¿Serviría para algo una "pastilla mágica" para adelgazar o dejar de fumar?
Tenemos grabados a fuego nuestros hábitos y costumbres. Configuran nuestra personalidad, quiénes somos, tanto en la esfera física como en la emocional y en la moral
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Cambiar de hábitos es difícil. Muy difícil. Adquirimos los hábitos y costumbres desde la más tierna infancia. Aunque se pueden modificar a lo largo de la vida, para hacerlo se necesita de una férrea voluntad. Claro que hay niños que crecen sedentarios y que más adelante, en la juventud, empiezan a hacer deporte. Pero para hacerlo, ha habido motivación, reflexión y una férrea voluntad. Primero está la motivación, el impulso emocional de hacer algo (motivado). Si hay impulso, después viene la reflexión: se calculan los beneficios y riesgos del deporte, los recursos y el tiempo disponibles, etcétera. Por último, hay que llevarlo a cabo con voluntad, porque hacer deporte va a requerir de renuncias y esfuerzos.
Hay enfermos, ciudadanos (porque no les sucede sólo a los enfermos), que quieren una “pastilla mágica” que les cambie automáticamente sus hábitos y costumbres. Pretenden dejar de fumar, tener una alimentación saludable, perder peso o tener una buena higiene del sueño sin esfuerzo. Esto no es una crítica ni una culpabilización a quienes desean esto. Porque cambiar de hábitos no es nada sencillo. La dificultad se debe a que modificar los hábitos supone modificar la personalidad, el carácter, lo cual requiere de un gran esfuerzo. El término carácter viene del griego kharakter, a través del latín character. Este nombre se le daba a la marca que quedaba en el ganado cuando se les marcaba con hierro.
Tenemos “grabados a hierro” nuestros hábitos y costumbres. Son nuestro carácter. Configuran nuestra personalidad, quienes somos, tanto en la esfera física como en la emocional y en la moral. Definen nuestro comportamiento, es decir, nuestra ética. Porque ética, del griego Ethos, significa hábito o costumbre. La ética, según Ferrater Mora, ha sido definida como la doctrina de las costumbres. Esta doctrina de las costumbres se trasladó al latín como morālis (moral), término que, al igual que la ética, también se refiere a las costumbres y a la manera de vivir.
Modificar hábitos nocivos y convertirlos en salubres, en cualquiera de las esferas nombradas, resulta tremendamente complicado. Es algo así como cambiar de rumbo a un transatlántico. Primero se detecta la necesidad de cambio (motivación), después hay que pensar en el nuevo rumbo (reflexión) y finalmente se comienza a virar el timón, manteniendo la nueva dirección (voluntad) hasta que, al cabo de un tiempo, el transatlántico, que tenía su propia inercia, comienza a modificar el rumbo.
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Cicerón, en la primera Catilinaria, exclamaba “O tempora, o mores” (¡oh tiempos, oh costumbres!), para llamar la atención sobre el deterioro de las costumbres de su tiempo. Nuestra época, nosotros, también tenemos nuestros propios hábitos insanos. Modificar las costumbres sociales, que es lo que pretendía Cicerón, no está en nuestras manos, aunque haya gente que espere un “dirigente mágico” que cambie automáticamente las costumbres sociales. Lo que sí podemos hacer es modificar las propias, sabiendo que supone un enorme esfuerzo. Del trío necesario para hacerlo -motivación, reflexión y voluntad- lo más difícil es lo primero, la motivación, el motor de todo cambio. El término proviene del latín motivus o motus, que es lo que causa el movimiento, el motor. Podemos contarle a alguien la necesidad de modificar su forma de comer y de perder peso, explicarle los beneficios, diseñar una dieta personalizada, que como no encuentre la motivación (el motor que le pondrá en movimiento), su marca de hierro no cambiará.
“O tempora, o mores”. Vivimos en tiempos confusos, en los que se mezclan, tal vez más que nunca, numerosos intereses. Muchos pretenden que cambiemos de hábitos para su propio beneficio, mientras que otros lo que quieren es que no lo hagamos. Que no haya motivación por el cambio, que nos ahorremos el esfuerzo y, sobre todo, que tomemos su “pastilla mágica”. En medicina esto es muy patente. Pero las “pastillas mágicas” en realidad no nos cambian, porque el carácter (la marca de hierro), nuestra conducta y personalidad, seguirán igual. Si dejamos de tomar la “pastilla mágica” somos los mismos. Cicerón exhortaba al senado por los malos hábitos y demandaba la necesidad de renovación. La medicina del siglo XXI debe exhortar que nos esforcemos en modificar los malos hábitos de vida. Sabiendo que lo más difícil, encontrar la motivación por hacerlo, solo la encontraremos en nosotros mismos. Fuera hace mucho frío y hay otros intereses.
Cambiar de hábitos es difícil. Muy difícil. Adquirimos los hábitos y costumbres desde la más tierna infancia. Aunque se pueden modificar a lo largo de la vida, para hacerlo se necesita de una férrea voluntad. Claro que hay niños que crecen sedentarios y que más adelante, en la juventud, empiezan a hacer deporte. Pero para hacerlo, ha habido motivación, reflexión y una férrea voluntad. Primero está la motivación, el impulso emocional de hacer algo (motivado). Si hay impulso, después viene la reflexión: se calculan los beneficios y riesgos del deporte, los recursos y el tiempo disponibles, etcétera. Por último, hay que llevarlo a cabo con voluntad, porque hacer deporte va a requerir de renuncias y esfuerzos.