"Quiero viajar al espacio para aprovechar la falta de gravedad en la investigación contra el cáncer"
La doctora en Biología Molecular compagina su investigación en el CNIO con la labor de astronauta de reserva en la ESA. Ahora publica su primer libro llamado 'Órbitas'
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Sara García Alonso quiso ejercer numerosas profesiones cuando era pequeña, muchas de las cuales no tenían puntos en común siquiera. Soñaba con ser patinadora y cajera en un supermercado, cuentacuentos, granjera, ingeniera, artista del origami, diseñadora de moda, chef, leñadora o astronauta, por ejemplo. Al final se decantó por estudiar Biotecnología con tal de no tener que elegir una sola cosa. Esta carrera reunía varias de las características que le interesaban y permitía postergar la gran decisión de qué debía ser.
Durante el trascurso del grado encontró una gran vocación, aunque no la única: la investigación del cáncer. Estuvo en varios laboratorios donde se contagió por la pasión para descubrir esta patología, que en realidad son 200, y poder ofrecer nuevas opciones terapéuticas. Pasó el Centro de Investigación del Cáncer en Salamanca para acabar aterrizando en 2019 en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en el laboratorio de Mariano Barbacid, donde lidera un proyecto para desarrollar nuevos tratamientos contra el cáncer de pulmón y de páncreas.
Pero la vida de esta doctora en Biología Molecular dio un giro de 180 grados cuando anunciaron que era una de las seleccionadas para la nueva promoción de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) en noviembre de 2022. Desde entonces, reconoce en una entrevista para El Confidencial que siente que ha vivido 3.000 vidas diferentes y que todo es "muy intenso". Compagina su labor divulgativa voluntaria como miembro de reserva en la ESA, siempre que puede, con su trabajo como investigadora, mientras que no se olvida de ayudar a los que cariñosamente llama "sus niños", los estudiantes doctorales. "Estoy conociendo a tanta gente y viviendo tantas experiencias...está siendo tan bonito que merece la pena el sobreesfuerzo. Es un privilegio tener tantas oportunidades de experimentar para una persona tan exploradora y curiosa como yo", explica.
Ahora ha sumado una nueva vivencia y profesión con la publicación de su primer libro llamado
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PREGUNTA. A finales de 2022 fue seleccionada como miembro de la reserva de astronautas de la Agencia Espacial Europea (ESA), mientras que trabajaba como investigadora de cáncer en el CNIO y comentó que su intención era compaginarlo. ¿Ha sido posible?
RESPUESTA. Sorprendentemente, sí. Es difícil, requiere una gestión del tiempo planeada al detalle, pero de momento sí que puedo porque mi trabajo principal sigue siendo el de investigadora. Al estar en la reserva tengo que cumplir dos meses de entrenamiento y pasar las pruebas médicas. Es verdad que de manera voluntaria estoy llevando a cabo una labor divulgativa bastante intensa, pero porque considero que es mi deber y mi responsabilidad y al final saco tiempo por las tardes, en el fin de semana y a base de permisos para poder llevar ambas cosas en paralelo.
P. Acaba de regresar tras dos meses en el Centro Europeo de Astronautas entrenando y vuelve a su hábitat natural, el laboratorio. ¿Qué es lo que más ha echado de menos?
R. No soy muy de echar de menos, en el momento que estoy en una cosa me centro en ella. Tampoco podía echar demasiado de menos el laboratorio porque seguía conectada durante esos dos meses. Aunque estaba de excedencia y suspendida de empleo y sueldo, en los huecos que tenía a la hora de comer, por ejemplo, me conectaba para tener reuniones con mis estudiantes de doctorado. Que yo me vaya no significa que ellos abandonen sus tesis doctorales y no podía dejarles abandonados.
P. Durante las pruebas de selección para formar parte de la ESA le hicieron durante cinco días controles de salud muy exhaustivos. Además, usted es doctora en Biología Molecular. Con toda la información que tenía, ¿temía que le pudieran detectar alguna anomalía que pusiera en riesgo su carrera espacial o estaba tranquila?
