tema interesante y algo controvertido. Es cierto que los pacientes vienen cada vez antes a consulta preocupados por detectar la enfermedad lo más pronto posible, pero la realidad es que, hoy en día, no disponemos de fármacos que detengan la progresión del Parkinson”.
Además, aunque actualmente los especialistas sean capaces de detectar la enfermedad en etapas muy tempranas, incluso antes de que aparezcan síntomas motores, “no lo hacemos de forma rutinaria porque, desde un punto de vista ético, no está justificado. No podemos ofrecer tratamientos que modifiquen el curso de la enfermedad ni proporcionar un pronóstico certero, lo que podría generar más ansiedad que beneficios reales para el paciente”.
Eso sí, un diagnóstico temprano permite al paciente empezar a tomar medidas para mejorar su calidad de vida y planificar su futuro. En este sentido, “lo más importante es adoptar hábitos saludables desde el principio: realizar ejercicio físico regular, seguir una dieta equilibrada como la mediterránea, cuidar el sueño y reducir el estrés. Está demostrado que el ejercicio, en particular, es uno de los factores más relevantes para ralentizar la progresión de la enfermedad. Además, un diagnóstico temprano puede abrir la puerta a participar en ensayos clínicos, donde se prueban nuevos tratamientos, especialmente en pacientes en etapas iniciales y sin medicación”.
En la actualidad, el diagnóstico sigue siendo clínico y se basa en la observación de síntomas como lentitud, temblor y/o rigidez. Cuando estos síntomas están presentes, se habla de parkinsonismo, que en el 80% de los casos corresponde a la enfermedad de Parkinson. “Sin embargo, hay un 20% de casos que son parkinsonismos secundarios o atípicos, que tienen una evolución diferente y pueden requerir pruebas adicionales, como una resonancia magnética o estudios de medicina nuclear (DATSCAN o PET-FDOPA), especialmente en pacientes jóvenes o con síntomas atípicos”.
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Aunque en la actualidad no es posible confirmar el diagnóstico en vida con absoluta certeza, “se están desarrollando técnicas prometedoras, como la detección de alfa-sinucleína en líquido cefalorraquídeo mediante una punción lumbar. Estas técnicas permitirán un diagnóstico más temprano y preciso en los próximos años y, de hecho, están disponibles ya en algunos centros especializados.
Líneas de tratamiento
La terapia de la enfermedad de Parkinson se orienta a aliviar los síntomas. “Se centra en reponer la dopamina que el cerebro ha dejado de producir, algo que se consigue mediante los siguientes fármacos:
- Levodopa: se trata de un precursor de la dopamina que se administra en forma de pastillas y, recientemente, también como rescate vía inhalada.
- Agonistas dopaminérgicos: imitan la acción de la dopamina actuando sobre los receptores dopaminérgicos.
- Inhibidores enzimáticos: prolongan la duración de la levodopa en sangre y cerebro.
Por otra parte, para casos avanzados “existen tratamientos, como la estimulación cerebral profunda, o sistemas de infusión continua de levodopa por vía subcutánea o intraduodenal”. En cuanto a líneas de investigación, se están desarrollando principalmente “terapias dirigidas a la alfa-sinucleína, como vacunas o moléculas que faciliten su eliminación o bloquean su agregación. También se exploran terapias génicas y con células madre, aunque todavía no han demostrado eficacia suficiente”.
Finalmente, la doctora Pérez Soriano señala que “es importante enfatizar que el Parkinson es una enfermedad con la que se puede convivir. Aunque los tratamientos farmacológicos ayudan a controlar los síntomas, la actitud del paciente es clave. Mantenerse activo física, mental y socialmente, evitar el estrés innecesario y cuidar los hábitos saludables puede marcar una gran diferencia en la evolución de la enfermedad. Además, no hay que olvidar el papel de la fisioterapia, la logopedia, la neuropsicología y la nutrición desde el inicio del diagnóstico. Prevenir es siempre mejor que curar, y adoptar estas medidas cuanto antes puede mejorar significativamente la calidad de vida y pronóstico de los pacientes”.
El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el Instituto de Neurociencias Quirónsalud Teknon
Las últimas décadas han sido claves para el aumento de la esperanza de vida. Los avances médicos han permitido que cada vez vivamos más años, pero, con ello, han ido ganando terreno las enfermedades ligadas al envejecimiento. Entre ellas se encuentra el Parkinson, una patología neurodegenerativa que va en aumento: en España, se estima que alrededor de 160.000 personas padecen Parkinson, y se prevé que esta cifra se triplique para 2050 debido, precisamente, al envejecimiento de la población.