Menú
Lecciones del pavo navideño de Russell: cómo las creencias afectan a nuestra percepción de la salud
  1. Bienestar
'Ciencia con conciencia'

Lecciones del pavo navideño de Russell: cómo las creencias afectan a nuestra percepción de la salud

Al pavo del relato no solo le han quebrado el cuello. También le han roto su idea sobre qué es la vida. De acuerdo con su experiencia, el pavo tenía la certeza de que cada día iba a recibir alimento, cobijo y que la vida era segura

Foto: Una mujer cocina un pavo en 1955. (Getty/Sherman/Three Lions)
Una mujer cocina un pavo en 1955. (Getty/Sherman/Three Lions)

En estas fechas muchas familias comen pavo, un drama para estas aves, y no solo porque acaben en el horno. El "pavo de Navidad" es una variación de un breve relato de Bertrand Russell, escrito en Los problemas de la filosofía en 1912. El pavo (Russell en realidad lo contó con un pollo), que estaba destinado a ser comido en Navidad, es alimentado y cuidado diariamente con mimo hasta que, finalmente, es sacrificado. Su cuidadora le llevaba diariamente avena, maíz y agua, día tras día veía salir y ponerse el sol, pasar las estaciones una tras otra. El pavo cree que la vida es así. Sin embargo, esa misma cuidadora que le ha llevado alimento, que le ha dado cobijo a diario, de pronto aparece con un cuchillo y, ¡zas!, le corta el cuello.

Al pavo del relato no solo le han quebrado el cuello. También le han roto su idea sobre qué es la vida. De acuerdo con su experiencia, el pavo tenía la certeza de que cada día iba a recibir alimento, cobijo y que (como consecuencia) la vida era segura. El mundo tenía esas leyes, también la mañana que iba a ser sacrificado. Pero al pavo, en realidad, le faltaba información. No conocía las causas de los hechos que había vivido, las motivaciones de los humanos que lo alimentaban diariamente. Sus premisas de verdad eran erróneas, por lo cual la conclusión también erraba. No había ninguna ley que marcase que la vida era segura. Más bien al revés.

El relato de Bertrand Russell es una crítica a la inducción como fuente de conocimiento. La inducción genera confianza en el pasado como explicación del presente y representación del futuro. El razonamiento inductivo es un tipo de conocimiento científico basado en la experiencia, que permite pasar de lo particular a lo general. Se establecen una serie de premisas verdaderas (experimentos repetidos) que dan paso a una conclusión también cierta. Sin embargo, la experiencia sensible pasada únicamente da probabilidades sobre el futuro, pero no puede asegurarlo. Que hayamos experimentado una regularidad entre dos sucesos no demuestra una relación de causalidad entre ambos. Como explica Russell, que "después del trueno todos esperamos que venga el relámpago" no significa que el trueno provoque el relámpago, que sea su causa.

Foto: (istock)

El razonamiento inductivo, característico del método científico, es inherente a la mente humana. Inductivamente, desde el hombre de cromañón todos los humanos han creído que el sol saldría y se pondría cada día, si bien en función de sus premisas, lo han ido explicando de diferentes maneras. Cotidianamente, realizamos inferencias que creemos infalibles. Pero, como el pavo, si nuestras premisas son erróneas, nuestras conclusiones también lo serán. Nadie sabe la verdadera causa del movimiento de los astros, o si nos sucederá como al pavo, que un día estalle el sol y nuestras vidas terminen. Es habitual establecer como premisas lo que son prejuicios, meras opiniones subjetivas o informaciones equivocadas. Las falacias o pseudo-argumentos son engaños lógicos, afirmaciones que provienen de premisas falsas o de inducciones mal establecidas. Immanuel Kant en su Lógica (1800) explica cómo de los prejuicios brotan juicios equivocados, conocimiento falso, porque tomamos erróneamente por objetivos premisas que son subjetivas.

Foto: EC Diseño
TE PUEDE INTERESAR
España se ha dado cuenta de su problema con el alcohol: "Dos cervezas al día normal no es"
Héctor García Barnés Gráficos: Unidad de Datos

No es sencillo enfrentarse a las falacias y pseudoargumentos. Resulta agotador escuchar a los poseedores de la verdad haciéndonos "ver lo cierto", sus dogmas, en base, sencillamente, a prejuicios, ideas subjetivas (valores personales) o información sesgada. Aunque más agotador resultaría mostrarles que están confundiendo una mala inducción o un razonamiento subjetivo con una idea generalizable. Porque podemos acordar inductivamente que las mareas se deben a la atracción gravitatoria del sol y la luna respecto a la tierra, aun sabiendo que este razonamiento científico se puede modificar en el futuro. Pero no podemos generalizar que tal político, jugador de fútbol o ciudad es la mejor, porque es imposible acordar unas premisas comunes objetivables de verdad. Esta es la diferencia entre el conocimiento científico (la inducción científica), que establece generalizaciones provisionales, y las inducciones personales, basadas en valores y preferencias individuales.

Finalizamos con otro relato, el del cuñado o cuñada imponiendo su dogma en la cena de Navidad. Cuando compartimos las cenas navideñas, estamos compartiendo nuestras experiencias (inductivas) con los comensales, incluido el desventurado pavo. Para no convertir las fiestas navideñas en una lucha entre dogmas falaces, conviene averiguar si nuestras propias afirmaciones están alimentadas de información verdadera, o más bien de prejuicios y subjetivad. Es maravilloso compartir y aprender experiencias con los demás. Muy diferente es tratar de imponerlas como ciertas y, sobre todo, es que resulta tedioso tener que refutarlas.

En estas fechas muchas familias comen pavo, un drama para estas aves, y no solo porque acaben en el horno. El "pavo de Navidad" es una variación de un breve relato de Bertrand Russell, escrito en Los problemas de la filosofía en 1912. El pavo (Russell en realidad lo contó con un pollo), que estaba destinado a ser comido en Navidad, es alimentado y cuidado diariamente con mimo hasta que, finalmente, es sacrificado. Su cuidadora le llevaba diariamente avena, maíz y agua, día tras día veía salir y ponerse el sol, pasar las estaciones una tras otra. El pavo cree que la vida es así. Sin embargo, esa misma cuidadora que le ha llevado alimento, que le ha dado cobijo a diario, de pronto aparece con un cuchillo y, ¡zas!, le corta el cuello.

Consultas Externas
El redactor recomienda