R. No estaba tranquila en absoluto porque al final el que busca, encuentra. A nivel médico, si empiezas a hacer multitud de pruebas, es posible que alguno de los parámetros no salga en los límites normales y eso pueda generar problemas para ir al espacio. Eso no significa que tengas una anomalía o que vaya realmente a afectar a tu salud, pero casi ningún ser humano es perfecto. Tenía miedo de que pudiera surgir algo que me descalificase. Es el mejor chequeo médico de mi vida y ahora lo tengo una vez al año, aunque no tan exhaustivo.
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P. ¿Qué fue lo que más le llamó la atención del proceso de selección?
R. Lo increíblemente complejo que es y la cantidad de profesionales que hay involucrados. Al final evalúan tus capacidades cognitivas, tu estado de salud y a nivel psicológico todo lo que se puede analizar y desde distintas perspectivas, como por ejemplo, cómo mantienes la calma bajo presión, cómo eres capaz de seguir operando en situaciones límites o cuando tienes un problema de tiempo, cómo trabajas en equipo, cómo eres en definitiva…
Este proceso me ha servido para conocerme por haber tenido que exponerme tanto. No sé si fue un sincericidio, pero mi estrategia fue decir "esta soy yo este, este es mi conjunto de virtudes y de defectos. Si mi experiencia profesional, mi carácter, mi forma de encarar la vida y los problemas se ajustan al molde que buscáis para un astronauta, fantástico. Si no mejor para todos para vosotros, como agencia; para España, como país; y para mí como futura profesional que no va a ser feliz en su trabajo".
P. También tiene que ser agotador…
R. Lo más agotador es aguantar un proceso que dura un año y medio que se resume en vivir en una incertidumbre permanente: no sabes cuándo te van a llamar a un examen, no sabes cómo es esa prueba y tampoco cuáles son las respuestas que te darían un diez. Entonces lidiar con eso durante tanto tiempo es muy duro.
Además, no es una oposición, donde tienes este temario y si te lo aprendes al dedillo y lo dices tal cual vas a tener puesto y además en un periodo máximo de dos meses te van a decir sí, sí o si no. Aquí es todo lo contrario, no hay temario, no hay respuestas correctas y no sabes cuándo tendrás esa nota.
"Lo más agotador es aguantar un proceso que dura un año y medio que se resume en vivir en una incertidumbre permanente"
P. Cuando leyó la oferta de trabajo para ser astronauta en la ESA comenta que sintió que era una descripción de su mentalidad de trabajo. Posteriormente, ha podido saber lo que es trabajar allí. ¿Qué puntos en común tiene ser investigadora de cáncer y astronauta?
R. Por un lado, coinciden en la necesidad de solucionar problemas desde la creatividad, dando respuestas rápidas y conectando ideas de distintos ámbitos. Por otro lado, en ambos casos, hay que seguir procedimientos, a nivel de las misiones, con unos operativos que han desarrollado otras personas y en el laboratorio, con protocolos para llevar a cabo un experimento.
Además, es necesario el trabajo en equipo, saber cuándo tienes que ser líder y cuando has de seguir a uno. También hay que mantener la calma bajo presión. En el laboratorio lidias con fechas límites y con experimentos que no salen. Por tanto, otro punto en común es cómo se gestiona esa frustración, cómo se ponen los puntos de contingencia y de control para volver atrás y detectar ese error y solucionarlo.
P. ¿En qué punto estaba su investigación en el CNIO cuando fue seleccionada como astronauta y en qué punto está ahora?
R. Es una línea de investigación bastante compleja, con muchos equipos involucrados. Yo llevo una parte de esa línea y cada vez estamos dando más pasos.
Empecé como investigadora postdoctoral en 2019 y lo que queríamos era entender cómo era la diana terapéutica en cáncer de pulmón y de páncreas para desarrollar medicamentos que pudieran destruirla. Esa fue la idea primigenia de todo esto.
