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El círculo vicioso del estrés y el insomnio: fisiología de un problema cada vez más común
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El círculo vicioso del estrés y el insomnio: fisiología de un problema cada vez más común

Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), más de 4 millones de españoles sufren insomnio crónico y en las últimas décadas ha aumentado la prevalencia en jóvenes por su relación con el estrés

Foto: Foto: iStock.
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El estrés y el insomnio son compañeros incómodos que a menudo caminan de la mano, creando un círculo vicioso difícil de romper. Por un lado, el ritmo frenético del día a día puede mantenernos despiertos por la noche, dando vueltas a preocupaciones que parecen multiplicarse en la oscuridad. Por otro lado, no dormir bien aumenta los niveles de estrés, haciéndonos más vulnerables a las tensiones del día siguiente.

El insomnio es más habitual a edades avanzadas, ya que con el tiempo se empobrecen las fases del sueño profundas y predominan las superficiales. Sin embargo, en los últimos años la prevalencia en jóvenes ha aumentado y se asocia principalmente al estrés, como indican desde la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). Actualmente, según la SEN, se estima que afecta al menos a un 10% de la población de forma grave y crónica.

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“El insomnio es una alteración del sueño que en muchas ocasiones está relacionada con el estrés”, explica la doctora Irene Rubio Bollinger, experta en Neurofisiología en el Hospital Quirónsalud Sur. “La falta de descanso provoca síntomas diurnos que afecta a la calidad de vida de la persona, ya que altera la realidad psicofísica de quien lo padece. Asimismo, muchos de los síntomas del propio estrés se añadirán al mal descanso”.

En este contexto, es especialmente importante la gestión del estrés crónico por sus vínculos con la dificultad para conseguir un sueño reparador. Como indica la doctora, “una situación de estrés mantenida en el tiempo tiene una influencia negativa sobre la estructura del sueño, provocando disminución del sueño profundo y REM, así como una fragmentación”. Además, cuando los problemas de sueño se cronifican porque el estrés persiste, “las consecuencias sobre nuestro organismo se perpetúan y provocan una alteración importante de nuestra salud”.

Aunque todos podemos ser vulnerables y sufrir un cuadro de insomnio en un momento determinado, “las personas que padecen de base un trastorno de ansiedad son más propensas a desarrollar insomnio crónico. Cuando estas personas sienten que su sueño se altera y persiste en el tiempo, comienzan a tener una preocupación importante y a sentirse más ansiosos con la situación. Todo esto, a su vez, perpetúa el círculo vicioso al aumentar el estrés diurno. La propia falta de sueño aumenta la sensibilidad al estrés y disminuye la capacidad de lidiar adecuadamente con situaciones cotidianas”.

Sus consecuencias fisiológicas y emocionales

La interrelación entre insomnio y estrés tiene un base fisiológica, explica la doctora Bollinger: “La reacción de estrés del organismo está regulada por el eje hipotálamo- pituitario-adrenal. El hipotálamo manda una señal a la glándula pituitaria para que segregue hormonas esteroideas; dos de ellas, el cortisol y la adrenalina, son las llamadas hormonas del estrés”.

Los niveles de cortisol que produce el organismo no son estables y siguen unos horarios, “de tal manera que aumentan sus niveles nada más despertarnos y van bajando a lo largo del día. Los niveles elevados de cortisol mantenidos debidos al estrés al llegar la noche harán que nos sintamos en un estado de hiperalerta, impidiendo que podamos dormir adecuadamente”.

placeholder Doctora Irene Rubio Bollinger, experta en Neurofisiología en el Hospital Quirónsalud Sur.
Doctora Irene Rubio Bollinger, experta en Neurofisiología en el Hospital Quirónsalud Sur.

El estrés crónico produce diferentes alteraciones en nuestro organismo, entre las que destacan las siguientes:

  • Aumento de la tensión arterial y del ritmo cardiaco.
  • Aumento de la tensión muscular, que puede provocar dolor en diferentes partes del cuerpo y cefaleas.
  • Afecta al tracto gastrointestinal, alterando el ritmo intestinal y de la microbiota.

Desde el punto de vista emocional, continúa la doctora, “cuando no ha descansado bien, la persona reacciona peor ante un estímulo que considera negativo, y aumenta su reactividad menos racional y adaptativa. La rumiación constante de problemas provoca la aparición de más emociones negativas y que, en consecuencia, se empleen estrategias de regulación de estas situaciones menos adaptativas”.

Por tanto, mecanismos desadaptativos, como la catastrofización y rumiación “nos llevan con más facilidad al insomnio. En cambio, la capacidad de enfocarse en una planificación, reevaluación positiva y resiliencia son estrategias que nos ayudan a combatirlo”.

Teniendo todo esto en cuenta, la doctora Bollinger destaca la importancia de “aplicar técnicas psicológicas que nos ayuden a gestionar mejor los factores estresantes: aumentar la capacidad de resolución de problemas, disminuye los síntomas de ansiedad. Será importante trabajar las áreas de regulación emocional para gestionar la evitación y la rumiación”.

Al mismo tiempo, y para facilitar ese buen descanso que ayude a bajar los niveles de estrés, es clave “practicar buenos hábitos durante el día y llevar una dieta sana y practicar ejercicio físico de forma regular. Además, realizar técnicas de relajación respiratoria u otras técnicas similares también serán de gran ayuda para minimizar el impacto de las situaciones estresantes”.

El Confidencial, en colaboración con Quirónsalud, presenta una serie de artículos con información práctica, consejos y recomendaciones para mejorar nuestra salud y bienestar. Si tienes alguna duda sobre esta temática o quieres más información, puedes contactar con el Hospital Quironsalud Sur.

El estrés y el insomnio son compañeros incómodos que a menudo caminan de la mano, creando un círculo vicioso difícil de romper. Por un lado, el ritmo frenético del día a día puede mantenernos despiertos por la noche, dando vueltas a preocupaciones que parecen multiplicarse en la oscuridad. Por otro lado, no dormir bien aumenta los niveles de estrés, haciéndonos más vulnerables a las tensiones del día siguiente.

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