Para ello, sacamos la estructura tridimensional de esa diana terapéutica y desde entonces hemos hecho screening, ensayos y análisis masivos con ordenador. Ahora estamos probando esas moléculas y hemos generado todo un sistema que no existía para analizar los posibles medicamentos para dicha diana. Además, ahora entendemos más de la biología y cuál es su papel en promover distintos tipos de cáncer.
Cada vez se va añadiendo más complejidad, pero estamos muy avanzados. De hecho, tenemos tres publicaciones que espero que salgan este año.
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P. El objetivo, por tanto, es encontrar nuevos tratamientos para cáncer de pulmón y de páncreas.
R. Sí, con mutaciones en un gen que se llama KRAS. La gente tiende a pensar qué tiene que ver el cáncer de pulmón y de páncreas. No tienen nada a nivel de órgano, ni en cómo se materializa la enfermedad. Lo que tienen en común es que el detonante, el primer gen que muta, es el mismo.
P. Durante su trayectoria ha estado protagonizada por el abordaje de algunos de los cánceres más agresivos o prevalentes. Primero con su tesis doctoral en el Centro del Cáncer en Salamanca, centrado en terapias dirigidas en cáncer de mama y de ovario; y luego en el CNIO descubriendo nuevos fármacos para el cáncer de pulmón y páncreas, ¿ha sido casualidad o tiene especial interés en algunas patologías oncológicas?
R. Yo no he elegido el tipo de cáncer que investigo. Lo que tiene en común toda mi investigación es que trabajo en el contexto de la medicina personalizada, es decir, en función de qué mutaciones y qué perfil molecular tiene la enfermedad, mostrar qué opciones terapéuticas podemos aplicar.
En el caso de mama y ovario había una particularidad común que era la sobreexpresión de una proteína llamada HER2. Entonces, el abordaje desde la medicina personalizada se basaba en anticuerpos conjugados a fármacos, es decir, desarrollar medicamentos muy potentes que se unen específicamente a HER2 y que en esas dos patologías de ovario está sobre expresada.
Ahora estoy en el laboratorio del doctor Mariano Barbacid, mundialmente conocido por haber contribuido al descubrimiento de los oncogenes. Entre ellos está KRAS, que cuando muta es el detonante del cáncer de pulmón y del de páncreas. Nosotros estábamos buscando tratamientos para cánceres mutados en KRAS, porque hasta 2021 que se aprobó sotorasib, no existían ninguno específicos. Por eso había que mirar por debajo de KRAS.
P. ¿Cómo está cambiando la medicina personalizada el abordaje del cáncer?
R. De entrada haciendo un perfil molecular de los tipos de cáncer. Es decir, ya no me vale que digas que tienes cáncer de mama, de pulmón, de páncreas, de riñón, de cerebro... hay que conocer qué mutaciones tiene ese tumor y cuál es el detonante principal. Lo que sería común a todos los tipos de cáncer, independientemente del órgano, es la quimioterapia. Esta destruye toda célula que se está dividiendo, las tumorales y las que no. De ahí provienen todos los efectos secundarios
Con la medicina personalizada se busca un medicamento que vaya específicamente a las células del cáncer. El problema es que estas derivan de las nuestras propias y diferenciar unas de otras es complicado. Para eso tienes que saber cuáles son las características diferenciales y a partir de ahí, los distintos abordajes.
Se está avanzando también mucho en inmunoterapia, por ejemplo. Por otro lado, lo que buscan las terapias dirigidas es o bien inhibir una proteína que se encuentra expresada en muchas copias, como es el caso de HER2 en cáncer de mama, o bien que se encuentra alterada porque tiene una mutación. Entonces se puede distinguir la forma mutante de la no mutante.
P. ¿Cree que en los próximos 10 o 20 años va a llegar el fin de la quimioterapia?
R. La quimioterapia ha salvado muchísimas vidas y para muchos tipos de cáncer sigue siendo la única opción terapéutica disponible, bien porque no hay terapias dirigidas o porque los pacientes no responden. Espero que desaparezca porque los efectos son muy drásticos, es como matar una mosca a cañonazos. Entonces no es la mejor aproximación ni muchísimo menos, pero siempre será mejor que no tener opciones.
Dicho lo cual, en realidad en cuanto a tratamiento, lo que más vidas salva es la cirugía. Si se detecta y diagnostica un cáncer a tiempo, se extirpan las células tumorales y luego se mantiene una serie de controles por si ha quedado alguna y puede volver a generar un tumor secundario. Pero extirpando el primario, si se encuentra en un estadio temprano, es la mejor forma de garantizar que un paciente tenga más posibilidades de sobrevivir.
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P. ¿Entonces, el diagnóstico precoz puede unirse con la desaparición de la quimioterapia?
R. Sí, en gran parte, sí.
P. ¿Cómo ha cambiado la investigación oncológica desde que usted comenzó? ¿Hacia dónde cree que se dirige?
R. Han cambiado las herramientas disponibles. Se ha mejorado mucho en diagnóstico precoz porque ahora el diagnóstico molecular se está incorporando como una práctica habitual en los hospitales. Antes sí que había algunos tipos de cáncer en los que se podía ver si tenían esa mutación, esa sobreexpresión, aunque generalmente se hacía por tinciones en el microscopio. Ahora se secuencian y se analizan.
Cada vez hay más variedad de terapias dirigidas disponibles y nuevos medicamentos. La inmunoterapia está suponiendo una revolución porque además sirve para múltiples tumores, no solo uno específico, y las CAR-T, a pesar de ser un tratamiento muy costoso, son revolucionarias, una maravilla para los tumores de la sangre, principalmente.
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Luego también está la incorporación de la inteligencia artificial, tanto en el diagnóstico como en la integración de datos de los pacientes. Hay muchos proyectos relacionados con gemelos digitales y con incluir todos los datos disponibles de un paciente, ya no solo su historial clínico, sino su modo de vida, su dieta, su estado anímico, los pasos que da a lo largo del día y hasta sus relaciones sexuales. Todo esto se haría para darle el mejor tratamiento.
P.¿La inteligencia artificial va a ser determinante a corto plazo en el abordaje del cáncer o hace falta que se asiente más?
R. No creo que haya nada determinante a corto plazo. Creo que todo suma porque aunque hablemos de cáncer, son 200 enfermedades y lo que puede funcionar increíblemente bien para una puede que sea inútil o que no se aplique en otro tipo de cáncer. Entonces, no hay soluciones globales para todo, pero todas estas herramientas al final suman para que en un futuro se dé a cada paciente lo que necesita con los recursos disponibles. Y la inteligencia artificial va a tener un papel muy importante, desde luego.
P. Viajar se ha convertido en una parte fundamental de su vida y en una forma de entender el mundo que le rodea, según sus palabras. ¿Qué le ha enseñado la posibilidad de poder viajar al espacio que podrá aplicar en su laboratorio del CNIO?
R. El objetivo de viajar al espacio para aplicarlo en la investigación biomédica, y en particular la investigación contra el cáncer, es aprovechar las ventajas de lo que ocurre en el espacio donde no hay gravedad. Cuando no hay gravedad, las propiedades de la materia y los fenómenos físicos que dominan los procesos cambian y esto abre un sinfín de posibilidades, como nuevos tejidos y materiales, porque al no existir la sedimentación se pueden, por ejemplo, crear capas de tejido, de células o de proteínas que sean fotosensibles, como se ha hecho en algún experimento, que concluían en pequeñas retinas. Eso en tierra, por la gravedad y por las impurezas que se van generando, no sería posible.
También hablamos de nuevas formulaciones para medicamentos: se han hecho algunos estudios en microgravedad que permite generar fármacos que son más puros. Por ejemplo, estos anticuerpos conjugados a fármacos que yo estudiaba en el doctorado para tratar estos tumores que son HER2 positivos, se utilizan contra otras dianas en melanoma, en cáncer de pulmón, en cáncer de riñón... en multitud de tipos, pues son muy eficaces. Pero esto se aplica en ciclos intravenosos en los hospitales, igual que la quimioterapia, lo que implica que una persona con cáncer tiene que ir a un hospital, recibir una inyección y permanecer ahí durante varias horas. Este proceso es duro para el paciente y costoso para el sistema de seguridad social. Se ha visto que en condiciones de microgravedad, donde no existe sedimentación ni corrientes de convección, es posible que estos fármacos sean solubles, se generen formulaciones cristalinas que sean solubles en agua. Eso implica que se podría aplicar con una única inyección o incluso hacer formulaciones orales. Con esto se cambia cómo se manejan los pacientes.
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Por otro lado, también se ha visto que cuando eliminas la gravedad, los organoides, que son modelos tridimensionales que mimetizan los tumores, se forman solos sin necesidad de un sustento. Pero claro, no están apoyados en nada, por lo que pueden crecer tridimensionalmente, como ocurriría en un cuerpo humano. Eso implica modelos de estudio más fieles del cáncer, donde descubrir nuevas vulnerabilidades que a lo mejor no habíamos visto en la tierra, dado que también se ha visto que en microgravedad, las células del cáncer migran de manera diferente e invaden de manera diferente.
Todo ese potencial es lo que a mí me interesa de viajar al espacio, aplicarlo al conocimiento y a mejorar la vida de la gente en el ámbito de la medicina.
P. ¿Por qué cree que va a ser recordada Sara García Alonso, por investigadora del cáncer o por ser astronauta?
R. Espero que por ser la astronauta que investigó el cáncer durante su misión espacial. Lo que me gustaría es que lo que me asignen esté relacionado con la investigación oncológica para fusionar las dos profesiones.
P. ¿Hasta cuando está ligada a la ESA?
R. Contractualmente no estoy ligada a la ESA. Yo trabajo para el CNIO, es mi empleador, y el que me paga la nómina a fin de mes, pero formo parte de la reserva hasta los 50 o 60 años probablemente.
Lo que tienen que surgir son oportunidades de vuelo y no dependen de los que estamos en la reserva ni de las agencias. Al final, aunque hay pocos astronautas en el mundo, hay muchas menos oportunidades de subirte a un cohete e ir al espacio porque está tremendamente regulado. Están involucradas la NASA, que es estadounidense, la agencia canadiense, la japonesa, la rusa y la europea. Hay que coordinar todas esas piezas para que haya ventanas de oportunidad que permitan hacer misiones de larga duración de seis meses, como la que llevaría a cabo mi compañero Pablo Álvarez, o de corta duración de 15 o 21 días como la que haríamos los que estamos en la reserva.
Pero hay precedentes, por ejemplo, en 2024 fue Marcus Wandt, el astronauta de reserva de la agencia sueca y en unos meses irá Sławosz Uznański, que es polaco. A lo mejor, la tercera misión de corta duración es la mía.
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P. Usted recuerda que cuando era pequeña sufría lo que califica como una timidez casi patológica. ¿Cómo superó las dificultades para ser a día de hoy la primera española en formar parte de la ESA, con todas las tareas de divulgación científica que conlleva?
R. Trabajando en ello. He ido exponiéndome poco a poco y viendo que no pasaba nada. Desde que nos nombraron a Pablo [Álvarez] y a mí, no me ha quedado más remedio. Nuestra labor representa a la ciencia de España, a unos ideales que van con el puesto de astronauta, como es el abogar por la unión del ser humano para avanzar en el conocimiento y beneficiar a la humanidad en su conjunto. Todo eso está encarnado en nuestra figura.
Aunque tengas tus problemas y miedos, se tienen que quedar al margen porque tienes que estar a la altura de las circunstancias y cumplir con tu responsabilidad. Entonces, cuando yo estoy actuando como la astronauta de España, la timidez patológica que Sara pueda tener o que le pueda quedar de cuando era niña no puede entrar en juego. Soy capaz de adaptar mi cerebro para que eso no me afecte.
P. Cuenta en el libro que de pequeña quiso ejercer muchas profesiones, pero desde que tenía poca edad se podía vislumbrar su interés por la ciencia, cuando devoraba libros que le regalaba su madre para aprender sobre temas poniéndolos en práctica, como 'Mi primer libro sobre Biología'. Con apenas seis años le pidió a los Reyes Magos un microscopio… ¿Qué fue lo que le llevó a acabar escogiendo Biotecnología? ¿Y a centrarse en investigación del cáncer?
R. Eso sí tiene una explicación sencilla que va un poco en la línea de esa niña que quería ser. Estudié biotecnología para no tener que elegir. Dentro de las ciencias en el instituto, tenía matemáticas, física, biología… esta última era la que más me llamaba la atención, por las células, el cuerpo humano, la patología, la fisiología, y por curar y entender cómo funciona un ser vivo. Me gustaba, pero al mismo tiempo no quería estudiar medicina porque no quería ejercer, aunque quería tener ese conocimiento y tampoco quería biología, porque quedarme simplemente en cómo son los seres vivos me sabía a poco.
La biotecnología tenía dos puntos que a mí me interesaban. Por un lado, todo el conocimiento servía o estaba enfocado en generar productos o servicios que mejorasen la vida de la gente. Es decir, se buscaba directamente la aplicación del conocimiento. Por otro lado, la biotecnología tenía colores, entonces no tenía que decidir con 18 años si me quería dedicar a estudiar el mar, a la agricultura o a los procesos industriales o a la biomedicina, ya que está la biotecnología roja para la medicina, la verde para la agricultura, la blanca para los procesos, la azul para los océanos, la morada para las patentes y la legalidad.
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En cuanto a la investigación oncológica, la elegí porque durante la carrera empecé a formarme en distintos laboratorios y ahí conocí gente que se dedicaba a este tipo de trabajo. Me vi involucrada en algunos de sus proyectos y me cautivó. Dije "esto es lo mío, es lo que quiero". Pero hasta que no lo experimenté con pipeta en mano literalmente no descubrí que eso es lo que quería.
P. Una canción que reconoce que ha significado mucho para usted es 'La del Pirata Cojo' de Joaquín Sabina. La letra, entre otras cosas, dice “A colarme en el traje y la piel de todos los hombres que nunca seré”. Es investigadora científica y astronauta ¿Qué le queda por ser a Sara García Alonso?
R. Uy, soy muchas más cosas. Pues me quedaba ser escritora y estoy en ello. Me gusta y estoy intentando vivir esas vidas. Profesionalmente no puedes dedicarte a todas porque solo tenemos una vida y al final el trabajo son ocho horas al día que hay que cumplir para tener un salario a fin de mes.
Pero de alguna manera sí que estoy viviendo esas vidas. Sí que escribo, sí que cocino y sigo haciendo origami todos los días porque me relaja muchísimo.
A raíz de haber sido una persona más conocida, me he visto en todo tipo de terrenos culturales, en terrenos de la moda o en dinámicas con ingenieros aeroespaciales. Estoy aprendiendo de tantos sectores que de alguna forma, aunque sea por unos minutos o unas horas, me estoy colando en el traje y la piel de todas esas personas. Estoy consiguiendo ese sueño loco de niña de ser la pirata coja.
Sara García Alonso quiso ejercer numerosas profesiones cuando era pequeña, muchas de las cuales no tenían puntos en común siquiera. Soñaba con ser patinadora y cajera en un supermercado, cuentacuentos, granjera, ingeniera, artista del origami, diseñadora de moda, chef, leñadora o astronauta, por ejemplo. Al final se decantó por estudiar Biotecnología con tal de no tener que elegir una sola cosa. Esta carrera reunía varias de las características que le interesaban y permitía postergar la gran decisión de qué debía ser.